23.04.2013 Views

Biografías y Evocaciones - Banco de Reservas

Biografías y Evocaciones - Banco de Reservas

Biografías y Evocaciones - Banco de Reservas

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO | Vo l u m e n III | BIOGRAFÍAS Y EVOCACIONES<br />

Con dolor veía cómo pasaba, veloz, inclemente, el tiempo y se acercó la hora <strong>de</strong> otro<br />

chapuzón y otro esfuerzo para retornar al lado <strong>de</strong>l auto.<br />

Aproveché un <strong>de</strong>scuido:<br />

—¿Te vas a quedar a vivir aquí?<br />

—Eso me han dicho.<br />

—¿Y es verdad que te vas a casar?<br />

—Bueno, mi tía quiere, pero a mí no me han dicho nada. Lo que sé me lo han dicho mis<br />

primos. Si mi tía quiere, entonces me casaré.<br />

Una gran tristeza se apo<strong>de</strong>ró <strong>de</strong> mí. Era verdad.<br />

Pasamos el río. El auto echó a andar, <strong>de</strong>spués que nos vestimos con los pantalones<br />

mojados. Los saltos <strong>de</strong>l carricoche me sorprendían dolorosamente. A pesar <strong>de</strong> sus empeños<br />

permanecí callado, o contestaba con monosílabos.<br />

Me fui a casa. Estaban cenando. Me cambié el pantalón y no quise comer, arguyendo<br />

que ya lo había hecho, y me fui a la calle, a caminar sin rumbo cierto.<br />

Me dirigí maquinalmente al Malecón. Quedaban en el cielo, por el oeste, restos rojizos<br />

<strong>de</strong> la agonía <strong>de</strong>l sol o las luces <strong>de</strong> aquella parte <strong>de</strong> la ciudad se proyectaban sobre nubes<br />

bajas inmóviles. No lo sé.<br />

A veces pasaba con sus dos chorros <strong>de</strong> luz débil un auto. En las sombras crecientes se<br />

acurrucaban las parejas, huyendo <strong>de</strong> las zonas mal iluminadas por unos viejos faroles. El<br />

mar cerca batía mugidor las rocas, incansablemente.<br />

Llegaron a mis oídos las notas <strong>de</strong> una guitarra. Dedos poco expertos buscaban frases que<br />

no se completaban, que se interrumpían bruscamente. Entonces el <strong>de</strong>do acuciaba lentamente<br />

al bordón y las graves vibraciones me llegaban dispersas, inseguras.<br />

Era un grupo pequeño, podía adivinarlo, reunido al re<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> una botella que no veía.<br />

Era domingo, día <strong>de</strong> Baco.<br />

Despreocupadamente me acerqué. Por fin se inició con cierta gracia una especie <strong>de</strong><br />

preludio y una voz hermosa, bien timbrada y juvenil, rompió el silencio:<br />

“Ausencia quiere <strong>de</strong>cir olvido”.<br />

Silabeó claro, absolutamente claro para mi <strong>de</strong>sgracia. Me hirió como un rayo. Desolado<br />

corrí a mi casa y entré como una tromba a mi aposento. Me tiré vestido sobre la cama, a<br />

llorar. Ya sí sabía para qué sirven las lágrimas.<br />

Oí la voz <strong>de</strong> mi padre en la sala:<br />

—No, <strong>de</strong>be ser algún dolor <strong>de</strong> barriga.<br />

Me dormí. La herida fue cerrando poco a poco, pero fue cerrando.<br />

Veinte o veinticinco años <strong>de</strong>spués volví a verla. No, yo no pu<strong>de</strong> estar prendado <strong>de</strong> eso<br />

que había <strong>de</strong>jado en ella la vida, sus ojos no eran sus ojos ni sus manos sus manos. Aquella<br />

voz no tenía ni los acentos ni los matices que yo conocí y que podía recordar.<br />

Qué entrevista más triste, más inútil y más inhumana: no encontré nada agradable que<br />

<strong>de</strong>cirle, sorprendido, apenado, acongojado. Cuando le tendía la mano para <strong>de</strong>spedirme,<br />

tratando <strong>de</strong> acortar unos minutos que me supieron muy amargos, en sus pobres ojos <strong>de</strong>scubrí<br />

que ella se había dado cuenta <strong>de</strong>l mal efecto que me había producido, y dos lágrimas<br />

brotaron <strong>de</strong> sus ojos, tranquilamente, sin esfuerzo, casi sin dolor, porque los dolores gran<strong>de</strong>s<br />

son parcos.<br />

Me había iniciado en una práctica a la cual tuve que volver muchas veces. El amor, dios<br />

travieso, ha puesto muchos ríos crecidos en mi camino, entre la amada y yo. Ahora era uno<br />

438

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!