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Biografías y Evocaciones - Banco de Reservas

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COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO | Vo l u m e n III | BIOGRAFÍAS Y EVOCACIONES<br />

El día 10 <strong>de</strong> septiembre fue Duarte conducido nuevamente al muelle entre dos filas <strong>de</strong><br />

soldados. Su constitución se había alterado seriamente con la humedad <strong>de</strong>l calabozo, don<strong>de</strong><br />

se le mantuvo <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que llegó <strong>de</strong> Puerto Plata. Las fiebres contraídas en el Cibao habían<br />

vuelto a hacer presa en su organismo gastado por las vigilias y las persecuciones. Para hacer<br />

el trayecto entre la fortaleza y el embarca<strong>de</strong>ro <strong>de</strong>l Ozama le fue necesario apoyarse en los<br />

brazos <strong>de</strong> su hermano Vicente y <strong>de</strong> su sobrino Enrique. Cuando abordó el bote que <strong>de</strong>bía<br />

conducirlo a la nave que se le <strong>de</strong>stinaba para el viaje a Hamburgo, se <strong>de</strong>spidió <strong>de</strong> Vicente<br />

Celestino y <strong>de</strong>l hijo <strong>de</strong> éste, ambos con<strong>de</strong>nados a sufrir la sentencia <strong>de</strong> extrañamiento en<br />

los Estados Unidos.<br />

El último pensamiento <strong>de</strong>l proscripto al <strong>de</strong>jar las riberas nativas, fue para su madre y<br />

para sus hermanas, quienes quedaban en la indigencia y acaso expuestas a vivir <strong>de</strong> la caridad<br />

pública por culpa <strong>de</strong> la locura patriótica <strong>de</strong>l joven repúblico, que a la edad <strong>de</strong> 31 años iba a<br />

recorrer por segunda vez las playas <strong>de</strong>l <strong>de</strong>stierro.<br />

EL MáRTIR<br />

La renuncia<br />

Segunda vez realizaba Duarte aquella travesía. La primera vez abandonó el suelo nativo,<br />

todavía casi adolescente, para ampliar sus estudios <strong>de</strong> humanida<strong>de</strong>s en Europa. Entonces<br />

había <strong>de</strong>jado una ban<strong>de</strong>ra intrusa flotando sobre la heredad <strong>de</strong> sus mayores, y juró volver<br />

pronto para arriarla y poner en su lugar otra que ya empezaba a tomar cuerpo en sus sueños.<br />

Ahora, emprendía esa misma ruta y atravesaba nuevamente el Océano <strong>de</strong>jando atrás la<br />

ban<strong>de</strong>ra que se había propuesto crear para la patria aún en esperanza. Había cumplido su<br />

promesa y podía sentirse satisfecho <strong>de</strong> sí mismo. Cuando la embarcación que lo conduce a<br />

Alemania, bajo partida <strong>de</strong> registro, abandona el Ozama y sale al mar abierto, el proscripto<br />

contempla con ojos húmedos la enseña que on<strong>de</strong>a sobre la Torre <strong>de</strong>l Homenaje y piensa, con<br />

melancólico orgullo, que la cruz que él mismo hizo poner, por quién sabe qué inspiración<br />

misteriosa, en el centro <strong>de</strong> ese pabellón hermosísimo, fue puesta allí para que sirviera un<br />

día <strong>de</strong> símbolo a su vida crucificada.<br />

El pensamiento <strong>de</strong>l sacrificio, que nunca <strong>de</strong>jó <strong>de</strong> acompañarle, ni siquiera en las horas<br />

brevísimas en que sus compatriotas le dieron a pala<strong>de</strong>ar el triunfo, se convertía bajo el imperio<br />

<strong>de</strong> estas reflexiones en una sensación <strong>de</strong> dulzura. ¡Qué podía importarle que lo arrojaran<br />

como a un malhechor <strong>de</strong> la tierra por él emancipada; qué podía importarle, si atrás quedaría<br />

su ban<strong>de</strong>ra, la ban<strong>de</strong>ra <strong>de</strong> la cruz, on<strong>de</strong>ando libremente sobre la cabeza <strong>de</strong> los mismos que<br />

habían dictado contra él la or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> extrañamiento perpetuo! ¿No era ésa una compensación<br />

que excedía a cuanto hizo por la libertad y por el bien <strong>de</strong> sus conciudadanos? Mientras el<br />

barco avanzaba, y la ban<strong>de</strong>ra era un punto apenas en el horizonte, Duarte miró por última<br />

vez aquella mancha <strong>de</strong> color que casi se esfumaba en lontananza, y se sintió superior al odio,<br />

superior al resentimiento, superior al pecado.<br />

Más <strong>de</strong> cuarenta días y <strong>de</strong> cuarenta noches navegó la nave antes <strong>de</strong> entrar en el Puerto <strong>de</strong><br />

Hamburgo con los proscriptos. La larga travesía sirvió al apóstol para entregarse con toda<br />

libertad a sus meditaciones. Cuando la tripulación dormía y un silencio grandioso bajaba<br />

hasta el Océano <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el cielo estrellado, el viajero gustaba <strong>de</strong> sentirse solo entre las dos inmensida<strong>de</strong>s.<br />

En una <strong>de</strong> esas noches <strong>de</strong> soledad, todavía envuelto por la tibia atmósfera <strong>de</strong> los<br />

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