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Biografías y Evocaciones - Banco de Reservas

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COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO | Vo l u m e n III | BIOGRAFÍAS Y EVOCACIONES<br />

ufanados <strong>de</strong>l éxito que habían alcanzado. Al siguiente día, sin embargo, aquella alegría se<br />

trocó en disgusto. Yendo don Juan por el callejón <strong>de</strong> Regina se encontró con un conocido,<br />

a quien saludó diciéndole: “Adiós, mi amigo”, a lo que el otro respondió: “Amigo para<br />

los entierros, para las fiestas parece que no”. Cayó entonces don Juan en la cuenta <strong>de</strong> que<br />

ese amigo había sido olvidado. Siguió a<strong>de</strong>lante. Por la calle <strong>de</strong> la Universidad saludó a un<br />

grupo <strong>de</strong> familia, que apenas le contestó con un gruñido. Se dio entonces cuenta también<br />

<strong>de</strong> que tampoco esa familia había sido invitada. La noche <strong>de</strong>l día siguiente, a tiempo <strong>de</strong> ir a<br />

saludar a otro, vio que le volvía la cara. Tampoco había sido invitado. Fue a su casa lleno <strong>de</strong><br />

angustia; comprobó, con la lista por <strong>de</strong>lante, que efectivamente habían sido olvidadas esas<br />

personas. La familia recordó otras más en ese instante. Monsieur Yé “el barrigón” estaba<br />

allí, y dijo: “También yo recuerdo ahora otros que fueron olvidados”.<br />

Don Juan trató <strong>de</strong> subsanar la falta. Resolvió dar otro baile; pero a fin <strong>de</strong> que nadie<br />

pudiera sentirse enojado dijo: “No habrá invitaciones particulares. Todo el mundo quedará<br />

convidado. Todas mis amista<strong>de</strong>s podrán venir esa noche”. Ese fue el aviso que empezó a<br />

lanzar por todas partes. En esta tarea lo ayudaba Monsieur Yé. “No hay invitación para nadie.<br />

Todas las amista<strong>de</strong>s <strong>de</strong> don Juan podrán asistir al baile”. Llegó la noche <strong>de</strong>l baile. Habíase<br />

anunciado para las nueve. Los músicos llegaron a las nueve menos cuarto. A las nueve, sin<br />

embargo, no había una sola persona. “Esperemos un rato”, <strong>de</strong>cía don Juan; pero a las nueve<br />

y media, nadie había llegado. Monsieur Yé “el barrigón” lo alentaba, diciéndole: “Tal vez<br />

un poco más tar<strong>de</strong>”; pero él no se sentía fortalecido con esas palabras. Allí estaban todos<br />

los preparativos: la sangría, el “bul”, las empanadas, el “gateau” y los <strong>de</strong>más dulces que se<br />

acostumbraban en esa época. A las diez, la sala estaba vacía. Don Juan se <strong>de</strong>sesperaba. No<br />

lo mostraba; hacía, como dice un refrán muy conocido, “<strong>de</strong> tripas corazón”. Entonces tomó<br />

una resolución heroica: “que toque la música; tal vez así venga la gente”. La música tocó un<br />

vals. Inútil; nadie se acercó. Como nadie había sido convidado <strong>de</strong> una manera particular,<br />

persona alguna creyó que <strong>de</strong>bía correspon<strong>de</strong>r a una invitación general, con la cual no se<br />

honraba a nadie. La música tocó una varsoviana, luego una danza; <strong>de</strong>spués una polkamazurca.<br />

Estuvo tocando hasta las doce <strong>de</strong> la noche. ¡No hay que pensar cómo estaría el<br />

ánimo <strong>de</strong> don Juan y el <strong>de</strong> toda su familia! Monsieur Yé se sentía tan responsable como él.<br />

Al otro día, no salió. Suponía que esa <strong>de</strong>bía ser la comidilla <strong>de</strong>l barrio y aún <strong>de</strong> una parte <strong>de</strong><br />

la ciudad. Efectivamente, no se hablaba <strong>de</strong> otra cosa. En esos tiempos todo suceso notable<br />

en el or<strong>de</strong>n doméstico, social, político o <strong>de</strong> cualquiera índole, era motivo <strong>de</strong> una “décima”.<br />

Tan pronto como un suceso ocurría, ya había quien estuviese escribiéndola, para ponerla<br />

<strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> las puertas. Al segundo día, la décima apareció. Decía:<br />

“De música se volvió<br />

El baile <strong>de</strong> Juan Zarazo,<br />

Si fuera un hombre <strong>de</strong> honor<br />

Debiera darse un balazo.<br />

Lo que pasó, lo diré:<br />

Sus múltiples invitados<br />

No han concurrido por qué<br />

Juan ha dado en la manía<br />

De sobarle cada día<br />

La barriga a Monsieur Yé”.<br />

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