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Biografías y Evocaciones - Banco de Reservas

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COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO | Vo l u m e n III | BIOGRAFÍAS Y EVOCACIONES<br />

Los amalecitas son bien conocidos <strong>de</strong> los lectores <strong>de</strong>l texto sagrado <strong>de</strong>bido a que fueron<br />

ellos quienes atacaron a Israel <strong>de</strong>spués que éste aplacó su sed con el agua que Moisés hizo<br />

brotar <strong>de</strong> una piedra. En aquella ocasión Amalec atacó a Israel en Rafidim, en cuya colina<br />

estuvo Moisés con el cayado en alto todo el tiempo que duró el ataque; y como Israel perdía<br />

terreno cada vez que Moisés, cansado, bajaba el brazo, Arón y Jur se lo sostuvieron en alto<br />

hasta el final <strong>de</strong> la batalla, que fue favorable a Israel. Una vez lograda la victoria, Moisés<br />

aseguró que Yavé le había prometido borrar a Amalec <strong>de</strong> la tierra algún día, y por lo visto<br />

le tocaba a Saúl dar cumplimiento a la terrible <strong>de</strong>cisión.<br />

Saúl reunió un ejército <strong>de</strong> más <strong>de</strong> doscientos mil hombres, y como para equipar esa tropa<br />

se requerían muchas lanzas, espadas y provisiones –cosas que no <strong>de</strong>bían ser abundantes<br />

al terminar la guerra contra el opresor filisteo–, es <strong>de</strong> pensar que entre el final <strong>de</strong> la guerra<br />

<strong>de</strong> 1038 A. <strong>de</strong> C., y el ataque a Amalec <strong>de</strong>bió transcurrir algún tiempo. Aquí volvemos al<br />

problema <strong>de</strong> la cronología, para nosotros <strong>de</strong> alguna importancia en este caso porque la casi<br />

total <strong>de</strong>strucción <strong>de</strong> los amalecitas por Saúl resultaría, con los años favorable a los <strong>de</strong>signios<br />

<strong>de</strong> David, que pudo guerrear con ellos y vencerlos porque todavía en su época no se habían<br />

repuesto <strong>de</strong>l golpe que les propinó Saúl. Si la guerra santa <strong>de</strong> Saúl contra Amalec se produjo<br />

en 1035 A. <strong>de</strong> C., la obra <strong>de</strong> <strong>de</strong>strucción que llevó a cabo fue tan consumada que veinticinco<br />

años <strong>de</strong>spués Amalec podría ser vencido por menos <strong>de</strong> seiscientos hombres, que eran los<br />

seguidores <strong>de</strong> David cuando los venció. El po<strong>de</strong>río <strong>de</strong> Amalec <strong>de</strong>bió ser gran<strong>de</strong>, puesto que<br />

Saúl puso en armas doscientos mil hombres para atacarle.<br />

Saúl venció fácilmente, sin embargo, pasó a cuchillo a todo el pueblo, pero <strong>de</strong>jó vivo a su<br />

rey, llamado Agag, tal vez para mostrarlo en Israel como prueba patente <strong>de</strong> su victoria y tal<br />

vez porque era el primer rey enemigo que capturaba; a<strong>de</strong>más, se llevó consigo los mejores<br />

animales <strong>de</strong> carne y lana <strong>de</strong> los vencidos, todo lo cual era una infracción a las leyes <strong>de</strong> la<br />

guerra santa. Esa infracción originó la ruptura <strong>de</strong>finitiva con Samuel.<br />

La escena <strong>de</strong>l rompimiento es dramática. Samuel le echó en cara a Saúl su impiedad<br />

al burlar la voluntad <strong>de</strong> Yavé, y el rey, viendo al anciano sacerdote alejarse, le sujetó por<br />

el manto, que se rompió <strong>de</strong>l tirón. Por cierto, que no <strong>de</strong>bía ser <strong>de</strong> poco uso ese manto, lo<br />

cual concuerda con la austeridad <strong>de</strong>l juez que ni siquiera el obsequio <strong>de</strong> una sandalia había<br />

aceptado <strong>de</strong> su pueblo. La cólera <strong>de</strong> Samuel era incontenible. Pidió a Saúl que mandara en<br />

busca <strong>de</strong> Agag, el rey amalecita, quien al ver a Samuel sólo atinó a <strong>de</strong>cir: “¡Qué amarga es<br />

la muerte!”. A lo que respondió el sacerdote: “Así como a tantas madres privó tu espada<br />

<strong>de</strong> hijos, así será entre las mujeres tu madre privada <strong>de</strong> su hijo”. Y él mismo le dio muerte<br />

(I Sam., 15:32,33).<br />

Esto sucedió en Gálgala, don<strong>de</strong> se hallaba Saúl. De Gálgala salió Samuel hacia Rama.<br />

Nunca más, en vida, volvería el anciano Samuel a visitar a Saúl. Ya en plena persecución <strong>de</strong><br />

David, Saúl iría a Rama y se prosternaría a los pies <strong>de</strong> Samuel, pero no hay constancia <strong>de</strong> que<br />

éste le perdonara. Muchos años <strong>de</strong>spués, cuando la muerte rondaba a Saúl, hizo el rey que<br />

una adivina llamara al espíritu <strong>de</strong> Samuel para que le dijera qué le reservaba el porvenir. El<br />

espíritu <strong>de</strong>l antiguo juez se expresó en la lengua severa que había usado en vida. “¿Por qué<br />

has turbado mi reposo, evocándome?”, preguntó. Y cuando Saúl explicó que Yavé no quería<br />

oírle, que los filisteos iban a darle batalla en breve, el alma <strong>de</strong> Samuel se refirió al episodio<br />

<strong>de</strong> la ruptura. He aquí cómo habló su espíritu:<br />

“Yavé hace lo que te había predicho por mi boca: arranca el reino <strong>de</strong> tus manos para<br />

dárselo a otro, a David. Porque no obe<strong>de</strong>ciste a Yavé y no trataste a Amalec según el ardor<br />

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