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Biografías y Evocaciones - Banco de Reservas

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PRÓLOGO<br />

Una vida es apenas un suspiro <strong>de</strong> la eternidad, un microscópico corpúsculo <strong>de</strong> aliento<br />

o <strong>de</strong> virtu<strong>de</strong>s y hasta <strong>de</strong> irradiaciones, en la infinitud <strong>de</strong>l tiempo. Pero pue<strong>de</strong> encerrar, en<br />

el lapso <strong>de</strong> sus realizaciones, mundos magníficos <strong>de</strong> creaciones eternales o per<strong>de</strong>rse en el<br />

tiempo como un pobre fulgor apenas perceptible.<br />

La vida humana es, (<strong>de</strong>be ser), un poco más que este suspiro <strong>de</strong> eternidad. El hombre<br />

aparece en la tierra, pese a lo <strong>de</strong>leznable <strong>de</strong> su naturaleza, como el soberano universal. A<br />

pesar <strong>de</strong> esto estuvo inerme y tembloroso, en un mar <strong>de</strong> sombras y <strong>de</strong> terrores ante los innumerables<br />

misterios <strong>de</strong>l universo.<br />

En medio <strong>de</strong> ese mundo misterioso y fantástico, el médico se irguió, con prestancia y<br />

puso un hálito <strong>de</strong> humana bondad en las <strong>de</strong>satadas tempesta<strong>de</strong>s <strong>de</strong> la vida.<br />

La Historia <strong>de</strong> la Medicina no es otra cosa sino un largo relato <strong>de</strong> la heroica actividad<br />

<strong>de</strong> un anónimo luchador incansable a lo largo <strong>de</strong> los milenios.<br />

Ahora tenemos ante nuestros ojos rápidos trazos luminosos <strong>de</strong> la historia <strong>de</strong> un médico<br />

que honra a su patria con la elegancia <strong>de</strong> su vida egregia. Arturo Damirón Ricart nos entrega<br />

en esta obra Mis bodas <strong>de</strong> oro con la Medicina, algunas impresiones <strong>de</strong> su vida <strong>de</strong> médico<br />

cirujano en su medio siglo <strong>de</strong> actividad profesional. No se trata <strong>de</strong> una autobiografía, como<br />

la que escribiera Heriberto Pieter, ni estampas iluminadas <strong>de</strong> un pasado, como el Navarijo<br />

<strong>de</strong> Francisco Moscoso Puello, sino breves episodios <strong>de</strong> momentos adorables, que surgen,<br />

imprecisos y nerviosos, vívidos y emocionantes, en el ansión <strong>de</strong> los recuerdos. Lo más<br />

simpático <strong>de</strong> esta obra es la sinceridad con que fue escrita. No hay en ninguna <strong>de</strong> sus páginas<br />

aspavientados alar<strong>de</strong>s <strong>de</strong> soberbia. Es obra espontánea, y más parece una sucesión <strong>de</strong><br />

recuerdos evocados en la charla amena <strong>de</strong> un simposio que un libro elaborado en el recinto<br />

augusto <strong>de</strong>l estudio. Por eso no es extraño el <strong>de</strong>scuido <strong>de</strong>l estilo, porque claro lo expresa en<br />

las páginas liminares: No le ha animado pretensión estilística, ni la corrección literaria es su<br />

gaje. Ha escrito movido por un impulso explicable en quien ha llevado vida paradigmática<br />

y siente sus sienes azotadas por las postrimeras ráfagas amarillas <strong>de</strong>l otoño.<br />

Más que por sus éxitos en el campo <strong>de</strong> la cirugía, nosotros recordamos a Damirón Ricart<br />

por su actitud eterna <strong>de</strong> profesor. Un profesor no es quien imparte enseñanzas rutinarias y<br />

divulga noticias aprendidas, labor <strong>de</strong> enciclopedias. Es profesor quien se da en sempiterna<br />

actitud <strong>de</strong> ejemplos que calan más en el alma <strong>de</strong>l discípulo que la difusión <strong>de</strong> enseñanzas<br />

siempre pasajeras y mudables. Cuando se es profesor <strong>de</strong> veras, <strong>de</strong> seguida hay una poterna<br />

abierta al discrimen y a la aristocracia <strong>de</strong>l pensamiento, que es lo único que importa, porque<br />

es, en última instancia, aristocracia <strong>de</strong>l corazón. Se enseña con la palabra, pero también con<br />

el gesto y con el ejemplo. Muchas veces se ha sido preceptor admirable con parquedad <strong>de</strong><br />

palabras, y no con la fecundia.<br />

El Dr. Damirón Ricart nos habla <strong>de</strong> una época <strong>de</strong> notoria precariedad, <strong>de</strong> limitaciones,<br />

cuando le tocó ejercer en un ambiente al<strong>de</strong>hueño, pero don<strong>de</strong> era factible hacerse <strong>de</strong> un<br />

buen nombre, porque se tenía un almenado concepto <strong>de</strong> la dignidad y la elegancia. Cada<br />

médico, con el arraigado concepto casi renacentista <strong>de</strong> lo que es la Medicina, era una atalaya<br />

<strong>de</strong> orgullo, un sólido bastión <strong>de</strong> prestigio.<br />

Es interesante que conozcamos a través <strong>de</strong> esta vida, o <strong>de</strong> estos brillantes retazos <strong>de</strong><br />

vida, una etapa en la que se percibían aún los últimos fulgores <strong>de</strong> la época dorada <strong>de</strong> la<br />

profesión médica, cuando todavía predominaba el concepto hipocrático <strong>de</strong> que la Medicina<br />

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