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Biografías y Evocaciones - Banco de Reservas

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COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO | Vo l u m e n III | BIOGRAFÍAS Y EVOCACIONES<br />

Justinito Sambuá, el hijo <strong>de</strong>l haitiano? Pues cuatro tiros <strong>de</strong> trabuco y pasaporte para la<br />

eternidad.<br />

¡Oh San Dimas, Buen Ladrón! ¿Y quién iba a hacer coger al truculento comandante otro<br />

camino?<br />

Una comisión <strong>de</strong> notables <strong>de</strong>l pueblo se aventuró sin embargo a aproximarse a Lasala<br />

para insinuarle que su rigor era extremado. Su respuesta se limitó a estas palabras:<br />

—¡El mejor ladrón es un ladrón muerto! me dijo el general Santana. Conque yo no soy<br />

yo ahora, sino la ley, y si la ley dice eso, son cuentas <strong>de</strong> ella, y no mías. Si uste<strong>de</strong>s son buenos<br />

“suidadanos” aconséjenle al ladrón que no robe; pero no a mí que no mate. El ladrón pue<strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>jar <strong>de</strong> robar; pero yo <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> matarlo, si roba, nequaquam. Yo muero al pie <strong>de</strong>l coco. Así<br />

como se lo digo.<br />

A los tres meses <strong>de</strong> mando <strong>de</strong> Lasala, el número <strong>de</strong> los amigos <strong>de</strong> lo ajeno que habían pagado<br />

con la vida su manía era <strong>de</strong> diez. En cambio la cosa se puso <strong>de</strong> modo que hasta entre los<br />

micifuces <strong>de</strong> cuatro patas apenas había, así parecía al menos, uno que otro con ánimo bastante<br />

para llevarse cualquiera cosita <strong>de</strong>l vecino <strong>de</strong>scuidado. Hubiese creído cualquiera que los amos<br />

ponían empeño en evitarlo por temor <strong>de</strong> que el hurto se les pudiese achacar a ellos…<br />

Un día el comandante Lasala vino a la capital y fue a saludar al presi<strong>de</strong>nte.<br />

—¿Cómo estamos <strong>de</strong> ladrones, comandante? –inquirió éste.<br />

—Hombre, presi<strong>de</strong>nte, yo creo que la cosa va bien. Hace ya un mes que no pasa un robo; pero<br />

me falta la última prueba y <strong>de</strong>spués que yo la haga le diré si queda algún ladrón en Guerra.<br />

Y el comandante Lasala volvió a Guerra dispuesto a su última prueba.<br />

Lasala creía, con la fe <strong>de</strong>l carbonero, en el po<strong>de</strong>r mágico <strong>de</strong> los columnarios. Habíale<br />

enseñado allá en su mocedad, en Neiba, una vieja nigromante <strong>de</strong> la frontera que a quien era<br />

poseedor <strong>de</strong> tres <strong>de</strong> aquéllos, <strong>de</strong>l valor <strong>de</strong> un peso, jamás le abandonaba la fortuna, y tras<br />

afanosa busca entre los ricos <strong>de</strong>l campo y <strong>de</strong>l pueblo había hallado dos, que sumados a uno<br />

heredado por él <strong>de</strong> su padre, completaban la recomendada cifra.<br />

El columnario era una clase <strong>de</strong> peso <strong>de</strong> plata que se comenzó a acuñar en América durante<br />

el reinado <strong>de</strong> Felipe V, y el cual llevaba en el anverso el escudo <strong>de</strong> Castilla y en el reverso la<br />

representación <strong>de</strong> ambos mundos, por medio <strong>de</strong> dos esferas terrestres, entre dos columnas,<br />

coronadas y elevadas sobre el mar, con el lema Plus Ultra a los lados.<br />

A la manera <strong>de</strong> un malabarista consumado, lanzaba al aire por medio <strong>de</strong> sucesivos impulsos<br />

<strong>de</strong> la mano <strong>de</strong>recha los tres consabidos pesos con habilidad tal que cuando el tercero<br />

iba a caer en la siniestra el primero y el segundo se encontraban ya <strong>de</strong> retorno en la diestra,<br />

y esto, a más <strong>de</strong> hacerle célebre entre quienes habían podido presenciar tan ingeniosa suerte,<br />

había hecho saber a todo el vecindario que el comandante Lasala era dueño <strong>de</strong> tres columnarios,<br />

tan notables por la fuerza oculta que les atribuían las cábalas como por su rareza en<br />

aquella época <strong>de</strong> “cuartillas” y “papeletas”.<br />

Al siguiente día <strong>de</strong> su vuelta a Guerra, a raíz <strong>de</strong> la última conversación con el presi<strong>de</strong>nte,<br />

Lasala anunció una visita a las secciones. Debía partir en la madrugada. Algunos en el pueblo<br />

sabían <strong>de</strong>l viaje <strong>de</strong>l comandante. La generalidad lo ignoraba ¿Qué falta hacía?<br />

Más o menos a las cuatro <strong>de</strong> la mañana salieron, pues, <strong>de</strong>l bohío <strong>de</strong> la comandancia <strong>de</strong><br />

armas cuatro hombres: uno armado <strong>de</strong> pistola y machete, tres <strong>de</strong> trabuco y <strong>de</strong> machete también.<br />

Eran Lasala y tres <strong>de</strong> sus hombres. La comandancia daba el frente a la plaza y ésta se hallaba<br />

constituida por un círculo que formaban la iglesia y los mejores bohíos <strong>de</strong>l pueblo.<br />

Ya sentado cada cual en su montura, Lasala exclamó quedamente:<br />

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