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Biografías y Evocaciones - Banco de Reservas

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COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO | Vo l u m e n III | BIOGRAFÍAS Y EVOCACIONES<br />

La resignación <strong>de</strong> Duarte llega hasta el extremo <strong>de</strong> no verter su dolor en alusiones contra<br />

personas <strong>de</strong>terminadas:<br />

Ocho los míseros eran<br />

que mano aviesa lanzaba<br />

en pos <strong>de</strong> sus compañeros…<br />

Lo que caracteriza al Padre <strong>de</strong> la Patria es precisamente la elevación <strong>de</strong> su alma, que no<br />

abrigó nunca sentimiento <strong>de</strong> venganza alguno. La historia no conserva una sola carta suya<br />

en que el resentimiento asome su cara <strong>de</strong>scompuesta y rencorosa. Sobre la altura moral en<br />

que respira esta conciencia, una <strong>de</strong> las más limpias que el mundo ha conocido, los sentimientos<br />

nacen purificados por una especie <strong>de</strong> aire celestial como las flores que crecen en la<br />

cima <strong>de</strong> los picachos. La historia dominicana, en la que ha habido santos irascibles como el<br />

Padre Billini y santos vengadores como Monseñor <strong>de</strong> Meriño, no ofrece otro ejemplo <strong>de</strong> un<br />

hombre que haya tenido semejante imperio sobre sí y sobre sus pasiones. Des<strong>de</strong> la cumbre<br />

<strong>de</strong> su inmensa serenidad, <strong>de</strong> su resignación increíble y <strong>de</strong> su mansedumbre ilimitada, Duarte<br />

contempla a los hombres con un inagotable sentido <strong>de</strong> indulgencia. Santana, severo como un<br />

familiar <strong>de</strong>l Santo Oficio y sanguinario como un tártaro, sólo le resulta abominable cuando<br />

trabaja para menoscabar la in<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> la patria o cuando <strong>de</strong> pie sobre su trono <strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>spotismo vierte sangre, sangre inocente o culpable, pero sangre dominicana.<br />

Muchas noches <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber sentido en su alma el frío <strong>de</strong> la ausencia, pero antes<br />

<strong>de</strong> que las primeras ráfagas heladas le anunciaran la proximidad <strong>de</strong> Hamburgo, Duarte<br />

llega con una resolución heroica al final <strong>de</strong> sus meditaciones. El barco que lo conduce no ha<br />

caminado sobre el mar con tanta prisa como esa otra nave interior que navega sobre su alma<br />

y que lo lleva hacia el puerto don<strong>de</strong> sus inquietu<strong>de</strong>s lograrán el reposo <strong>de</strong>finitivo y don<strong>de</strong><br />

nunca más verá encresparse a sus pies el oleaje <strong>de</strong> las pasiones amotinadas. Su <strong>de</strong>cisión está<br />

ya <strong>de</strong>finitivamente adoptada: plantará su tienda, su pobre tienda <strong>de</strong> peregrino arruinado,<br />

bajo cielos remotos, adon<strong>de</strong> no llegue el eco <strong>de</strong> las disputas <strong>de</strong> los hombres y adon<strong>de</strong> nadie<br />

pueda ir en su busca para lanzarlo otra vez como una manzana <strong>de</strong> discordia en medio <strong>de</strong> sus<br />

conciudadanos. Si Hamburgo pudiera ser sitio apropiado para sepultar su vida, se quedaría<br />

allí como una cifra <strong>de</strong>stinada a borrarse entre las muchedumbres <strong>de</strong> la ciudad populosa. Con<br />

ese pensamiento <strong>de</strong>sembarca en la urbe teutona. En compañía <strong>de</strong> Juan Isidro Pérez y <strong>de</strong> los<br />

hermanos Félix y Monblanc Richet, dirige sus pasos hacia la mo<strong>de</strong>sta “casa <strong>de</strong> marineros”<br />

que servirá <strong>de</strong> albergue en aquel suelo extraño a los proscriptos.<br />

Duarte se ve pronto obligado a <strong>de</strong>sechar la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> permanecer en Europa. El invierno<br />

se anuncia con cru<strong>de</strong>za, y los viajeros disponen apenas <strong>de</strong> algunas prendas <strong>de</strong> vestir impropias<br />

para el clima. No es fácil, por otra parte, obtener trabajo en aquella ciudad llena <strong>de</strong><br />

movimiento en que los <strong>de</strong>sterrados echan <strong>de</strong> menos la cálida acogida <strong>de</strong> las poblaciones<br />

latinas con su hospitalidad generosa. Ninguno <strong>de</strong> ellos posee la lengua, lo que dificulta<br />

aún más sus movimientos y lo que los obliga a permanecer aislados en medio <strong>de</strong> la Babel<br />

helada. Mientras se pasean diariamente por el puerto, en busca <strong>de</strong> una embarcación que<br />

los conduzca <strong>de</strong> nuevo a tierra americana, Duarte ve transcurrir con horror los días grises<br />

<strong>de</strong>l mes <strong>de</strong> noviembre, muy frío ya para los cuatro hijos <strong>de</strong>l trópico, y para el apóstol, más<br />

que para nadie, <strong>de</strong>masiado triste con los árboles <strong>de</strong>snudos y con las hojas caídas como las<br />

alas <strong>de</strong> su esperanza.<br />

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