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Biografías y Evocaciones - Banco de Reservas

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HÉCTOR INCHÁUSTEGUI CABRAL | EL POZO MUERTO<br />

Los que no han viajado o los que sólo lo han hecho por placer no se imaginan cómo se<br />

ven, <strong>de</strong> fuera, los intereses <strong>de</strong>l país, cómo se <strong>de</strong>fien<strong>de</strong> su Gobierno, lo que se empeña uno<br />

en <strong>de</strong>svirtuar eso que ahí van <strong>de</strong>jando, en escritos y en conversaciones, cuantos lo combaten<br />

sin otra razón que sus pasiones y <strong>de</strong>satinos.<br />

El panorama que teníamos por <strong>de</strong>lante no era nada tranquilizador. El Congreso iba a<br />

ser aprovechado por los pequeños grupos <strong>de</strong> exilados que residían en México, en la misma<br />

Cuba, en Nueva York.<br />

Muchos no eran periodistas <strong>de</strong> profesión, pero se las arreglaron para traer cre<strong>de</strong>nciales<br />

en or<strong>de</strong>n que no podíamos impugnar a pesar <strong>de</strong> que todos estaban en el secreto: no los<br />

atraía la reunión por cuanto podría salir <strong>de</strong> ella benéfico para la prensa y para los hombres<br />

que en ella trabajaban en la América toda. Los movía un simple interés político, <strong>de</strong> partido,<br />

bastardo. Venían en pos <strong>de</strong> con<strong>de</strong>naciones y <strong>de</strong> escándalo.<br />

Bosch estuvo a visitarnos, con aire soberanamente protector, pero sin olvidar que en el<br />

grupo había personas con quienes estuvo unido por vínculos <strong>de</strong> vieja amistad.<br />

Le invitamos a cenar con nosotros, una noche en que también nos acompañó don Ramiro<br />

Guerra. Hasta don<strong>de</strong> fue posible guardamos las formas, pero discutimos largamente con él.<br />

Un buen día nos <strong>de</strong>jó una carta. Nosotros al regresar se la contestamos. Andan por ahí<br />

en un folleto titulado Dos cartas para la Historia.<br />

Entramos en conversaciones con el grupo <strong>de</strong> exiliados dominicanos. A veces las entrevistas<br />

eran borrascosas, pero a la larga conseguimos, en contra <strong>de</strong> su interés, en contra <strong>de</strong>l<br />

propósito mismo <strong>de</strong> su viaje a Cuba, me refiero <strong>de</strong>s<strong>de</strong> luego los que habían venido <strong>de</strong> otra<br />

parte, una especie <strong>de</strong> tregua que comprendía los días que iba a durar el Congreso. Habíamos<br />

ganado el primer round.<br />

Una <strong>de</strong> las sesiones plenarias <strong>de</strong>bía celebrarse en Ceiba <strong>de</strong>l Agua, en el Instituto Politécnico,<br />

en el hermoso teatro que tienen allí los alumnos.<br />

Fui al bar, era cantina abierta, y me encontré con un periodista centroamericano<br />

enemigo <strong>de</strong>l Presi<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> su país y aliado <strong>de</strong> todas las oposiciones, las que fueren, <strong>de</strong><br />

América.<br />

Él mismo me lo dijo: sabía que los dominicanos habían llegado a un arreglo con nosotros<br />

y en vista <strong>de</strong> esto él presentaría en la sesión una moción contra la Delegación dominicana,<br />

en parte, y en parte contra el Gobierno <strong>de</strong> nuestro país.<br />

Aquello no me lució bien. Era, me parecía, la intromisión <strong>de</strong> un extraño en problemas<br />

que sólo a los dominicanos nos tocaba ventilar. Quise convencerlo que aquello no era asunto<br />

suyo y que nada lo autorizaba a tomar partido.<br />

Se alzó <strong>de</strong> hombros y no cedió un ápice. Bebíamos ron puro, muy buen ron, y nuestra<br />

conversación fue subiendo <strong>de</strong> tono, pero en un bar una discusión acalorada es lo más natural<br />

<strong>de</strong>l mundo. Nadie se fijaba en nosotros.<br />

—Bien, le dije. Tú presentas la moción y yo estaré a tu lado. Des<strong>de</strong> que mientes a Trujillo te<br />

respon<strong>de</strong>ré con un ataque personal y la sesión se terminaría como el rosario <strong>de</strong> la aurora.<br />

Un poco estupefacto me respondió:<br />

—No, Incháustegui, usted es una persona educada y no hará eso.<br />

—Lo he pensado y lo haré. Mientras tanto sigamos bebiendo nuestros tragos.<br />

Bebíamos y hablábamos, seguíamos discutiendo. En eso se nos acercó Marrero Aristy<br />

y me preguntó al oído:<br />

—¿Qué pasa? Des<strong>de</strong> lejos oía tu voz <strong>de</strong> catarrón acatarrado. ¿Estás peleando?<br />

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