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Biografías y Evocaciones - Banco de Reservas

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COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO | Vo l u m e n III | BIOGRAFÍAS Y EVOCACIONES<br />

Al mismo ritmo con que David ganaba po<strong>de</strong>r, lo perdía Isbaal. Un rey en caída es víctima<br />

<strong>de</strong> la cobardía <strong>de</strong> los que han estado siendo sus secuaces; en su propio hogar haya quien<br />

lo traicione. En el caso <strong>de</strong> Isbaal fueron dos benjaminitas a quienes los textos llaman “jefes<br />

<strong>de</strong> bandidos”, pero que probablemente fueron partidarios <strong>de</strong> Isbaal; dos <strong>de</strong> esos prófugos<br />

por <strong>de</strong>udas o por crímenes que se adscribían a bandas y acababan comandándolas, y que a<br />

causa <strong>de</strong> la guerra entre el sur y el norte <strong>de</strong> Israel <strong>de</strong>bieron adherirse a las fuerzas <strong>de</strong>l norte.<br />

El hecho <strong>de</strong> que conocieran la casa <strong>de</strong> Isbaal y <strong>de</strong> que pudieran penetrar en ella libremente<br />

indica que <strong>de</strong>bieron estar al servicio <strong>de</strong> Isbaal.<br />

Esos dos hombres se presentaron un medio día, mientras Isbaal dormía la siesta y la<br />

portera, que había estado moliendo trigo, dormitaba a causa <strong>de</strong>l calor. Los recién llegados<br />

entraron en las habitaciones <strong>de</strong>l hijo <strong>de</strong> Saúl y le dieron muerte antes <strong>de</strong> que él acertara a notar<br />

su presencia. El reinado <strong>de</strong> Isbaal quedaba, pues, sin jefe. Pero como los asesinos no fueron con<br />

el fin <strong>de</strong> <strong>de</strong>capitar el reino, sino con el <strong>de</strong> obtener provechos, procedieron a cortarle la cabeza<br />

al cadáver; abandonaron la casa llevándose el repugnante <strong>de</strong>spojo y huyeron sin <strong>de</strong>scanso en<br />

dirección <strong>de</strong> Hebrón. Cuando llegaron a Hebrón solicitaron ver a David y lo lograron. “Estás<br />

vengado <strong>de</strong> Saúl y su <strong>de</strong>scen<strong>de</strong>ncia”, le dijeron. “Aquí tienes la cabeza <strong>de</strong> Isbaal”.<br />

La escena no pue<strong>de</strong> ser más oriental y más digna <strong>de</strong> esos tiempos. Po<strong>de</strong>mos imaginarnos<br />

a los asesinos mostrando a David la cabeza <strong>de</strong> piel <strong>de</strong>scolorida y <strong>de</strong> ojos sin brillo, acaso <strong>de</strong><br />

poblada barba. Una mano viva sujetando una cabeza muerta, agarrándola por los largos<br />

cabellos a los cuales hay sangre adherida, es una estampa bárbara muy a<strong>de</strong>cuada para simbolizar<br />

la violencia <strong>de</strong> aquellas regiones en esos días. Sólo que David no era, ni en ése ni en<br />

otros aspectos, el típico monarca oriental. David podía matar, u or<strong>de</strong>nar que mataran si así<br />

convenía a sus propósitos. Pero aún viéndose en el caso <strong>de</strong> hacerlo, repugnaba el crimen y se<br />

esforzaba en aparecer como un rey que no recurría a él. Aún ro<strong>de</strong>ado <strong>de</strong> pueblos inclinados<br />

a la barbarie, el <strong>de</strong> Moisés tenía una ley que le or<strong>de</strong>naba no matar. David lo sabía, y él no<br />

gobernada contra los sentimientos <strong>de</strong> su pueblo.<br />

La reacción <strong>de</strong> David ante el macabro <strong>de</strong>spojo fue, como siempre instantánea. Entre las cualida<strong>de</strong>s<br />

<strong>de</strong>l hijo <strong>de</strong> Isaí –hay que repetirlo una y otra vez– una <strong>de</strong> las más características era ésa <strong>de</strong><br />

que los acontecimientos no le hallaban <strong>de</strong>sprevenido; tan pronto como se daban, él sabía cómo<br />

encararlos. Su inteligencia actuaba en forma relampagueante. Casi se confundía con el instinto.<br />

Se ponía en función en fracciones <strong>de</strong> segundos <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber sido herida por cualquier hecho.<br />

Gracias a eso David era en una sola pieza poeta, político y hombre <strong>de</strong> acción.<br />

Los asesinos <strong>de</strong> Isbaal le mostraron la cabeza <strong>de</strong> su víctima esperando que a cambio<br />

<strong>de</strong> lo que ellos consi<strong>de</strong>raban servicio eminente obtendrían regalos <strong>de</strong>l hijo <strong>de</strong> Isaí. Pero he<br />

aquí que éste contestó, con esa dignidad que tenía para salvar los momentos difíciles: “Vive<br />

Yavé, que me salvó <strong>de</strong> toda angustia; que si al que me anunció, diciendo: Ha muerto Saúl,<br />

creyendo anunciarse cosa grata para mí, le cogí y le maté en Siceleg, cuando parecía que era<br />

digno <strong>de</strong> albricias por la noticia, ¿cuánto más ahora que unos malvados han quitado la vida<br />

a un hombre inocente, en su casa, en su lecho, no habré <strong>de</strong> <strong>de</strong>mandar su sangre <strong>de</strong> vuestras<br />

manos exterminándose <strong>de</strong> sobre la tierra?” (II Sam., 4:9 al 12).<br />

Y los exterminó. Por su or<strong>de</strong>n les fueron cortados los pies y las manos, y los cadáveres<br />

fueron colgados en público, para escarmiento general. En cuanto a la cabeza <strong>de</strong>l infortunado<br />

hijo <strong>de</strong> Saúl, fue llevada al sepulcro <strong>de</strong> Abner y enterrada don<strong>de</strong> yacía su general.<br />

Treinta años tenía David cuando fue ungido rey <strong>de</strong> Judá, hacia el 1010 A. <strong>de</strong> C. Si Isbaal<br />

fue proclamado rey inmediatamente <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la muerte <strong>de</strong> Saúl, y su reinado duró dos<br />

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