23.04.2013 Views

Biografías y Evocaciones - Banco de Reservas

Biografías y Evocaciones - Banco de Reservas

Biografías y Evocaciones - Banco de Reservas

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

ENRIQUE APOLINAR HENRÍQUEZ | REMINISCENCIAS Y EVOCACIONES<br />

<strong>de</strong> Castro, esposa <strong>de</strong> Don Enrique Henríquez. Por ella, por su bondad infinita, a mi madre<br />

nunca le faltaron el médico, las medicinas y los alimentos que, al cabo <strong>de</strong> muchos meses <strong>de</strong><br />

pa<strong>de</strong>cimiento, junto con la misericordia <strong>de</strong> Dios me salvaron la vida”.<br />

Simpatizando ya con el sujeto, cuyas buenas maneras y discurso poco común contrastaban<br />

con su aspecto y su indumento, Doña Tallita le inquirió:<br />

—”Acaso fue mi esposo el médico que lo atendió?”.<br />

—”No señora; fue Don Heriberto, hermano <strong>de</strong> Doña Lea. Me lo contó, años <strong>de</strong>spués,<br />

la madre”.<br />

Reinaba ya un ambiente <strong>de</strong> mutua confianza y <strong>de</strong> parcial curiosidad, cuando el <strong>de</strong>sconocido<br />

reanudó su interrumpido relato.<br />

—”Mi madre era muy pobre; pero muy agra<strong>de</strong>cida. Sólo con amor y servicio útil podía<br />

reciprocarle a Doña Lea el bien que le había hecho salvando la vida <strong>de</strong> su único hijo. Eso<br />

fue lo que ella me enseñó. Cada vez que, llevado <strong>de</strong> la mano, pasábamos frente a la casa <strong>de</strong><br />

Doña Lea, se <strong>de</strong>tenía; y haciendo señal con un <strong>de</strong>do, me <strong>de</strong>cía:<br />

—”Hijo mío, ahí vive la señora –Doña Lea <strong>de</strong> Castro– a quien tú y yo le <strong>de</strong>bemos tu vida.<br />

Nunca lo olvi<strong>de</strong>s, porque la ingratitud es pecado contra Dios. Si algún día pue<strong>de</strong>s agra<strong>de</strong>cerle<br />

su caridad haciéndole algún bien a ella o a los suyos dale gracias a Dios por haberte<br />

permitido complacer a tu madre, viva o muerta, prestando ese servicio”.<br />

<br />

Aquel hombre sencillo, <strong>de</strong> la clase <strong>de</strong> los humil<strong>de</strong>s para quienes por sus virtu<strong>de</strong>s dijo<br />

Jesús que sería el Reino <strong>de</strong> los Cielos, hizo una pausa para serenarse antes <strong>de</strong> que los nudos<br />

<strong>de</strong> la emoción, apretando su garganta, le impidieran continuar su información.<br />

—”Dios es tan gran<strong>de</strong>, Doña, que hoy me ha dado la felicidad <strong>de</strong> cumplir la herencia<br />

<strong>de</strong> gratitud que me <strong>de</strong>jó mi madre”.<br />

Esas fueron arriba sus últimas palabras. El <strong>de</strong>sconocido se <strong>de</strong>spidió y comenzó a bajar<br />

las escaleras <strong>de</strong>jando a Doña Tallita profundamente sorprendida y en no menor medida<br />

emocionada por la rara experiencia <strong>de</strong> esa noche. Pero no había traspuesto la puerta <strong>de</strong> la<br />

calle cuando aquel sujeto misterioso nuevamente encareció:<br />

—”No se olvi<strong>de</strong>, Doña. Por el amor <strong>de</strong> Dios. Mire que por nada quiero <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> cumplir<br />

la siempre repetida voluntad <strong>de</strong> mi madre muerta”.<br />

<br />

Las campanas <strong>de</strong>l viejo reloj público anunciaban la media noche en punto con doce<br />

sonoras campanadas cuando, sigilosamente, a la puerta <strong>de</strong> la morada <strong>de</strong> mi padre llamaba<br />

tímido y ansioso el Dr. Rodolfo Coiscou1 .<br />

<br />

Previendo que mi padre pudiera escapar por el patio, ya antes <strong>de</strong>l alba el <strong>de</strong>sconocido<br />

que dio oportuno aviso y sus compañeros <strong>de</strong> armas fueron apostados en la terraza trasera <strong>de</strong><br />

una <strong>de</strong> las casas colindantes por el sur. Vana precaución. Antes <strong>de</strong> esfumarse por completo las<br />

sombras <strong>de</strong> la noche, vecina ya la apenas insinuada transparencia <strong>de</strong>l amanecer, mi padre pudo<br />

1 Ya mi padre tenía noticia <strong>de</strong> que al reciente día, temprano, su casa sería allanada para hacerlo preso. Convencido<br />

<strong>de</strong> que mi padre era inocente <strong>de</strong> toda culpa, el juez <strong>de</strong> instrucción comisionado para verificar ese allanamiento,<br />

le envió anticipado aviso.<br />

637

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!