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Biografías y Evocaciones - Banco de Reservas

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AMELIA FRANCASCI | MONSEÑOR DE MERIÑO ÍNTIMO<br />

III PARTE<br />

LxII<br />

Mi vida, en medio <strong>de</strong> todos mis tormentos, aparecía brillante siempre. Veíase al<br />

presi<strong>de</strong>nte Morales rendirme homenaje <strong>de</strong> cortesanía y, <strong>de</strong>seoso <strong>de</strong> conquistar mi buena<br />

voluntad, ofrecerme los mejores puestos públicos para mi esposo y para los que yo quisiera<br />

favorecer. Los secretarios <strong>de</strong> Estado, los jefes militares, los principales empleados me<br />

atendían. Personalida<strong>de</strong>s sociales <strong>de</strong> alto rango; literatos; todo lo que brillaba, solicitaba<br />

mi consi<strong>de</strong>ración. Yo escribí algo ligero luego, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>l fin <strong>de</strong> la guerra, cediendo a las<br />

instancias <strong>de</strong> algunos periodistas, y seguidamente era publicado con elogios. Una amiga<br />

me <strong>de</strong>cía:<br />

—¡En tu lugar, yo no cabría en mí <strong>de</strong> orgullo! ¡Qué dichosa eres! ¡Una excepción en<br />

Santo Domingo!<br />

Yo sonreía con ironía muy triste. Contestaba:<br />

—Todo ese falso oropel lo diera yo por un poco <strong>de</strong> tranquilidad. No soy vana y nada<br />

me <strong>de</strong>slumbra.<br />

—Eres <strong>de</strong>masiado exigente. ¿Quieres ser más lisonjeada? ¿Tener mayor prestigio?<br />

—No es eso. Es que sólo por el corazón vivo y nada <strong>de</strong> esto me llena el corazón.<br />

La amiga era poco sensible y algo novelera. Comprendía mal lo que yo le dijera y lo<br />

atribuía a orgullo <strong>de</strong>smedido.<br />

Así juzga el mundo todo lo que sobrepasa su superficial inteligencia. Los gran<strong>de</strong>s sentimientos<br />

escapan a su penetración.<br />

En abril <strong>de</strong> 1904 recibía yo esta carta <strong>de</strong> Monseñor <strong>de</strong> Meriño.<br />

Carta quincuagésimo tercera<br />

Amelia, mi noble y carísima amiga:<br />

¡Usted siempre atenta y buena conmigo! Y yo, ¡Dios lo sabe! ¡siempre reconocido!<br />

No he ido por allá porque no voy sino a la iglesia, resuelto a encerrarme en mi concha,<br />

mientras an<strong>de</strong>n sueltas tantas pasiones como las que produce el fermento podrido <strong>de</strong> nuestra<br />

política.<br />

Sin embargo, quiero que sepa que en mi corazón guardo, con fervoroso culto, mi afecto<br />

amistoso por usted, ¡tan puro e inalterable como en él brotara el primer día!<br />

Y esto dicho para satisfacerla por mi larga ausencia, tenga la bondad <strong>de</strong> hacerme preparar<br />

y <strong>de</strong> mandarme lo que indica la nota adjunta, poniendo al pie <strong>de</strong> la misma el precio.<br />

No me lo <strong>de</strong>spache con la portadora <strong>de</strong> esto, ni con Cató, porque quiero enviar <strong>de</strong> una vez<br />

el importe <strong>de</strong> todo y temo que se les pierda el dinero, como le pasa en ocasiones.<br />

Siempre agra<strong>de</strong>ciendo a usted <strong>de</strong> corazón, le besa las manos.<br />

Su afectísimo P. Meriño.<br />

Lo que pedía en la nota era cierta cantidad <strong>de</strong> artículos para sus favorecidos. En todas<br />

las circunstancias, fue siempre el mismo. Olvidábase <strong>de</strong> sí, pero pensaba en los <strong>de</strong>más.<br />

De salud había mejorado; pero <strong>de</strong> ánimo era imposible que no estuviera más enfermo.<br />

Él me lo disimulaba, porque conocía el horrible sufrimiento que me causara lo que le había<br />

ocurrido hacía poco. Quiero referirme al atropello <strong>de</strong> que en su Fisonomía <strong>de</strong>l Arzobispo Meriño<br />

habla el padre Castellanos. Hecho indigno, llevado a cabo so pretexto <strong>de</strong> necesidad política<br />

y contra el cual protestó el gran Meriño con la entereza y la viril arrogancia que siempre<br />

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