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Biografías y Evocaciones - Banco de Reservas

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COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO | Vo l u m e n III | BIOGRAFÍAS Y EVOCACIONES<br />

José Ginebra toda clase <strong>de</strong> amenazas para intimarlo a que obligara al apóstol a entregarse al<br />

nuevo amo <strong>de</strong> la isla. El caudillo separatista oyó, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> una habitación vecina, las conminaciones<br />

dirigidas al dueño <strong>de</strong> la casa, y esperó que avanzara la noche para buscar un refugio más<br />

seguro. A las dos <strong>de</strong> la madrugada puso en práctica su <strong>de</strong>signio, y en compañía <strong>de</strong> Joaquín<br />

Ginebra se trasladó a la resi<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> la madre <strong>de</strong> Juan Alejandro Acosta. María Baltazara,<br />

la dueña <strong>de</strong>l nuevo hogar que iba a servir <strong>de</strong> asilo al Padre <strong>de</strong> la Patria, era una trigueña <strong>de</strong><br />

ánimo varonil y <strong>de</strong> corazón esforzado. Como la mayoría <strong>de</strong> las mujeres que no obe<strong>de</strong>cían a<br />

prejuicios políticos y que se arriesgaban a expresar libremente sus sentimientos patrióticos,<br />

odiaba a los dominadores y fue <strong>de</strong> las que luego se prestaron a transportar, ocultas bajo las<br />

faldas, las municiones que sirvieron para el pronunciamiento <strong>de</strong> la Puerta <strong>de</strong>l Con<strong>de</strong>.<br />

Pero los rastros <strong>de</strong> Duarte eran seguidos con actividad implacable por sus perseguidores.<br />

Juan José Duarte, padre <strong>de</strong>l apóstol, fue informado al día siguiente por Francisco Ginebra <strong>de</strong><br />

que ya las autorida<strong>de</strong>s haitianas, advertidas por elementos nativos que no comulgaban con<br />

la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> la separación, tenían indicios <strong>de</strong>l nuevo refugio <strong>de</strong>l fundador <strong>de</strong> “La Trinitaria”,<br />

y <strong>de</strong> que no tardarían en registrar la resi<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> María Baltazara. Pocos minutos <strong>de</strong>spués,<br />

llegó un nuevo mensaje, traído en esta ocasión por persona cuyos sentimientos <strong>de</strong> adhesión<br />

al jefe <strong>de</strong> la causa separatista habían sido hasta ese momento dudosos: Julián Alfau, padre <strong>de</strong><br />

uno <strong>de</strong> los <strong>de</strong>sertores <strong>de</strong>l movimiento iniciado en 1838. Con toda franqueza, el recién llegado<br />

dio las señas <strong>de</strong>l escondite y tuvo la lealtad <strong>de</strong> aconsejar a los padres <strong>de</strong>l perseguido que<br />

acudieran en su ayuda y le proporcionaran sin pérdida <strong>de</strong> tiempo otro refugio don<strong>de</strong> le fuera<br />

dable escapar a las pesquisas <strong>de</strong> la solda<strong>de</strong>sca haitiana. Juan José Duarte recibió con cierta<br />

frialdad la visita <strong>de</strong> Julián Alfau y puso fin a sus consejos advirtiéndole que no daría ningún<br />

paso que pudiera comprometer a terceras personas. Tras los pasos <strong>de</strong> Alfau, visitó la morada<br />

<strong>de</strong> Juan José Duarte, con idénticos fines, el presbítero Bonilla, quien recomendó al padre <strong>de</strong>l<br />

apóstol que influyera en el ánimo <strong>de</strong> su hijo para <strong>de</strong>cidirlo a presentarse voluntariamente a<br />

las autorida<strong>de</strong>s haitianas. La respuesta fue en esta ocasión tan seca como las anteriores: el<br />

perseguido, quien era mayor <strong>de</strong> edad, tenía plena in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia en sus acciones. Al atar<strong>de</strong>cer,<br />

don Luis Betances, compañero <strong>de</strong> i<strong>de</strong>ales <strong>de</strong>l jefe <strong>de</strong> los separatistas, entró en el hogar<br />

<strong>de</strong> Juan José Duarte y <strong>de</strong> doña Manuela Diez para recomendar a las hermanas <strong>de</strong>l apóstol<br />

que bailaran e hicieran otras manifestaciones <strong>de</strong> júbilo con el fin <strong>de</strong> que dieran fuerza a la<br />

especie <strong>de</strong> que el caudillo se hallaba ya fuera <strong>de</strong>l alcance <strong>de</strong> sus perseguidores.<br />

Todas las incitaciones habían resultado hasta ese momento infructuosas. Los padres <strong>de</strong><br />

Duarte, escarmentados por las continuas <strong>de</strong>laciones <strong>de</strong> que habían sido víctimas los promotores<br />

<strong>de</strong> la in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia en los últimos tiempos, se negaban a tomar ningún partido. Pero<br />

ya al cerrar la noche, irrumpió <strong>de</strong> improviso en la estancia <strong>de</strong> la calle “Isabel la Católica” el<br />

coronel Francisco <strong>de</strong>l Rosario Sánchez, quien acababa <strong>de</strong> llegar, con la ropa todavía húmeda,<br />

<strong>de</strong> la población <strong>de</strong> Los Llanos. El inesperado visitante requirió, sin más preámbulos, que se le<br />

llevara a presencia <strong>de</strong>l caudillo. Juan José Duarte oyó impasible los encarecimientos <strong>de</strong> Sánchez<br />

para que se le revelasen las señas <strong>de</strong>l lugar que servía al prócer <strong>de</strong> asilo. El silencio <strong>de</strong>l dueño<br />

<strong>de</strong> la casa acabó por exasperar al recién venido, quien sacó <strong>de</strong>l fondo <strong>de</strong> su chaqueta un puñal<br />

y agitándolo con mano nerviosa en el aire, dirigió al padre <strong>de</strong> Duarte las siguientes palabras:<br />

“Don Juan: quiero saber dón<strong>de</strong> está Juan Pablo, porque nos liga este juramento sagrado: el <strong>de</strong> morir<br />

juntos por la patria; si usted <strong>de</strong>sconfía <strong>de</strong> mí le probaré que no soy <strong>de</strong> los traidores lanzándome con<br />

este puñal sobre las tropas que cercan en este mismo instante su casa”. La reacción <strong>de</strong>l interpelado<br />

no tardó en manifestarse en forma categórica: “Dime dón<strong>de</strong> le esperas: yo no puedo <strong>de</strong>sconfiar<br />

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