23.04.2013 Views

Biografías y Evocaciones - Banco de Reservas

Biografías y Evocaciones - Banco de Reservas

Biografías y Evocaciones - Banco de Reservas

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO | Vo l u m e n III | BIOGRAFÍAS Y EVOCACIONES<br />

<strong>de</strong> culebra, que así se encogía y arrastraba en presencia <strong>de</strong> quien pudiese pisarle la cabeza,<br />

como se levantaba y mordía cuando no tenía motivo para temer <strong>de</strong> su víctima alguna suerte<br />

<strong>de</strong> <strong>de</strong>fensa.<br />

Débil con los fuertes, fuerte con los débiles, era su característica. El po<strong>de</strong>roso por el<br />

dinero o por la posición social o política podía darse <strong>de</strong> seguro con él por bien habido; en<br />

cambio ¡guay <strong>de</strong>l pobre o <strong>de</strong>l negro que se viese empujado a encontrarle en su camino!<br />

Un quítame esta paja era lo suficiente para aplicar una serie <strong>de</strong> castigos que empezaban<br />

con una tronada <strong>de</strong> <strong>de</strong>nuestos soeces y remataban en el cepo y los azotes. Las diferencias<br />

<strong>de</strong> sexo y edad no le arredraban. Cuéntase <strong>de</strong> una mujer a quien por haberse ido con otra<br />

a las greñas hizo meter en el cepo, y a la cual, para agravarle el castigo, mandó ponerle<br />

cerca un hijo, tierna criatura <strong>de</strong> meses, que viendo la madre y sintiendo hambre, gritaba<br />

<strong>de</strong>sesperadamente, sin que le fuese dable a ella administrarle el seno. A un negro liberto<br />

que había hallado en medio <strong>de</strong> la calle un columnario y no lo llevó a la comisaría para que<br />

se buscase a su dueño or<strong>de</strong>nó agujerearle una oreja y le pendió <strong>de</strong> ésta la moneda, tras<br />

<strong>de</strong> lo cual lo mandó a andar por todas las calles, seguido <strong>de</strong> dos esbirros que pregonaban<br />

su falta. El dueño no pareció y Gallardo se apropió el columnario. En otra ocasión, a un<br />

viejo septuagenario le envolvió en algodón los pies y luego, mientras le ponía el vientre<br />

bajo la amenaza <strong>de</strong> un estoque, se los hizo quemar, tan sólo porque, no habiéndole visto,<br />

le cerró el paso en una acera.<br />

Mas, cuando un hombre, por la obra <strong>de</strong> su incontenido temperamento, da rienda a sus<br />

instintos malvados, pue<strong>de</strong> asegurarse está tejiendo con sus manos la soga que algún día<br />

habrá <strong>de</strong> servir para ahorcarle.<br />

Gallardo fue comisario todo el tiempo que duró la dominación francesa. Después, cuando<br />

tras la memorable <strong>de</strong>rrota <strong>de</strong> Ferrand en Palo Hincado y el sitio y capitulación <strong>de</strong> Santo<br />

Domingo on<strong>de</strong>ó <strong>de</strong> nuevo la ban<strong>de</strong>ra española en el torreón <strong>de</strong>l Homenaje, se retiró a su<br />

casa, bajo el <strong>de</strong>sprecio y el odio generales, y allí vivió vida <strong>de</strong> réprobo, compelido a cocer<br />

con sus propias manos lo que a duras penas podía obtener para su sustento y consumiendo<br />

el fruto <strong>de</strong> sus ahorros, provenidos en su mayor parte <strong>de</strong> las exacciones que había realizado<br />

durante su mal<strong>de</strong>cida función <strong>de</strong> polizonte.<br />

No teniendo familia, habitaba solo una casa <strong>de</strong> su pertenencia en la calle <strong>de</strong> Los Mártires,<br />

entre las <strong>de</strong> El Con<strong>de</strong> y la Cruz.<br />

Una mañana, a fines <strong>de</strong>l año 1810, Gallardo salió <strong>de</strong> su casa. Las personas que se hallaban<br />

cerca <strong>de</strong> allí en aquel instante pudieron observar que cuando sólo había andado pocos<br />

pasos retrocedió, como entontecido, introdujo en la cerradura la llave y abrió. La puerta<br />

quedó entornada. A poco se oyó distintamente el ruido producido por un cuerpo que se<br />

<strong>de</strong>splomaba. Dos o tres <strong>de</strong> los circunstantes se aproximaron. Gallardo yacía boca abajo en<br />

el piso <strong>de</strong> la sala.<br />

—¡Allá se las haya! exclamó uno.<br />

—¡Qué se lo lleve el diablo! profirió otro.<br />

Pasaron horas. El suceso apenas había sido comentado fuera <strong>de</strong> más allá <strong>de</strong> la vecindad.<br />

Cuando oscureció, la puerta <strong>de</strong> la casa <strong>de</strong> Gallardo continuaba medio abierta provocando<br />

la grima <strong>de</strong> los que habitaban al frente y a los lados.<br />

Pasada ya la media noche un rumor inarticulado y confuso que salía <strong>de</strong> la casa <strong>de</strong>l réprobo<br />

llenó <strong>de</strong> pavor a los vecinos. Algo así como el sonido <strong>de</strong> garfios que rascaban el suelo,<br />

mezclado a ronquidos sordos y golpes secos <strong>de</strong> cuerpos que chocaban.<br />

364

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!