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Biografías y Evocaciones - Banco de Reservas

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COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO | Vo l u m e n III | BIOGRAFÍAS Y EVOCACIONES<br />

Tendido boca abajo, sobre el charco <strong>de</strong> sangre que había fluido por entre labios i narices,<br />

yacía el cadáver <strong>de</strong>l viejo pastor que durante años –tal vez para no exponerse a per<strong>de</strong>r<br />

su empleo i la compañía <strong>de</strong>l perro ajeno–, supo disimular el artero i silencioso quebranto<br />

maligno entre cuyas garras sucumbió.<br />

Falleció en pocos minutos, fulminado por una copiosa hemorrajia interna, tal vez en las<br />

vías respiratorias…<br />

Durante casi toda su vida <strong>de</strong> soltero inveterado, cada día i cada noche gastó hasta los cabos<br />

numerosos cigarrillos que él mismo se confeccionaba durante sus dilatadas horas <strong>de</strong> ocio o <strong>de</strong><br />

labor. Fue su único vicio. Lo cultivó para compensar los muchos infortunios que se disputaban<br />

el placer <strong>de</strong> acibararle la existencia. Las bestias que siempre le acompañaron, su fiel perro i los<br />

carneros, fueron los únicos testigos <strong>de</strong> lo que <strong>de</strong>bió ser aquella su horrísona agonía.<br />

<br />

Entretanto, el otro Pastor, el nuestro, el Bien Amado, ya había dispuesto en Sus dominios<br />

<strong>de</strong> paz i <strong>de</strong> ventura un refujio i un vasto rebaño espiritual para el usufructo i placer <strong>de</strong>l<br />

pobre ovejero que en esta tar<strong>de</strong> <strong>de</strong> Jueves Santo murió, sin que nadie lo viera pa<strong>de</strong>cer, en la<br />

agreste soledad <strong>de</strong> un rincón levantino, cerca <strong>de</strong> las rutas i parajes inmortalizados por sus<br />

milagros i gran pa<strong>de</strong>cimiento.<br />

En el instante <strong>de</strong> la muerte <strong>de</strong>l pastor <strong>de</strong> esta leyenda, Aquel que todo lo ve, que nada<br />

ignora i que todo lo escucha, le oyó rezar la suprema súplica <strong>de</strong> bajar a protejer a sus ovejas,<br />

implorándole éste su último <strong>de</strong>seo. Así fue como enseguida, Él, apresurado en complacerle,<br />

se dispuso a <strong>de</strong>scen<strong>de</strong>r <strong>de</strong> los cielos.<br />

Con esa obra <strong>de</strong> gran misericordia evitó <strong>de</strong>sastres entre los <strong>de</strong>l rebaño, <strong>de</strong>svaneciendo<br />

la intensa aprensión que estaba perturbando la agonía <strong>de</strong> aquel rústico creyente.<br />

(Imaginado en el trayecto <strong>de</strong> Castelgandolfo a Roma, 1959).<br />

Juan Bosch<br />

Sin principio ni final es La Mancha In<strong>de</strong>leble. ¿Muestra <strong>de</strong> un cuento nuevo? ¿Cuadro para<br />

alborotar los nervios <strong>de</strong> hembra histérica? ¿Qué es La Mancha In<strong>de</strong>leble <strong>de</strong> Juan Bosch? ¿Se<br />

trata <strong>de</strong> un genial atisbo <strong>de</strong> locura, como los que apuntó Dostoievski y pasaron al estudio<br />

<strong>de</strong> la medicina legal? Acaso juego vecino <strong>de</strong> lo macabro. Si La Mancha In<strong>de</strong>leble no tuviera<br />

firma para revelar la mano, la garra, <strong>de</strong> un maestro en el género <strong>de</strong> cuentos. Lo indudable<br />

es que se trata <strong>de</strong>l hallazgo <strong>de</strong> un filón más en la rica mina <strong>de</strong> Juan Bosch.<br />

Es Juan Bosch el cuentista dominicano más conocido y reputado fuera <strong>de</strong> Santo Domingo,<br />

y en ese género literario, que él domina, el escritor que en el extranjero ha prestigiado más<br />

a nuestra República.<br />

Un poeta y crítico <strong>de</strong> opiniones absolutas, irrebatibles, le oyó <strong>de</strong>cir a Sócrates Nolasco<br />

que El Hombre que Lloró es cuento admirabilísimo, obra <strong>de</strong> feliz realización.<br />

—¿Por qué? –preguntó más que asombrado, con alarma <strong>de</strong> adversario político.<br />

—Por la exposición sencilla y clásica <strong>de</strong>l asunto; por su realidad impresionante; por<br />

el impon<strong>de</strong>rable vigor dramático; por la emoción al principio disimulada, reprimida con<br />

hombría, y por la explosión <strong>de</strong> un dolor paternal resuelto al fin en ahogado sollozo, en<br />

incontenible lloro.<br />

—Señor Nolasco: usted es un lector <strong>de</strong> mal gusto, más que <strong>de</strong>sacertado… Por fortuna<br />

ni siquiera es un mal crítico.<br />

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