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Biografías y Evocaciones - Banco de Reservas

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COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO | Vo l u m e n III | BIOGRAFÍAS Y EVOCACIONES<br />

—”Usted tiene, como Presi<strong>de</strong>nte, que evitarle al país ese infortunio y a su gobierno<br />

semejante sonrojo”.<br />

—”Riqui, Riqui” –afianzó Woss y Gil al escucharme–: “yo te aseguro que si <strong>de</strong> mí <strong>de</strong>pen<strong>de</strong>,<br />

el Señor Hostos no se irá <strong>de</strong>l país”.<br />

Woss y Gil sacó a relucir entonces su vieja <strong>de</strong>voción por la persona y la obra educativa<br />

<strong>de</strong>l Señor Hostos. Evocando el pasado me refirió que tiempo atrás había colaborado con el<br />

Señor Hostos en una escuela que el Maestro dirigía en Mayagüez.<br />

Para evitar que Woss y Gil se extraviara en digresiones –típica propensión en él–, lo<br />

apremié nuevamente.<br />

—”Riqui, Riqui” –reiteró–: “yo te aseguro que si <strong>de</strong> mí <strong>de</strong>pen<strong>de</strong>, el Señor Hostos no se<br />

irá <strong>de</strong>l país. Aunque no hubiese fondos para otros gastos <strong>de</strong>l gobierno, al Señor Hostos se<br />

le pagará seguido cuanto se le a<strong>de</strong>u<strong>de</strong>”.<br />

<br />

Yo me sentí feliz por el resultado <strong>de</strong> mi diligencia. Ya en tren <strong>de</strong> <strong>de</strong>spedida estreché fuertemente<br />

la mano <strong>de</strong>l Presi<strong>de</strong>nte, en cálido testimonio <strong>de</strong> mi afecto y <strong>de</strong> mi reconocimiento.<br />

Sólo algunos pasos había mudado en dirección al coche que tomaría <strong>de</strong> nuevo para<br />

retirarme, cuando a mi espalda sonó la flagitante voz <strong>de</strong>l Presi<strong>de</strong>nte.<br />

—”¡Riqui, Riqui!…”<br />

Me <strong>de</strong>tuve. Volví la cara. Woss y Gil se me acercaba sonreído, apoyó su mano en uno<br />

<strong>de</strong> mis hombros y me encareció:<br />

—”Como tu padre está <strong>de</strong>signado Ministro <strong>de</strong> Educación Pública, dile <strong>de</strong> mi parte a mi<br />

frercito Enrique que arregle ese asunto a la satisfacción <strong>de</strong>l Señor Hostos”.<br />

Era cierto que mi padre había sido <strong>de</strong>signado para <strong>de</strong>sempeñar esa cartera. Pero había<br />

<strong>de</strong>clinado aceptarla y yo sabía muy bien que no existía la menor posibilidad <strong>de</strong> inducirlo<br />

a retractar su negativa. No podía ignorarlo el Presi<strong>de</strong>nte. Su renuencia tenía ya la vejez <strong>de</strong><br />

muchos días.<br />

¿Cuál era, pues, el <strong>de</strong>signio <strong>de</strong> Woss y Gil? ¿Aprovechar la ocasión para que los clamores<br />

<strong>de</strong>l hijo doblegaran la prístina voluntad <strong>de</strong>l padre? Ni yo lo habría intentado ni él hubiera<br />

obtemperado.<br />

Las últimas palabras <strong>de</strong>l Presi<strong>de</strong>nte me supieron, por tanto, a sinuosa táctica; y, por lo<br />

mismo, me irritaron. Me indignó, sobre todo, la perspectiva <strong>de</strong> que ese nuevo sesgo sólo<br />

sirviera para dilatar la solución <strong>de</strong>l problema ligado a la gestionada retención <strong>de</strong>l Señor<br />

Hostos. Un problema que exigía inmediato <strong>de</strong>senlace.<br />

Sin el <strong>de</strong>bido miramiento le inquirí, altanero, si podía o no contar con la seriedad <strong>de</strong><br />

sus palabras.<br />

Woss y Gil no se ofendió. “Riqui, Riqui” –me aseguró por la tercera vez–: “se hará lo<br />

que te dije”.<br />

El Presi<strong>de</strong>nte fue fiel a su palabra. La suspicacia y la imaginación, confabuladas, hacen<br />

diabluras. Pero en <strong>de</strong>scrédito <strong>de</strong> sus enredos, el Presi<strong>de</strong>nte <strong>de</strong>mostró en este caso la sinceridad<br />

<strong>de</strong> su intención cumpliendo al pie <strong>de</strong> la letra la seguridad que reiteradamente me había dado.<br />

El Señor Hostos, en efecto, se quedó en el país. Desgraciadamente falleció poco <strong>de</strong>spués.<br />

Era su <strong>de</strong>stino morir en esta tierra <strong>de</strong> sus agonías.<br />

Como él quizás lo había esperado, sus huesos reposan en suelo dominicano. En este<br />

pedazo <strong>de</strong>l mundo don<strong>de</strong> tanto amó, don<strong>de</strong> tanto soñó, don<strong>de</strong> tanto luchó y pa<strong>de</strong>ció. Mas,<br />

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