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Biografías y Evocaciones - Banco de Reservas

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ENRIQUE APOLINAR HENRÍQUEZ | REMINISCENCIAS Y EVOCACIONES<br />

En nuestro informal cenáculo imperó unánime temperamento <strong>de</strong> conciliación. Sin merma<br />

<strong>de</strong>l <strong>de</strong>coro se acordó que en alguna forma <strong>de</strong>bía promoverse la reanudación <strong>de</strong>l diálogo<br />

entablado en miras <strong>de</strong> alcanzar un conveniente ajuste contractual. Silencioso y expectante<br />

escuchaba mi tío Pancho. A la sombra <strong>de</strong>l <strong>de</strong>scanso recobradas su habitual luci<strong>de</strong>z mental y<br />

su congénita serenidad <strong>de</strong> espíritu, sin ningún reparo aceptó mi tío el preconizado restablecimiento<br />

<strong>de</strong> los <strong>de</strong>bates suspendidos. Por mutua iniciativa <strong>de</strong> Don Alejandro y Don Leonte,<br />

se acordó que mi padre gestionara la reanudación <strong>de</strong> relaciones; y mediante esa <strong>de</strong>legación<br />

se obtuvo fácilmente, sin la más leve traza claudicante <strong>de</strong> la <strong>de</strong>corosa altivez dominicana,<br />

que las negociaciones fuesen renovadas.<br />

No hubo más tropiezo. En lo sucesivo las negociaciones se <strong>de</strong>slizaron suavemente sobre<br />

rieles lubricados con el óleo <strong>de</strong> la mutua comprensión. Pero no rodaron tan suavemente sin<br />

que antes su mediación componedora le hubiese provocado a mi padre un inci<strong>de</strong>nte ingrato<br />

a la sensibilidad <strong>de</strong> su ético amor propio.<br />

Cuando a la mañana siguiente al episodio relatado llegó mi padre al Fith Avenue Hotel,<br />

tras <strong>de</strong>l ritualístico intercambio <strong>de</strong> saludos John T. Abbott le espetó un reparo que en los<br />

oídos <strong>de</strong> mi padre retumbó con aspereza lesiva <strong>de</strong> su rectitud moral.<br />

—”Don Enrique” –exclamó Mr. Abbott–, “mi gente ha observado que en el curso <strong>de</strong> las<br />

negociaciones usted parece más el abogado <strong>de</strong> los intereses <strong>de</strong>l gobierno dominicano que<br />

<strong>de</strong> nuestros intereses”.<br />

Esa observación resultó <strong>de</strong>masiado hiriente para ser soportada sin indignación por<br />

persona <strong>de</strong> pundonor tan sensitivo como el <strong>de</strong> mi padre. La réplica, al instante, restalló tan<br />

rápida como cortante.<br />

—”Mr. Abbott” –eyaculó mi padre–; “dígale a su gente que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> este mismo instante<br />

he <strong>de</strong>jado <strong>de</strong> estar a su servicio”.<br />

Poniéndose en pie, mi padre le tendió la mano en a<strong>de</strong>mán <strong>de</strong> <strong>de</strong>spedida. Mr. Abbott la<br />

retuvo fuertemente entre las suyas mientras explotaba en una risotada insólita en persona<br />

<strong>de</strong> tan comedidas maneras como siempre eran las suyas.<br />

—”Don Enrique” –explicó Mr. Abbott sonriendo–, “mi gente se siente ahora más segura<br />

<strong>de</strong> la lealtad <strong>de</strong> sus servicios y <strong>de</strong> la buena fe <strong>de</strong> su persona. Ellos entien<strong>de</strong>n que no podrían<br />

tener esa confianza en su fi<strong>de</strong>lidad profesional si usted fuera indiferente a la justa <strong>de</strong>fensa<br />

<strong>de</strong>l interés <strong>de</strong> su país”.<br />

También en este caso como en el precitado se disipó, el disturbio confrontado, como una<br />

simple y pasajera nube <strong>de</strong> verano.<br />

A ojo <strong>de</strong> buen cubero<br />

Estando yo en el bufete <strong>de</strong> abogados Peynado y Henríquez se presentó John T. Abbott.<br />

Se <strong>de</strong>tuvo allí con el objeto <strong>de</strong> hacer hora para acudir puntual a la cita que en su propia resi<strong>de</strong>ncia<br />

–sita en el mismo vecindario– le había prefijado el Ministro <strong>de</strong> Hacienda y Comercio.<br />

Uno o dos días antes había llegado Mr. Abbott <strong>de</strong> los Estados Unidos <strong>de</strong> América. Llegaba<br />

al país, esta vez, expresamente llamado para concertar entre el gobierno dominicano y la<br />

San Domingo Improvement Company y sus aliadas un ajuste <strong>de</strong>finitivo <strong>de</strong> las acreencias<br />

que contra el Estado Dominicano poseían esas socieda<strong>de</strong>s financieras.<br />

El gobierno <strong>de</strong> los Estados Unidos <strong>de</strong> América, que bajo la ban<strong>de</strong>ra expansionista <strong>de</strong>l<br />

Presi<strong>de</strong>nte Theodore Roosevelt le había injertado a la Doctrina Monroe un nuevo corolario en<br />

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