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Biografías y Evocaciones - Banco de Reservas

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E. O. GARRIDO PUELLO | NARRACIONES Y TRADICIONES<br />

pasado. Los sucesos y los años se enca<strong>de</strong>nan, se confun<strong>de</strong>n y se pier<strong>de</strong>n en las telarañas <strong>de</strong><br />

la leyenda.<br />

La honra<strong>de</strong>z <strong>de</strong>l campesino sanjuanero era proverbial y limpia. Extranjeros y criollos con<br />

dinero sonante en los bolsillos, tentación <strong>de</strong> maleantes, o efectos <strong>de</strong> uso cotidiano, transitaban<br />

por sus solitarios caminos, largos y difíciles, sin que ningún imprevisto acontecimiento<br />

intranquilizara <strong>de</strong> miedo o <strong>de</strong> sospecha al confiado caminante. Dormían en cualquier <strong>de</strong>svencijado<br />

rancho <strong>de</strong> la ruta y allí, entre humildad y pobreza, recibían cordial hospitalidad y<br />

atenciones a<strong>de</strong>cuadas al ambiente. Los ladrones conocidos eran vulgares rateros. Robaban<br />

chucherías: un racimo <strong>de</strong> rulo, un macuto <strong>de</strong> batata, un pollo, un plantón <strong>de</strong> yuca; pero<br />

eludían y respetaban enredarse en objetos <strong>de</strong> valor. Sus instintos <strong>de</strong> mañosos se enlodaban<br />

en la bajeza <strong>de</strong>l charco. Si <strong>de</strong>saparecía un caballo o una vaca, objetos que podían ser más<br />

codiciados, ya se sabía que el ladrón no era sanjuanero: había que buscarlo entre los forasteros<br />

que rondaban, astutos en su <strong>de</strong>scuidado vivir, por el lugar. Eran los tiempos <strong>de</strong>l pelo<br />

<strong>de</strong> bigote garantizador <strong>de</strong> la palabra empeñada.<br />

Un comerciante vecino y amigo <strong>de</strong> mis padres tenía un peón <strong>de</strong> confianza. No existiendo<br />

en esa época otro medio <strong>de</strong> situar valores, con frecuencia dicho comerciante enviaba su peón,<br />

solo o en compañía <strong>de</strong> Dios, por los caminos solitarios y tentadores <strong>de</strong> Azua con una o más<br />

cajas <strong>de</strong> dinero, sin que jamás un pensamiento malsano pusiera en entredicho su precaria<br />

honra<strong>de</strong>z. Sin embargo, un centavo extraviado en la tienda se perdía en los bolsillos siempre<br />

escurridizos <strong>de</strong>l peón.<br />

El San Juan <strong>de</strong> la Maguana antañón y anquilosado <strong>de</strong> inercia era una plaza gana<strong>de</strong>ra<br />

<strong>de</strong> gran importancia. De Haití, <strong>de</strong>l Cibao y <strong>de</strong> la Capital concurrían a ella los tratantes en<br />

ganado a efectuar sus transacciones comerciales. Uno <strong>de</strong> ellos, español y novato en el oficio,<br />

protagonizó el episodio que vamos a relatar.<br />

El caudaloso Yaque <strong>de</strong>l Sur, refunfuñador y travieso, solía ser un incómodo obstáculo en<br />

las comunicaciones entre Azua y San Juan <strong>de</strong> la Maguana. Mientras el hormigón armado no<br />

domeñó sus coléricos atrevimientos, sus aguas casi siempre sobre su nivel normal, constituían<br />

un peligro para los <strong>de</strong>sconocedores <strong>de</strong> sus taimadas intenciones. El rugir ensor<strong>de</strong>cedor <strong>de</strong>l<br />

río llenó <strong>de</strong> aprensiones al español viajero. En las proximida<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l río se le había unido un<br />

ocasional compañero <strong>de</strong> quien <strong>de</strong>sconocía hasta el nombre. Sin embargo, ingenuo y confiado,<br />

le pidió ayuda. Fiado en el ladino compañero lo puso en posesión <strong>de</strong> sus valijas para que<br />

se las cruzara <strong>de</strong>l río. En las valijas, en oro acuñado, apretadas en inconciencia mercantil,<br />

iba su fortuna.<br />

El astuto campesino aceptó el encargo. Miró sonreído al confiado español y va<strong>de</strong>ó el río<br />

con la pericia propia <strong>de</strong> los moradores <strong>de</strong> los parajes aledaños al río, siguiendo tranquilo su<br />

rumbo sin averiguar la actitud que podía tomar el dueño <strong>de</strong> las valijas.<br />

Por esa época ocupaba la Jefatura Comunal <strong>de</strong> San Juan <strong>de</strong> la Maguana el Gral. W.<br />

Ramírez, personaje distinguido <strong>de</strong> la política y un hombre astuto e inteligente. El español,<br />

que había quedado initual, expresión pintoresca <strong>de</strong> una lejana parienta mía, tomó el único<br />

recurso que aconsejaba la pru<strong>de</strong>ncia y el <strong>de</strong>lictuoso hecho: presentar querella ante la Jefatura.<br />

El Gral. Ramírez oyó con sonrisa irónica las quejas <strong>de</strong>l español, lo cuestionó sobre particularida<strong>de</strong>s<br />

que podían ponerlo en la pista <strong>de</strong>l robo y le dio segurida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> que se ocuparía<br />

con interés <strong>de</strong>l asunto expuesto.<br />

El Gral. Ramírez analizó el suceso y supuso, por las singularida<strong>de</strong>s relatadas y quizás<br />

con justa razón, que el ladrón <strong>de</strong>bía ser <strong>de</strong> la Boca <strong>de</strong> los Ríos, un caserío <strong>de</strong>l vecindario.<br />

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