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Biografías y Evocaciones - Banco de Reservas

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JUAN BOSCH | DAVID, BIOGRAFÍA DE UN REY<br />

La presencia <strong>de</strong> un hijo <strong>de</strong> Saúl en la Transjordania <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> los sucesos <strong>de</strong> Gélboe y su<br />

proclamación como rey <strong>de</strong> Israel con el apoyo <strong>de</strong> Abner, jefe <strong>de</strong> los ejércitos <strong>de</strong> Saúl, pue<strong>de</strong><br />

ser otra razón para explicar el establecimiento <strong>de</strong>l reino <strong>de</strong> Judá, y <strong>de</strong> ello nos ocuparemos<br />

en este mismo capítulo. Por ahora vamos a seguir a David.<br />

Este pasó <strong>de</strong> Siceleg a Hebrón. Obsérvese que no fue a Belén, como fue Saúl a Gueba <strong>de</strong><br />

Benjamín treinta años antes. ¿Pensó David que si se trasladaba a Belén iba a darle a su actuación<br />

futura un localismo perjudicial para su porvenir político? ¿Escogió premeditadamente<br />

a Hebrón, la ciudad vinculada a Abraham y por tanto llena <strong>de</strong> prestigio histórico entre los<br />

hebreos? El caso es que no fue a Belén, sino a Hebrón; que llevó allí a sus dos mujeres y a<br />

sus hombres <strong>de</strong> armas, “a todos los que estaban con él, cada uno con su familia”, y sin duda<br />

tanto por motivos <strong>de</strong> falta <strong>de</strong> espacio como para no causar recelos, dispersó a su gente en las<br />

villas vecinas: “habitaron en las ciuda<strong>de</strong>s <strong>de</strong> Hebrón” (II Sam., 2:3). Inmediatamente <strong>de</strong>spués,<br />

“vinieron los hombres <strong>de</strong> Judá y ungieron allí a David rey <strong>de</strong> la casa <strong>de</strong> Judá (II Sam., 2:4).<br />

Ya tenía el título, que en ese momento era <strong>de</strong>leznable, pero que él iría haciendo valer poco<br />

a poco, a la vez que el título, fortaleciéndose, le iba dando fuerzas a él.<br />

David ha pasado <strong>de</strong> prófugo <strong>de</strong> Saúl a rey <strong>de</strong> Judá. Dos etapas <strong>de</strong> su vida pública han<br />

quedado atrás, cada una con sus episodios <strong>de</strong>finidos: la tercera, que es a la vez <strong>de</strong>finitiva para<br />

él y para Israel, va a comenzar ahora. Así como en la primera fue cantor, guerrero y yerno<br />

<strong>de</strong>l rey; en la segunda, prófugo, jefe <strong>de</strong> banda, aliado y tal vez vasallo <strong>de</strong> Aquis <strong>de</strong> Gath; así<br />

en la tercera será rey <strong>de</strong> Judá, rey <strong>de</strong> Israel, conquistador <strong>de</strong> pueblos, rey <strong>de</strong>stronado por su<br />

hijo, rey restablecido, y al fin abdicará antes <strong>de</strong> morir. A los treinta años, todavía sin duda<br />

<strong>de</strong> bella presencia y <strong>de</strong> blondo rostro, aunque es casi seguro que barbado, el antiguo pastor<br />

<strong>de</strong> ovejas en cuyo corazón uno <strong>de</strong> sus hermanos había advertido <strong>de</strong>s<strong>de</strong> temprano “malicia<br />

y orgullo”, se ve ungido rey <strong>de</strong> la casa <strong>de</strong> Judá. Una mano invisible y sin embargo po<strong>de</strong>rosa<br />

parece haberlo ido conduciendo a lo largo <strong>de</strong> su joven vida. No fue él quien solicitó servir<br />

a Saúl, sino que Saúl mandó por él y le pidió al anciano Isaí que lo <strong>de</strong>jara a su servicio; no<br />

salió a hacer la guerra, sino que la guerra lo hizo a él renombrado capitán; no le pidió al rey<br />

ser su yerno, sino que el rey le ofreció su hija mayor; no hizo nada para que Saúl quisiera<br />

darle muerte, y al señalarlo como a su mayor enemigo, Saúl lo convirtió en la esperanza <strong>de</strong><br />

los que no amaban como rey al hijo <strong>de</strong> Quis; no fue él quien dio muerte a Saúl y a Jonatán y<br />

a los restantes hijos <strong>de</strong> Saúl, y esas muertes le daban el título <strong>de</strong> rey. Ese título le permitiría<br />

cabalmente su <strong>de</strong>stino y hacer, al mismo tiempo que la suya, la gran<strong>de</strong>za <strong>de</strong> Israel.<br />

El sentido <strong>de</strong> la oportunidad que tenía David, ese don admirable que le permitía escoger<br />

el momento preciso en que <strong>de</strong>bía actuar, esa especie <strong>de</strong> condición felina que le señalaba<br />

siempre a tiempo cuándo <strong>de</strong>bía dar el salto sobre la presa, estaba <strong>de</strong>sarrollado y maduro en<br />

él, a pesar <strong>de</strong> su juventud, cuando pasó <strong>de</strong> jefe <strong>de</strong> banda a rey <strong>de</strong> Judá. Por otra parte, él sabía<br />

administrar su actuación política, esto es, tenía conciencia <strong>de</strong> lo que era el po<strong>de</strong>r. No creía<br />

en la fuerza como medio permanente <strong>de</strong> sostenerlo; creía también en el sentimiento ajeno,<br />

en la simpatía <strong>de</strong> los <strong>de</strong>más, que él <strong>de</strong>bía conquistar a tiempo. Esto se advierte en muchos<br />

<strong>de</strong> sus actos <strong>de</strong> caudillo. Así, tan pronto como se vio ungido rey <strong>de</strong> Judá, pensando ya en<br />

exten<strong>de</strong>r su reinado a todo Israel, envió mensajeros a Jabes <strong>de</strong> Galad, en la Transjordania,<br />

para agra<strong>de</strong>cer a sus hombres que hubieran rescatado los cadáveres <strong>de</strong> Saúl y <strong>de</strong> sus hijos.<br />

“Fortaleced vuestras manos y tened valor, pues, que, muerto Saúl, los hombres <strong>de</strong> Judá me<br />

han ungido rey”, les comunicaba. “Que haga Yavé con vosotros misericordia y verdad. Yo<br />

también os pagaré con favores lo que habéis hecho” (II Sam., 2:5 al 7).<br />

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