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Biografías y Evocaciones - Banco de Reservas

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los propios intereses o el interés <strong>de</strong> nuestra concepción <strong>de</strong>l mundo y <strong>de</strong>l Gobierno estuviese<br />

amenazada.<br />

Y entre las añadiduras están los beneficios que en el or<strong>de</strong>n espiritual y <strong>de</strong> la cultura<br />

hemos recibido porque hay paz y las escuelas abren todos los días sus puertas acogedoras.<br />

Asistimos a la Universidad, leímos, discutimos. Nos expresamos como nos dio la santa gana,<br />

sin que el policía <strong>de</strong> la esquina nos pusiera la mano en el hombro por el <strong>de</strong>lito <strong>de</strong> no escribir<br />

sonetos, o <strong>de</strong> escribirlos; por los asaltos que dimos a la Gramática y a la Preceptiva, por<br />

nuestras irreverencias, por nuestra insolencia, porque pusimos <strong>de</strong>scarnadamente ante los<br />

ojos <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sinteresado lector <strong>de</strong> versos, asustado, paisajes terribles o la callada <strong>de</strong>sgracia <strong>de</strong><br />

la pobreza. Por esa libertad sin cortapisas, por esa posibilidad <strong>de</strong> aumentar conocimientos<br />

y <strong>de</strong> vigorizar el ala <strong>de</strong> los sueños, hemos sido como somos y lo seguiremos siendo porque<br />

pasaron los años en que los cambios están autorizados y los que no los efectúan o son tontos<br />

<strong>de</strong> remate o inconsecuentes con la vida misma que exige transformaciones, variación <strong>de</strong><br />

posiciones e i<strong>de</strong>as que están aferradas y justificadas en cada edad, biológicamente.<br />

El pozo (1957)<br />

HÉCTOR INCHÁUSTEGUI CABRAL | EL POZO MUERTO<br />

Comencé a escribir este libro la noche <strong>de</strong> San Silvestre, en la cresta <strong>de</strong> la ola <strong>de</strong> un año<br />

que pasaba para siempre, que iba a ser parte <strong>de</strong>l mismo pretérito que me daba los materiales<br />

<strong>de</strong> la obra.<br />

Escribí furiosamente. El conocido Demonio se había apo<strong>de</strong>rado <strong>de</strong> mí. Me consolaba<br />

pensando que aquello realizado era nada más que una suerte <strong>de</strong> borrador, que a su tiempo<br />

volvería sobre él, a pulir, a remendar.<br />

Recordar es como dibujar: restar, y dibujar, también <strong>de</strong>cía Van Gogh, es clavar. Clavaba<br />

febril los recuerdos, sin plan. Me echaba en cara que escribir es cuestión <strong>de</strong> método y paciencia,<br />

y carecía <strong>de</strong> método y la paciencia no se sentó a mi lado.<br />

Hubiera querido escribir un prólogo para el libro, ponerle eso que llamaba Quevedo el<br />

<strong>de</strong>lantal <strong>de</strong> lo que se escribe, para que cayeran en él los salpiques, las sobras, esa parte <strong>de</strong><br />

la sopa que se pier<strong>de</strong> <strong>de</strong>l plato a la boca, y no pu<strong>de</strong>.<br />

Quería explicar que El Pozo no era un libro autobiográfico, la manera <strong>de</strong> fabricarme un<br />

pe<strong>de</strong>stal; ni siquiera un libro <strong>de</strong> confesiones, porque soy cobar<strong>de</strong> y tímido. Quería que la<br />

obra fuese amable, un libro nada más para los amigos, que no ansiaba saltar la ca<strong>de</strong>na <strong>de</strong><br />

los íntimos.<br />

Descubrí la mala construcción, las limitaciones que yo mismo me impuse, las pequeñas<br />

concesiones a lo pintoresco, lo incierto <strong>de</strong>l rumbo cuando el poeta que hay en mí se entretenía<br />

en jugar con los colores o con los sentimientos.<br />

Dentro se habían quedado los andamios y como si fuera poco emprendí la empresa <strong>de</strong><br />

levantar otro más, éste, para estorbar la salida.<br />

Me percaté que todos los recuerdos no eran míos. Imposible. Algunos los <strong>de</strong>bo a mi<br />

madre que me contaba cómo fui; a mi tía, a los amigos dispersos a los cuatro vientos, que<br />

me transmitían escenas, frases, situaciones, que ya habían caído en el hoyo negro <strong>de</strong>l olvido.<br />

Debo mucho a esos rescates fortuitos, a mi curiosidad, a mi paciencia para oír.<br />

Sin memoria histórica, carente <strong>de</strong> memoria onomástica, el trabajo era muchísimo más<br />

exigente <strong>de</strong> lo que al principio creí. Pero disponía <strong>de</strong> eso que se llama memoria involuntaria,<br />

la que necesitaba un estímulo, pero siempre el mismo, para mostrar algo, también<br />

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