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Biografías y Evocaciones - Banco de Reservas

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COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO | Vo l u m e n III | BIOGRAFÍAS Y EVOCACIONES<br />

Así se asociaron, en monstruoso contubernio, el hombre y la bestia, la cultura y la barbarie,<br />

el brazo <strong>de</strong> Atila y el cerebro <strong>de</strong> Maquiavelo, para aniquilar la República y conducir<br />

al través <strong>de</strong> diecisiete años el proceso <strong>de</strong> su reincorporación a la monarquía española.<br />

Cachimán<br />

Después <strong>de</strong> Azua y El Memiso tocó el turno, en la continuación <strong>de</strong> la epopeya, a la nueva<br />

hazaña <strong>de</strong> Duvergé en Cachimán.<br />

Este nombre aparece indisolublemente unido al <strong>de</strong>l prócer cuyo <strong>de</strong>stino parece i<strong>de</strong>ntificarse<br />

con aquel bastión inhóspito y solitario que se levanta en el propio corazón <strong>de</strong> las fronteras como<br />

un símbolo <strong>de</strong> la nacionalidad dominicana. No una, sino una larga serie <strong>de</strong> veces, <strong>de</strong>bía servir Cachimán<br />

<strong>de</strong> teatro al <strong>de</strong>nuedo <strong>de</strong> Duvergé que transforma aquella fortaleza, construida a picos<br />

sobre la roca, en una especie <strong>de</strong> atalaya sangrienta sobre cuya cima planta invicto el pabellón<br />

<strong>de</strong> la cruz y <strong>de</strong>tiene con el pecho casi <strong>de</strong>snudo las acometidas <strong>de</strong> las huestes invasoras.<br />

El 6 <strong>de</strong> diciembre <strong>de</strong> 1844 fue el primer día en que Duvergé se enfrentó al ejército haitiano<br />

en las alturas <strong>de</strong> Cachimán convertido <strong>de</strong>s<strong>de</strong> aquel momento en el primer reducto<br />

<strong>de</strong> la patria en los <strong>de</strong>siertos <strong>de</strong>l Sur y en el primer testigo <strong>de</strong>l heroísmo nacional en aquel<br />

territorio favorito <strong>de</strong> las invasiones. El viejo fuerte levanta su adusta fisonomía en la propia<br />

línea fronteriza, entre Arroyo Seco y Carrizal, en un profundo valle cercado <strong>de</strong> colinas, sobre<br />

un terreno abrupto <strong>de</strong> vegetación ingrata. El valor estratégico <strong>de</strong> esa fortaleza natural la<br />

transformó en un objeto <strong>de</strong> disputa entre los dos ejércitos rivales. Mil veces pasaron por allí,<br />

entre 1844 y 1849, los escuadrones <strong>de</strong> la muerte, las tropas <strong>de</strong> la opresión y las <strong>de</strong> la libertad,<br />

disputándose en cada choque los <strong>de</strong>stinos <strong>de</strong>l pueblo dominicano.<br />

En la acción <strong>de</strong>l 6 <strong>de</strong> diciembre <strong>de</strong> 1844, Duvergé se lanzó con setenta jinetes, en impetuosa<br />

carga <strong>de</strong> caballería, al asalto <strong>de</strong> Cachimán. Una fuerza <strong>de</strong> 150 hombres <strong>de</strong> infantería<br />

se asoció al grupo <strong>de</strong> jinetes para combinar su acción heroica contra el monstruo <strong>de</strong> piedra<br />

que erguía como un <strong>de</strong>safío en el horizonte sus murallas inaccesibles.<br />

La situación <strong>de</strong> los <strong>de</strong>fensores parecía inexpugnable. Todo el circuito disponía <strong>de</strong> recios<br />

muros naturales sin más entrada, como señala el propio héroe en su parte <strong>de</strong> guerra al general<br />

Santana, que “tres portañolas capaces <strong>de</strong> dar acceso a un solo hombre a la vez”. Pero<br />

“confiado en la justicia <strong>de</strong> la causa dominicana y en los valientes que le ro<strong>de</strong>an”, según él<br />

mismo confiesa, Duvergé empezó la ofensiva por tres puntos diferentes. Con rapi<strong>de</strong>z fulminante,<br />

cada caballo con su jinete y algunos con otro más a la grupa, el escuadrón <strong>de</strong> asalto<br />

corre con la violencia <strong>de</strong>l rayo hacia la cima fortificada. Los <strong>de</strong>fensores resisten con vigor y<br />

la victoria se mantiene durante largo rato in<strong>de</strong>cisa. La artillería <strong>de</strong>l fuerte traza un círculo<br />

<strong>de</strong> fuego en torno <strong>de</strong> los asaltantes. Nubes <strong>de</strong> polvo se elevan sobre la llanura batida por los<br />

cascos <strong>de</strong> los corceles. Muchos jinetes ruedan <strong>de</strong> sus caballos encabritados y otros reciben<br />

sobre el campo <strong>de</strong> la acción muerte <strong>de</strong> valientes. Pero el ímpetu con que se inicia el ataque<br />

se mantiene y llega un momento en que los asaltantes más veloces golpean con las uñas <strong>de</strong><br />

sus caballos las bases <strong>de</strong> las murallas castigadas por el plomo <strong>de</strong> la fusilería y por el filo <strong>de</strong> los<br />

machetes reivindicadores. El portalón <strong>de</strong> la fortaleza ce<strong>de</strong> al fin ante aquel empuje formidable<br />

y se oye entonces, tras los muros vacilantes <strong>de</strong>l fuerte, el “sálvese quien pueda”, proferido<br />

en la lengua <strong>de</strong>l terror por un oficial haitiano. Los <strong>de</strong>fensores saltan en <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>n sobre los<br />

muros y se precipitan a una profunda cañada en que son diezmados en sucesivas cargas <strong>de</strong><br />

caballería. Al cabo <strong>de</strong> treinta minutos, según consigna Duvergé en su parte <strong>de</strong> guerra, se vio<br />

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