23.04.2013 Views

Biografías y Evocaciones - Banco de Reservas

Biografías y Evocaciones - Banco de Reservas

Biografías y Evocaciones - Banco de Reservas

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO | Vo l u m e n III | BIOGRAFÍAS Y EVOCACIONES<br />

ellos. ¡Ah! Ese día pu<strong>de</strong> medir la capacidad afectiva <strong>de</strong>l corazón <strong>de</strong> Monseñor <strong>de</strong> Meriño<br />

y la profundidad <strong>de</strong>l sentimiento que le había ligado a mi otro amigo, por el dolor que se<br />

reveló en él.<br />

Muchas veces tuve ocasión <strong>de</strong> ver los ojos <strong>de</strong>l ilustre arzobispo arrasarse en lágrimas <strong>de</strong><br />

compasión por mí; pero sin que ellas brotaran. ¡El día a que me refiero dos perlas nítidas,<br />

salidas <strong>de</strong>l alma, escapáronse, a pesar <strong>de</strong> su enérgica voluntad, y surcaron el rostro hasta<br />

los labios contraídos, en don<strong>de</strong> se perdieron! ¡Esas lágrimas me <strong>de</strong>jaban ver en el fondo la<br />

herida no cicatrizada; la terrible <strong>de</strong>sgarradura! ¡Oh, Monseñor querido! ¡Su pena inmensa<br />

conmovió en sus íntimas fibras mi corazón como las mías conmovían el suyo! Así dolorido;<br />

así lastimado; ¡cuánto le quise! Con voz alterada le oí <strong>de</strong>cir:<br />

—¡Amelia, yo le quería como a un hijo! ¡Conmigo vivió mucho tiempo! Supe que había<br />

dicho <strong>de</strong> mí que yo era tan…<br />

—¡Calle, Monseñor! estallé.<br />

¡Calle! ¡No puedo oír más! ¡Mire como sufro! ¡Me duele el alma!<br />

...............................................................................................................<br />

Jamás quise indagar cuál fue, <strong>de</strong> esos dos seres que sabían amar <strong>de</strong> un modo tal y pa<strong>de</strong>cer<br />

tanto por <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> quererse, el culpable <strong>de</strong> lo que les separó. Preferí creer siempre que<br />

ambos, siendo dignos el uno <strong>de</strong>l otro, fueron víctimas <strong>de</strong> la fatalidad que horriblemente<br />

pesó sobre ellos.<br />

¿Por qué <strong>de</strong>bía caberme también la <strong>de</strong>sgracia <strong>de</strong> verles <strong>de</strong>sunidos? Esos dos hombres <strong>de</strong><br />

otras épocas a mi lado, elevándome en mi propio concepto por el amor que me profesaban,<br />

¡cuán feliz me hubieran hecho, comulgando conmigo en el altar <strong>de</strong>l patriotismo, <strong>de</strong>l puro<br />

afecto, <strong>de</strong> la caridad!<br />

¿De la trinidad que formáramos no habría podido resultar algo gran<strong>de</strong>? En tanto que<br />

<strong>de</strong>sligados, trabajando aisladamente, nuestra labor fue imperfecta, estéril, ¡por mucho que<br />

supiéramos sacrificarnos al i<strong>de</strong>al!<br />

xxI<br />

Comprendiendo Don Emiliano que me era doloroso cuanto me dijeran en perjuicio <strong>de</strong><br />

mi ilustre amigo, pareció complacerse, por el contrario, en referirme, siempre que la ocasión<br />

se presentaba, datos ignorados sobre el pasado <strong>de</strong> Monseñor <strong>de</strong> Meriño; sobre la antigua<br />

amistad que les hiciera inseparables; todo en honor <strong>de</strong>l que yo tanto honraba.<br />

¡Cuánto le agra<strong>de</strong>cí esta <strong>de</strong>lica<strong>de</strong>za y cuánto ascendió él por ella en mi estimación!<br />

Llegué a quererle casi en el mismo grado que a mi otro amigo, aunque ese cariño revistiera<br />

un carácter distinto <strong>de</strong>l mío por Monseñor. Con éste bogaba yo en pleno azul. Nuestra amistad<br />

se mantuvo constantemente en las altas esferas <strong>de</strong> la espiritualidad. Tenía una poesía, una<br />

i<strong>de</strong>alidad encantadoras. Nuestras conversaciones jamás versaban sobre asuntos vulgares,<br />

sobre materialida<strong>de</strong>s prosaicas. Consecuente <strong>de</strong>s<strong>de</strong> su origen, fue siempre tan noble como<br />

se inició; <strong>de</strong>licada y sublime.<br />

En mis relaciones con Don Emiliano entró el positivismo con pleno <strong>de</strong>recho. ¿No fue<br />

como médico que principié a tratarle? Pues natural era que las dolencias físicas, las trivialida<strong>de</strong>s<br />

domésticas; las mezquinda<strong>de</strong>s económicas; todo lo que compone lo ordinario <strong>de</strong> la<br />

vida, tuviesen cabida en las prolongadas pláticas que sosteníamos Don Emiliano y yo, <strong>de</strong><br />

acuerdo con mi esposo, para quien esa amistad era preciosa, porque tenía fe completa en la<br />

238

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!