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Biografías y Evocaciones - Banco de Reservas

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COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO | Vo l u m e n III | BIOGRAFÍAS Y EVOCACIONES<br />

<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> saber esa trama tuve necesidad <strong>de</strong> iniciar mi pericia <strong>de</strong> partero en una <strong>de</strong> las<br />

hermanas <strong>de</strong>l hombre que se disponía a asesinarme. Fui al lejano domicilio <strong>de</strong> la parturienta,<br />

la asistí <strong>de</strong> un feto a término, en posición transversal <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hacía 2 días, i salvé la vida <strong>de</strong> esa<br />

mujer i la <strong>de</strong> su hijo. Al salir <strong>de</strong> aquella casa, en el campo, el sujeto que habían buscado para<br />

matarme, casi llorando me <strong>de</strong>lató los pormenores <strong>de</strong> la misión que le habían encomendado.<br />

Bajó <strong>de</strong> su caballo, me besó la diestra i por último me <strong>de</strong>claró todo lo que habían tramado<br />

contra mí; ¡era él mismo, quien <strong>de</strong>bía llevar a cabo el final <strong>de</strong> mi existencia! Des<strong>de</strong> ese momento<br />

nos hicimos buenos amigos. Después supe que su hermana, la que asistí <strong>de</strong> aquel<br />

parto, era su querida i el chico su propio hijo. ¡No ha sido el único incesto <strong>de</strong> los que abundan<br />

en ciuda<strong>de</strong>s i pueblos <strong>de</strong> nuestro país! No le acepté paga por mi trabajo. Así obtuve uno <strong>de</strong><br />

los tantos custodios que velaban por mí i alababan las maneras <strong>de</strong> mi arte, que fue exitoso i<br />

productivo como años antes en Samaná i sus contornos. Entretanto, curé al sifilítico, quien<br />

según supe <strong>de</strong>spués, acaso ignoraba lo que mi colega había tramado contra mí.<br />

Mientras tanto, la jente acudía a mi consultorio, señalado por una frondosa mata <strong>de</strong><br />

guanábana cuyo tronco estaba cerca <strong>de</strong>l portón por don<strong>de</strong> entraban las cabalgaduras montadas<br />

por mis clientes.<br />

Comencé <strong>de</strong> nuevo mi alta cirujía interviniendo en un voluminoso fibroma uterino,<br />

no complicado. Esa enferma era una bien conocida solterona, perteneciente a una <strong>de</strong> las<br />

familias más notables allí i en la Capital. Para ese <strong>de</strong>but rogué a mi viejo amigo el Dr. Ch.<br />

Perrot que viniera, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> Sánchez, a ayudarme en esa operación. Alcancé el mismo buen<br />

éxito que obtuve en Samaná. Durante la convalescencia <strong>de</strong> la operada, el más sañudo <strong>de</strong><br />

mis colegas contra mí propagó que la paciente estaba moribunda. Nadie lo creyó. Tan<br />

pronto entró en absoluta convalescencia, con el objeto <strong>de</strong> castigar a mis enemigos, repetí<br />

lo que hice con mi primer amputado en Samaná: discretamente le ofrecí un paseo por las<br />

calles más transcurridas <strong>de</strong> la población i agregué a ello, la exhibición <strong>de</strong> aquel tumor en<br />

la trastienda <strong>de</strong> la farmacia <strong>de</strong> Moya. Aunque esa pieza no tenía rótulo <strong>de</strong> i<strong>de</strong>ntificación,<br />

efectuó lo que me vi obligado a <strong>de</strong>mostrar. Otras operaciones se sucedieron, cada vez más<br />

frecuentes i más peligrosas. Todas fueron felices, menos la que practiqué, casi in extremis, a<br />

una persona que sufría cáncer uterino, una <strong>de</strong> las lesiones más raras en Macorís. Ni yo, ni<br />

nadie en el mundo, contaba con sulfas, ni con penicilina, ni con radium, ni con rayos x para<br />

combatir esa lesión. I sin embargo, no recuerdo haber asistido otros casos <strong>de</strong> Ca. uterino,<br />

en los nueve años que ejercí en aquella ciudad i en sus alre<strong>de</strong>dores. En Pimentel tuve dos<br />

fracasos quirúrjicos operados por hipertrofia <strong>de</strong> la próstata. Eran en sujetos mui infectados<br />

por una variedad <strong>de</strong> estreptococo que yo nunca había visto. El período post-operatorio <strong>de</strong><br />

esas dos intervenciones fueron encomendados a un colega que no era experto para ello. Las<br />

respectivas familias <strong>de</strong> esos pacientes se negaron a llevarlos a Macorís para yo tenerlos bajo<br />

mi cuido. Otras prostatectomías ejecutadas por mí i atendidas por mí mismo en Macorís,<br />

curaron pronto i sin complicaciones.<br />

Debo señalar ahora que la gangrena gaseosa era frecuente en Macorís. Entre mis pacientes<br />

tuve el dolor <strong>de</strong> asistir a mi gran<strong>de</strong> i respetable amigo D. Manuel Ventura, cuyo recuerdo<br />

aún está vivo en mí. Para que me ayudaran en ese caso, hice llegar <strong>de</strong> Pimentel a uno <strong>de</strong><br />

los dos colegas que pedí; el otro era <strong>de</strong> La Vega. Tan pronto vieron la inutilidad <strong>de</strong> nuestros<br />

esfuerzos por salvar <strong>de</strong> la muerte a ese caballero, regresaron a sus respectivos domicilios sin<br />

<strong>de</strong>cirme adiós. Uno <strong>de</strong> los familiares <strong>de</strong>l enfermo les había amenazado con la muerte en cuanto<br />

aquel falleciera. Al notar la ausencia <strong>de</strong> esos cobar<strong>de</strong>s, reuní la familia Ventura Pare<strong>de</strong>s i les<br />

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