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Biografías y Evocaciones - Banco de Reservas

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acostumbrada a otros metros y a otras palabras, ni siquiera ponía atención en lo que iba yo<br />

leyendo; me había propuesto leer para evitar una mala partida <strong>de</strong> la memoria. Al fin hice<br />

algo que, cuando menos, me tranquilizó. Corrí a casa <strong>de</strong> Franklin. Aguardé impaciente hasta<br />

que, solemne y sonreído, apareció <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> su bata <strong>de</strong> oro.<br />

Sin ro<strong>de</strong>os le leí lo que había escrito. A él le pareció muy bien, muy a<strong>de</strong>cuado. Le di las<br />

gracias y me contuvo:<br />

—Se me había olvidado <strong>de</strong>cir una cosa: hay que ir <strong>de</strong> smoking…<br />

—¿De qué? –pregunté azorado.<br />

—De smoking. Nosotros vamos a leer nuestros poemas en el baile <strong>de</strong> coronación y todos<br />

van <strong>de</strong> smoking.<br />

—Yo no tengo, Franklin. Eso es peor que tener que escribir y que leer el poema.<br />

Y se lo <strong>de</strong>cía sinceramente, tristemente, con la convicción <strong>de</strong> que ya sí no podría ser<br />

Poeta Real.<br />

—No te apures, voy a ver quién tiene uno que te sirva, aunque como eres chiquito no<br />

va a ser fácil.<br />

Se buscó inútilmente el smoking. Nos reuníamos y pensábamos en muchachos más o<br />

menos <strong>de</strong> mi tamaño. Al indagar siempre ocurría lo mismo: no tenían.<br />

Vino a sacarnos <strong>de</strong> apuros Rafael Rodríguez Peguero, Puchito, la autoridad máxima en<br />

materia <strong>de</strong> vestir <strong>de</strong> nuestros amigos íntimos. Consejero oportuno, indicaba sastre y precio,<br />

cuando alguno recibía un traje <strong>de</strong>l padre, o <strong>de</strong>l hermano mayor, para a<strong>de</strong>cuarlo.<br />

Mi único traje, negro, se prestaba a las mil maravillas para transformarlo en un smoking.<br />

Él iba a hacer lo mismo con uno azul oscuro que tenía para po<strong>de</strong>r ir al baile, que entonces<br />

me pareció que acaparaba todas las conversaciones <strong>de</strong> la ciudad.<br />

Compramos una vara <strong>de</strong> brillante tela negra. Se forrarían las solapas. Adquirimos, un poco<br />

verduscos ya, unos cordones femeninos que en su oportunidad coseríamos en la parte externa<br />

<strong>de</strong> los pantalones. Mis arreglos, como no tenía otro traje, <strong>de</strong>bían <strong>de</strong> ser a la última hora.<br />

Otro problema: la camisa. Entonces era pecado llevar, como hoy se suele y tan cómodo<br />

resulta, botones parecidos o iguales a los que se llevan todos los días. Lo <strong>de</strong> las alforzas, por<br />

la fuerza <strong>de</strong> la circunstancia, hubo que <strong>de</strong>scontarlo.<br />

Puchito se fue por los lados <strong>de</strong> la Atarazana a buscar lo que él consi<strong>de</strong>ró como la mejor<br />

solución: mancuernas redondas, pequeñas. Se le quitarían los botones a la camisa y cada<br />

mitad serviría <strong>de</strong> botonadura. Todo salió bien, previo un almidonado extraordinario <strong>de</strong> las<br />

camisas, que él dirigió concienzudamente.<br />

Franklin recitó sus versos, yo leí los míos, dulcemente mareado por el ambiente cargado <strong>de</strong><br />

perfume, <strong>de</strong> risas, <strong>de</strong> cortesías. Nos aplaudieron, nos abrazaron y nos llevaron a la Mesa Real en<br />

don<strong>de</strong>, libres <strong>de</strong>l compromiso, sin acordarnos <strong>de</strong> lo que teníamos puesto, importándonos poco la<br />

molestia que me causaba en la piel <strong>de</strong>l pecho la puntita <strong>de</strong> las <strong>de</strong>sarmadas mancuernas, nos emborrachamos<br />

elegantemente, con sidra, en muy buena compañía, ingeniosos e importantes.<br />

En poesía (1928-1957)<br />

HÉCTOR INCHÁUSTEGUI CABRAL | EL POZO MUERTO<br />

Hice mi entrada al mundo <strong>de</strong> los versos por el camino <strong>de</strong>l romance, con sus altos castillos<br />

aferrados <strong>de</strong> las altas piedras, gallar<strong>de</strong>tes, moros nobles y fieros, <strong>de</strong>capitaciones, lanzas y<br />

espadas, cabalgar incansablemente, sitiar plazas testarudas, y mucho amor, mucho amor y<br />

mucho odio por todas partes.<br />

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