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Biografías y Evocaciones - Banco de Reservas

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COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO | Vo l u m e n III | BIOGRAFÍAS Y EVOCACIONES<br />

La Poesía Sorprendida me dio muchos dolores <strong>de</strong> cabeza. Me hizo conocer la incertidumbre<br />

frente a mí mismo, la inseguridad, los prosaísmos que adre<strong>de</strong> <strong>de</strong>jo correr en mis<br />

versos y los que mi áspero estilo <strong>de</strong>jó pasar inadvertidos. Pero a ella, a hombres <strong>de</strong> ese<br />

grupo cuya importancia soy el primero en reconocer, <strong>de</strong>bo gran<strong>de</strong>s satisfacciones, unas<br />

gracias a Franklin Mieses Burgos, otras a Manuel Rueda, y sobre todo a Fernán<strong>de</strong>z Spencer<br />

cuyo estudio <strong>de</strong> mi poesía en la obra Nueva Poesía Dominicana, que editó en Madrid, es,<br />

a mi juicio, <strong>de</strong> lo más acertado que se haya publicado acerca <strong>de</strong> mis pobres versos, comparable<br />

nada más que con los repetidos exámenes que ha hecho <strong>de</strong> ellos Contín Aybar. Y<br />

digo <strong>de</strong> lo más acertado porque se fue al fondo mismo <strong>de</strong> la génesis <strong>de</strong> mis poemas, a su<br />

dolorosa gestación, para subir, <strong>de</strong> golpe, a cuanto yo procuraba a través <strong>de</strong> mis palabras<br />

y que muy pocos habían notado antes. Tanta satisfacción me produjo su lectura que ni<br />

quiera tomo en cuenta la dura verdad que dice, mucho más dura porque es verdad que<br />

reconozco, <strong>de</strong> que carezco <strong>de</strong> sentido artístico al manejar las palabras. La explicación <strong>de</strong><br />

que apenas sí corrijo no es suficiente.<br />

Se ha dicho que aún los mejores escritores vascos se resienten al expresarse en castellano.<br />

Sus mejores novelistas, sus gran<strong>de</strong>s ensayistas, sus poetas, tienen una veta áspera. Pue<strong>de</strong><br />

que yo lo lleve en la sangre, es <strong>de</strong>cir que lo trajera la sangre Incháustegui y aunque la lengua<br />

eusquera sólo la conozca muy superficialmente: algunas canciones, breves conversaciones<br />

que he oído, libros que he examinado por curiosidad, haya influido, pasando por encima<br />

<strong>de</strong> la generación <strong>de</strong> mi padre, porque mi abuelo vi que lo hablaba, como buen vasco y buen<br />

marino, que es ser dos veces vasco.<br />

Por cierto mi abuelo, Santiago Incháustegui, estuvo en el combate <strong>de</strong> Santiago <strong>de</strong> Cuba<br />

en que España, con una marina <strong>de</strong> guerra anticuada, no tuvo más remedio que entregarse,<br />

<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> una lucha tan inútil como heroica, y por ello muy española, a la realidad y <strong>de</strong>jarse<br />

vencer por los Estados Unidos.<br />

Nunca, cuando leía los <strong>de</strong>spachos reunidos <strong>de</strong>l Incháustegui <strong>de</strong> quien <strong>de</strong>scen<strong>de</strong>mos,<br />

cuando palpábamos sus con<strong>de</strong>coraciones mordidas por el tiempo los nobles metales, casi<br />

sin color las cintas <strong>de</strong> seda pasada, pensé que más a<strong>de</strong>lante la sangre suya que llevaba en las<br />

venas haría <strong>de</strong> mis expresiones algo duro, sencillote y áspero, un poco como las tierras que<br />

me vieron nacer y que no me cansaré <strong>de</strong> cantar, <strong>de</strong> mi Baní, y otro poco como los hombres a<br />

cuyo lado estuvo mi padre y estuve yo y estuvieron mis hermanos, flacos, los ojos claros o<br />

bajo las cejas encanecidas los ojos negros, el fino cabello cayéndoles sobre las frentes amplias,<br />

<strong>de</strong> seca piel, surcadas por las arrugas que el tanto entrecerrar los ojos para librarlos <strong>de</strong> un<br />

sol <strong>de</strong> fuego hun<strong>de</strong> profundamente.<br />

Ellos, los banilejos, ya no saben quién yo soy. Los veo y reconozco a los personajes <strong>de</strong><br />

Poemas <strong>de</strong> una sola angustia. Ellos ven en mí a un señorito, a un curioso, a un extraño que se<br />

entremete con preguntas en sus vidas, en sus siembras, en las frescas sombras <strong>de</strong> los limoncillos<br />

o <strong>de</strong> los mangos, pero no sabrán nunca qué constituyen para mí, mucho más que el<br />

mo<strong>de</strong>lo para el artista, muchísimo más que el maestro que dirige, que el amigo que guía:<br />

tierra y hombres, juntos, reunidos en un posible todo que no <strong>de</strong>be ser abstracción porque su<br />

carne es indispensable, son algo así como una novia que ha tenido la virtud <strong>de</strong> no envejecer,<br />

<strong>de</strong> hacerse respetar por el tiempo, <strong>de</strong> estar por encima <strong>de</strong> los cambios a que todos tenemos<br />

que resignarnos, reina <strong>de</strong> un mundo que está completo en mi pecho y allí sólo llegan las<br />

palabras que uno quiere y <strong>de</strong> allí sólo inicia su vuelo lo que es profundo, seriamente <strong>de</strong> uno<br />

y que nada ni nadie podrá hacer cambiar <strong>de</strong> rumbo.<br />

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