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Biografías y Evocaciones - Banco de Reservas

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COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO | Vo l u m e n III | BIOGRAFÍAS Y EVOCACIONES<br />

El <strong>de</strong>senterrador<br />

El sujeto <strong>de</strong> esta narración tenía una rara ocupación. Más que ocupación <strong>de</strong>bía ser un<br />

estado morboso. Sólo así se explica su disposición permanente a curiosear entre mortuorios<br />

y cementerios. Se llamaba Cayetano Patricio; pero era más conocido por el mote <strong>de</strong> Gollo <strong>de</strong><br />

Dios. Asiduo visitante <strong>de</strong> todo enfermo grave, se le veía como un mal presagio. Era la sombra<br />

negra <strong>de</strong> todo moribundo. Enfermo que recibía su visita iba seguro camino <strong>de</strong>l cementerio;<br />

su agorera presencia se tomaba como una segura sentencia <strong>de</strong> muerte.<br />

La actitud misteriosa <strong>de</strong> Gollo <strong>de</strong> Dios y algunos indicios reveladores, hicieron propagar<br />

la noticia, por lo bajo y como comidilla <strong>de</strong> comadres, <strong>de</strong> que tenía por oficio <strong>de</strong>senterrar los<br />

muertos y robarles sus vestuarios. El rumor circulaba por villas y campos y hasta llegó a<br />

oídos <strong>de</strong> la jefatura <strong>de</strong>l pueblo; pero como nadie afirmaba nada en concreto, las autorida<strong>de</strong>s<br />

se hicieron sordas, no obstante los <strong>de</strong>cires que aseguraban que lo habían visto lucir camisas<br />

y otros objetos con que habían sido enterradas personas conocidas.<br />

Hay un viejo refrán que dice que tanto va el cántaro al agua hasta que al fin se rompe.<br />

Es el caso <strong>de</strong> Gollo <strong>de</strong> Dios. Un día resolvió morirse Juan Hidalgo, persona afamiliada y<br />

<strong>de</strong> muchos compadres. El enterramiento llevóse a efecto en el cementerio <strong>de</strong> La Maguana.<br />

Uno <strong>de</strong> los amigos <strong>de</strong>l muerto, terminada la piadosa inhumación, se dirigió al poblado<br />

<strong>de</strong> Juan <strong>de</strong> Herrera con el propósito <strong>de</strong> visitar conocidos. Por la media noche, <strong>de</strong> retorno,<br />

al pasar frontero al cementerio, se le ofreció a la vista una escena macabra: la caja <strong>de</strong> Juan<br />

Hidalgo, <strong>de</strong> pie en el hoyo, le presentaba la figura <strong>de</strong>l amigo muerto. Saturnino, que así<br />

se llamaba el jinete, trastornado por lo que veían sus ojos, lleno <strong>de</strong> terror por la macabra<br />

aparición, sólo acertó a <strong>de</strong>cir socorro y repitiendo esta palabra <strong>de</strong>saforadamente, sin<br />

interrupción, tirado sobre el caballo y sólo guiado por el instinto <strong>de</strong>l noble animal, llegó a<br />

su casa sin conocimiento, permaneciendo en ese estado por muchas horas. Para Saturnino,<br />

campesino simple, la visión terrorífica <strong>de</strong> aquella noche confirmaba su creencia, heredada<br />

<strong>de</strong> los mayores, <strong>de</strong> la aparición <strong>de</strong> los difuntos. Sin embargo, el Jefe Comunal, que lo era a<br />

la Sazón el General W. Ramírez, fue <strong>de</strong> otra opinión. No creyó en espectros. Amparado en<br />

los rumores que corrían sobre Gollo <strong>de</strong> Dios, or<strong>de</strong>nó su prisión y para asombro <strong>de</strong> todos<br />

los que conocían los <strong>de</strong>cires, éste no negó la imputación. La aceptó <strong>de</strong> muy buen humor,<br />

contando sus hazañas cementeriles con la mayor naturalidad y sangre fría. Para Gollo <strong>de</strong><br />

Dios <strong>de</strong>senterrar difuntos y <strong>de</strong>spojarlos <strong>de</strong> sus prendas y vestimentas era una función<br />

tan natural, según expresó, como para otros trabajar la agricultura, vigilar su ganado o<br />

<strong>de</strong>stinar su tiempo a algún oficio lucrativo.<br />

—Yo <strong>de</strong>sentierro muertos como medio <strong>de</strong> ganarme la vida, –dijo–. Hace años que ejerzo<br />

ese oficio. De los ataú<strong>de</strong>s tomo todo lo útil que encuentro. Uso o vendo mis hallazgos según<br />

mis diarias necesida<strong>de</strong>s. Las ventas son siempre efectuadas en sitios lejanos al lugar don<strong>de</strong><br />

vivía el difunto <strong>de</strong>spojado. Mi oficio es <strong>de</strong>senterrar muertos para aprovecharme <strong>de</strong> los valores<br />

que se colocan en la caja y que allí se per<strong>de</strong>rían faltándoles el uso a<strong>de</strong>cuado. Es un oficio<br />

como cualquiera otro; pero para el cual hay que tener valor y no creer en aparecidos.<br />

Todas estas <strong>de</strong>claraciones las hacía con cinismo enfermizo. Su drama final fue una jugarreta<br />

<strong>de</strong> la suerte, una trampa que le estropeó el negocio y dio con su humanidad en el sepo<br />

<strong>de</strong> la cárcel, el método primitivo <strong>de</strong> asegurar los presos peligrosos practicado en la época<br />

<strong>de</strong> los sucesos que narro.<br />

Lo ocurrido fue muy sencillo. El cementerio <strong>de</strong> La Maguana quedaba junto al camino<br />

real. Mientras Gollo <strong>de</strong> Dios se entretenía en su lúgubre faena <strong>de</strong> remover la sepultura y<br />

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