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Biografías y Evocaciones - Banco de Reservas

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JOAQUÍN BALAGUER | EL CRISTO DE LA LIBERTAD<br />

cierto encanto <strong>de</strong> naturaleza salvaje. Basta asomarse al Orinoco o a<strong>de</strong>ntrarse algunos pasos<br />

en el mar <strong>de</strong> árboles entrecruzados que a poca distancia <strong>de</strong> allí encrespa sus ramajes y cubre<br />

la tierra con un manto <strong>de</strong> verdura, para arrobarse en la contemplación <strong>de</strong> mil cosas peregrinas:<br />

aves <strong>de</strong> los más extraños matices, arbustos <strong>de</strong> todas las formas y <strong>de</strong> todos los aromas,<br />

árboles <strong>de</strong> gigantescas proporciones a cuyos pies hormiguea todo un mundo minúsculo; y<br />

por don<strong>de</strong>quiera, un fuerte olor a humedad y a suelo virgen, semejante al que <strong>de</strong>bieron <strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>spedir los bosques y los prados cuando todavía la tierra, <strong>de</strong> reciente hechura, no había<br />

sido manchada por las pasiones <strong>de</strong> los hombres.<br />

En esta al<strong>de</strong>a <strong>de</strong> los An<strong>de</strong>s se recluyó Duarte en 1845. Durante doce años permanecerá en<br />

ese <strong>de</strong>sierto casi sin comunicación alguna con el resto <strong>de</strong>l mundo. ¿Qué vida hizo durante el<br />

tiempo en que permaneció allí oscuro y olvidado? La historia no conserva sino muy escasos<br />

testimonios sobre las activida<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l apóstol en este período <strong>de</strong> su existencia azarosa. Pero<br />

es fácil reconstruir su diario <strong>de</strong> horas, porque en la soledad que se ha impuesto, la vida tiene<br />

constantemente el mismo tono y discurre con igual monotonía. La población <strong>de</strong> Río Negro,<br />

durante la época en que allí se recluye el <strong>de</strong>sterrado, está constituida por gente rústica que<br />

carece <strong>de</strong> toda inquietud espiritual y a la que la proximidad <strong>de</strong> la selva envuelve en cierta<br />

atmósfera <strong>de</strong> primitivismo candoroso. La vida no es difícil en este rincón remoto, y a ello<br />

contribuye no sólo la extrema simplicidad <strong>de</strong> las costumbres, sin más exigencias que las<br />

estrictamente primarias, sino también la abundancia <strong>de</strong> caza y la riqueza <strong>de</strong>l suelo, que no<br />

escatima a nadie sus frutos ni sus aguas y que permite a todos vivir con poco esfuerzo <strong>de</strong><br />

los recursos comunes. Duarte ha ido allí en busca <strong>de</strong> sosiego para su espíritu, y se resigna a<br />

vivir en medio <strong>de</strong> la mayor pobreza. Los vecinos, a cambio <strong>de</strong> un poco <strong>de</strong> instrucción que<br />

el apóstol suministra a la niñez <strong>de</strong> la al<strong>de</strong>a, le permiten compartir sus escuálidos medios <strong>de</strong><br />

subsistencia y disfrutar a sus anchas <strong>de</strong> la paz <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sierto.<br />

La estancia en Río Negro constituye por sí sola una prueba <strong>de</strong> que Duarte era un ser<br />

extraordinario. Para medir el sacrificio que se impuso voluntariamente, basta recordar que<br />

el apóstol, quien había sido rico y había disfrutado en Europa <strong>de</strong> las exquisiteces suntuarias<br />

<strong>de</strong> la vida civilizada, no gozó durante este tiempo ni siquiera <strong>de</strong>l placer espiritual <strong>de</strong> la<br />

conversación con personas <strong>de</strong> la misma cultura. La meditación y la lectura fueron en esta<br />

temporada <strong>de</strong> aislamiento su ocupación constante. Por medio <strong>de</strong> estos ejercicios espirituales,<br />

convertidos en faena diaria, llega Duarte gradualmente hasta el punto máximo <strong>de</strong> perfección<br />

que cabe en la naturaleza humana. Los gran<strong>de</strong>s penitentes <strong>de</strong> la Iglesia, aquellos que<br />

pasaron casi la vida entera en el <strong>de</strong>sierto y allí aprendieron a <strong>de</strong>scargar la carne <strong>de</strong> todas sus<br />

impurezas terrenales, no igualan en paciencia y en resignación al solitario <strong>de</strong> Río Negro. Si la<br />

verda<strong>de</strong>ra santidad consiste en vencerse a sí mismo y en ejercer completo imperio sobre sus<br />

instintos, el prócer dominicano alcanzó ese i<strong>de</strong>al <strong>de</strong> manera absoluta. Su expiación resulta<br />

todavía más gran<strong>de</strong> cuando se piensa que el aislamiento que voluntariamente se impuso<br />

no se <strong>de</strong>bió a un impulso <strong>de</strong> soberbia ni a un arranque <strong>de</strong> <strong>de</strong>specho. Si hubiera quedado en<br />

su alma, cuando tomó esa resolución heroica, algún rezago <strong>de</strong> ambición o algún resto <strong>de</strong><br />

orgullo, hubiera buscado el modo <strong>de</strong> alimentar <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el exilio la hoguera <strong>de</strong> las revoluciones,<br />

o hubiese proferido alguna vez palabras <strong>de</strong> venganza contra sus perseguidores o hubiera<br />

salido <strong>de</strong> su retraimiento cuando el presi<strong>de</strong>nte Jiménez llamó en 1848 a los próceres <strong>de</strong>sterrados<br />

por Santana y garantizó su retorno con un <strong>de</strong>creto <strong>de</strong> amnistía. Otros caudillos <strong>de</strong> la<br />

causa separatista, más impacientes o <strong>de</strong> corazón menos austero, volvieron al país tan pronto<br />

<strong>de</strong>sapareció Santana <strong>de</strong>l po<strong>de</strong>r y participaron con voracidad en el reparto <strong>de</strong> las jerarquías<br />

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