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Biografías y Evocaciones - Banco de Reservas

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AMELIA FRANCASCI | MONSEÑOR DE MERIÑO ÍNTIMO<br />

¡Sí, Amelia! ¡La vida <strong>de</strong> este su pobre amigo sólo tiene fugaces respiros! Cércanme las<br />

contrarieda<strong>de</strong>s y paso días <strong>de</strong> tales ahogos en este cargo que ejerzo, que no pue<strong>de</strong> usted ni<br />

aún imaginarlos.<br />

El mismo día en que su esposo me mandó la estimadísima carta <strong>de</strong> usted y su Fantasía<br />

sólo tuve tiempo para leer aquella. Al siguiente vi la Fantasía. De esta hablaremos cuando<br />

tenga el gusto <strong>de</strong> ver a usted para lo cual exten<strong>de</strong>ré una <strong>de</strong> estas tar<strong>de</strong>s mis reducidos paseos.<br />

Mientras tanto, haga copiar su obra, para que me sea posible leerla <strong>de</strong> corrido (¡dispense!)<br />

y fijarme mejor en la forma y en el asunto.<br />

Yo mismo pensé ir a llevarle el manuscrito, pero no he podido. Hasta la próxima semana<br />

no me será permitido salir <strong>de</strong> aquí <strong>de</strong> tar<strong>de</strong>.<br />

Y ¡vamos, Amelia, no esté triste, por Dios! ¡Ni se crea sola! ¡Usted tiene muchos que la<br />

quieren! ¡Y hay quien piense constantemente en usted! ¡Anímese; pasee por el campo; vaya<br />

con frecuencia a orilla <strong>de</strong>l mar y empéñese en alimentarse! ¡Sacuda penas y quebrantos!<br />

¡Deseo tanto verla!<br />

Amelia, mi noble hija, usted no pue<strong>de</strong> imaginarse cuánto la aprecia, distingue y admira,<br />

su afectísimo.<br />

P. Meriño.<br />

¡Qué carta tan afectuosa esta! ¿Quién no compren<strong>de</strong> que había sido dictada por el corazón<br />

<strong>de</strong> aquel hombre tan gran<strong>de</strong> y tan espontáneo en sus sentimientos, como sincero y<br />

magnífico era para todo lo <strong>de</strong>más?<br />

La Fantasía <strong>de</strong> que hablaba era mi Pepe, Pepe y José, capricho <strong>de</strong> mi imaginación <strong>de</strong> enferma,<br />

que escribiera yo el primer día en que <strong>de</strong>jé la cama, allá en la estancia.<br />

Mostrélo a mi esposo y él se adueñó <strong>de</strong> mi insignificante trabajo y lo envió a Monseñor.<br />

Más tar<strong>de</strong> mi entusiasta amigo Don José Joaquín Pérez, lo admiró y lo dio a la prensa.<br />

Yo no me ocupé <strong>de</strong> él para nada. El gran poeta me pidió una serie <strong>de</strong> cuentos como ese y se<br />

los prometí, sin po<strong>de</strong>r luego cumplir mi palabra.<br />

Carta vigésimo sexta<br />

Mi queridísima: ayer tar<strong>de</strong> me he llevado un solemne chasco. Fui a la estancia a eso<br />

<strong>de</strong> las 4 y me dijo un viejo, que salió a recibirme, que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> las 2 había usted venido a<br />

la ciudad.<br />

Al regresar <strong>de</strong>túveme un rato, conversando con mi comadre, Doña Dolores Lavastida<br />

<strong>de</strong> Báez en su casa <strong>de</strong> campo en el mismo camino y me volví a mi rincón; no pasé por don<strong>de</strong><br />

usted porque supuse que algo <strong>de</strong> importancia la había hecho venir a la ciudad y que podía<br />

yo importunarla.<br />

Si usted no se vuelve pronto, tenga la bondad <strong>de</strong> avisármelo para ir a verla aquí, no esta<br />

tar<strong>de</strong> porque estoy muy ocupado, pero tal vez mañana.<br />

Sé que usted se encuentra bastante mejorada y espero que siga reponiéndose para satisfacción<br />

<strong>de</strong> los que la quieren como su afectísimo.<br />

P. M.<br />

xxxIV<br />

¡Sí! Hacía dos meses que habitaba yo en el campo y tuve que ir a mi casa por asunto<br />

comercial, con toda urgencia, por <strong>de</strong>searlo así mi esposo; y pasar algunos días en ella antes<br />

<strong>de</strong> volverme. Había recomendado esa mañana que lo avisaran a mi ilustre amigo, pero no<br />

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