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Biografías y Evocaciones - Banco de Reservas

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COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO | Vo l u m e n III | BIOGRAFÍAS Y EVOCACIONES<br />

mandatario ejecutivo tan provechosa coyuntura. Más aún. Esa tentadora coyuntura se le<br />

presentaba al Presi<strong>de</strong>nte Heureaux “en el momento, precisamente, en que más apurado” se<br />

hallaba “personalmente, financieramente y políticamente”. Al sugerente dictamen <strong>de</strong> Wells<br />

la situación <strong>de</strong> Heureaux en ese momento era tan comprometida y crítica “como nunca,<br />

quizás”, lo había sido en toda “su carrera” política. Sin embargo, no claudicó la entereza <strong>de</strong><br />

su patriotismo.<br />

Los apremios eran cada vez más dilemáticos y compulsivos. “No valdrá posponer ni<br />

entretener”, le advirtió Wells a Heureaux. “Sé” –afirmó– “que los Estados Unidos están<br />

dispuestos a arreglar pronto esta cuestión”; y, si por cualquier razón el General Heureaux dilata<br />

<strong>de</strong>cir sí, ellos interpretarán que dice no y se dirigirán a otra parte en solicitud <strong>de</strong> los que<br />

<strong>de</strong>sean, cueste lo que cueste”.<br />

No parece absurda ligereza la suspicacia que relaciona esa amenaza con la expedición<br />

–armada en el puerto americano <strong>de</strong> Mobile– que en la madrugada <strong>de</strong>l 2 <strong>de</strong> junio <strong>de</strong> 1898 o<br />

sea menos <strong>de</strong> dos meses cabales, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la glosada carta <strong>de</strong> Charles Wells, <strong>de</strong>sembarcó<br />

en la rada <strong>de</strong> Montecristi.<br />

A los ojos <strong>de</strong> Wells la situación <strong>de</strong>l Presi<strong>de</strong>nte Heureaux era a la sazón <strong>de</strong>sesperada. No<br />

exageraba él la angustiosa opresión <strong>de</strong> ese momento histórico. Wells lo <strong>de</strong>finió, a su acomodo,<br />

diciendo que Heureaux se hallaba “en la alternativa <strong>de</strong> que más <strong>de</strong>pen<strong>de</strong> su porvenir” y el<br />

futuro <strong>de</strong> “su país”; pero concluyó en tono <strong>de</strong> fatalística resignación diciendo que “el dado”<br />

estaba “en sus manos, y puesto que <strong>de</strong> él serán las ventajas, es preciso que también <strong>de</strong> él<br />

sea la responsabilidad”.<br />

El dictador dominicano, aceptó, con patriótica entereza, esa responsabilidad. No hubo<br />

arrendamiento <strong>de</strong> Samaná. Cuando lo sorprendió la tragedia <strong>de</strong> su muerte, había agotado<br />

doce años <strong>de</strong> continua agonía preservando la integridad nacional a fuerza <strong>de</strong> sinuosas<br />

evasivas. Durante todo ese tiempo el pueblo dominicano sufrió la ignominia envuelta en<br />

todo régimen dictatorial; y a ese precio, aunque vejaminoso y duro, Heureaux lo salvó <strong>de</strong><br />

la sumisión al vasallaje extraño y aún <strong>de</strong> toda traza <strong>de</strong> homogénica tutelación.<br />

Algún día la historia, honestamente <strong>de</strong>purada, le hará la justicia que merece su heroica<br />

resistencia, mantenida sin <strong>de</strong>smayo a <strong>de</strong>specho <strong>de</strong> los vívidos efectos <strong>de</strong>l clima imperialista<br />

que entonces predominaba en los círculos oficiales <strong>de</strong> los Estados Unidos <strong>de</strong> América.<br />

Ya el dictamen <strong>de</strong>l profesor Rayford W. Logan –acaso el investigador que más a fondo ha<br />

estudiado las relaciones políticas <strong>de</strong>l Presi<strong>de</strong>nte Heureaux con los gobiernos <strong>de</strong> los Estados<br />

Unidos <strong>de</strong> América y <strong>de</strong> Haití–, se ha anticipado al veredicto <strong>de</strong>finitivo <strong>de</strong> la Historia.<br />

Atribuyéndole a Sumner Wells “antipática” predisposición contra Ulises Heureaux,<br />

Logan sustenta la tesis <strong>de</strong> que este controvertido gobernante dominicano “merece una biografía<br />

<strong>de</strong> cuerpo entero”, y, al hacer esta aseveración, predice que el análisis <strong>de</strong> su función<br />

gubernativa “lo evaluará, simplemente, como un dictador”. 1<br />

En esos términos ya Logan le ha hecho justicia. Pues la verdad, la indiscutible verdad,<br />

es que a la muerte <strong>de</strong>l dictador Heureaux –trágico <strong>de</strong>ceso acaecido el 26 <strong>de</strong> julio <strong>de</strong> 1899– la<br />

República Dominicana conservaba en plena vigencia los atributos esenciales <strong>de</strong> su soberanía<br />

política. Otra ha sido, sin embargo, la historia que siguió a la muerte <strong>de</strong>l abominado<br />

déspota.<br />

1 Rayford W. Logan, The Diplomatic Relations of the United States with Haiti (1776-1891), 369.<br />

“Y aunque sus enemigos <strong>de</strong>cían lo contrario”, Heureaux “hubiera llevado al pueblo dominicano a un heoico<br />

sacrificio antes que permitir el menoscabo <strong>de</strong> nuestra soberanía”. Rufino Martínez, Hombres Dominicanos, 146.<br />

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