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Biografías y Evocaciones - Banco de Reservas

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COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO | Vo l u m e n III | BIOGRAFÍAS Y EVOCACIONES<br />

usted redactará con toda sinceridad <strong>de</strong> mujer, cada día me dirá usted en él sus impresiones,<br />

lo que le ocurra; hablará usted conmigo. De ese modo mi ausencia será más soportable para<br />

usted y le parecerá más breve. ¿Le parece bien mi i<strong>de</strong>a? ¿La pondrá usted en práctica? Diga,<br />

hijita mía.<br />

Sí, Monseñor, contesté tristemente. Bástame que usted lo <strong>de</strong>see y me lo aconseje; pero<br />

¡ay! ¡qué diferencia!…<br />

¡Es verdad, hija mía! Lo comprendo. ¡Estando lejos no podré yo asistirla, si le ocurre<br />

algo, como si me hallara aquí! Pero hay que saber resignarse ante la necesidad <strong>de</strong> las cosas.<br />

Ensaye usted, hija mía y se convencerá <strong>de</strong> que tengo razón.<br />

Monseñor partió. Al día siguiente comencé a redactar mi Diario. De éste habló él mucho<br />

en las cartas que <strong>de</strong>spués me escribiera y que reproduciré luego aquí; tratando <strong>de</strong> hacerlo,<br />

lo más posible, en or<strong>de</strong>n cronológico, empleando otro or<strong>de</strong>n solamente si es oportuno en<br />

mi intención.<br />

Tuvo razón mi ilustre amigo al aconsejarme que le escribiera diariamente y hasta su<br />

vuelta.<br />

El tiempo me pareció menos largo. Pasó, y Monseñor volvió <strong>de</strong> su viaje.<br />

De ese modo comenzó él a inclinarme a la literatura; halagando así mis secretas aspiraciones<br />

literarias.<br />

A su regreso le envié lo que tenía escrito para él. Iba guardado el cua<strong>de</strong>rnillo en una<br />

cajita <strong>de</strong> terciopelo muy bonita. Copiaré en la segunda parte <strong>de</strong> esta obra, que principiaré<br />

en breve, la carta por la cual correspondió él este envío.<br />

Él quiso que yo continuara escribiéndole en esa forma indirecta y <strong>de</strong> ese modo se han<br />

reunido muchos cua<strong>de</strong>rnillos que conservo, ni sé cómo, porque hele dado tan poca importancia<br />

a lo que escribí, que jamás lo he revisado, así no hubiera sido sino por curiosidad.<br />

Cada día, a medida que se iba interesando en la lectura <strong>de</strong> mis impresiones, me instaba<br />

con mayor empeño para que escribiera algo para el público, encontrándome talento y gusto<br />

estético, <strong>de</strong>cía él. Ya he narrado sobradamente en mi Historia <strong>de</strong> una Novela la resistencia que<br />

hice a ese <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> Monseñor. Tenía miedo al público; era <strong>de</strong>masiado tímida para exponerme<br />

a las críticas que tenía la seguridad <strong>de</strong> merecer si escribía alguna cosa. Mi ilustre amigo fue<br />

dominando esa timi<strong>de</strong>z, sin vencerla enteramente –aún perdura– ¡haciendo que mi esposo<br />

publicara, sin mi consentimiento, lo primero que apareció firmado por mí!<br />

Lo que se proponía Monseñor era encontrar un recurso contra mi tristeza; proporcionarme<br />

una distracción po<strong>de</strong>rosa, por medio <strong>de</strong> un trabajo que me interesara el espíritu y le<br />

absorbiera, si era posible.<br />

Y lo consiguió muchas veces porque, cuando escribo, salgo un poco <strong>de</strong> mí misma. Me<br />

i<strong>de</strong>ntifico con el personaje que quiero retratar o crear y me olvido <strong>de</strong> mí. En los momento<br />

actuales, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hace casi un mes que estoy redactando en ratos <strong>de</strong>socupados estas memorias,<br />

vivo, por <strong>de</strong>cirlo así, con Monseñor <strong>de</strong> Meriño presente; tengo su retrato a la vista y<br />

al escribir lo contemplo. Paréceme que en realidad veo a mi verda<strong>de</strong>ro amigo; que lo estoy<br />

oyendo; que le hablo y que él me escucha con atención afectuosa: con bondadoso interés.<br />

Por eso me he extendido tanto hablando aquí <strong>de</strong> mí, a pesar mío, contra mi propio querer,<br />

más dominada por mis recuerdos tan gratos y tan tristes al mismo tiempo. Mi memoria me<br />

representa tan fielmente los <strong>de</strong>talles minuciosos que he dado sobre mis primeras entrevistas<br />

con Monseñor, que la pluma ha corrido, ha corrido; y no he sabido <strong>de</strong>tenerla.<br />

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