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Biografías y Evocaciones - Banco de Reservas

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pasando por Cachimbolas <strong>de</strong> Eulogio Cabral; un tanto <strong>de</strong>tenida, sinuosa, en mi tío Aquiles<br />

que prefirió la musa civil <strong>de</strong> las décimas políticas, o <strong>de</strong> mi tío Melchor, pasado con armas y<br />

bagajes a Selgas y a Bécquer, a mí me perdieron Moreno Jimenes y Vigil Díaz.<br />

En la biblioteca <strong>de</strong> papá me topé con el uno y con el otro. Descubrí en ellos el paisaje que<br />

me ro<strong>de</strong>aba, la voz humil<strong>de</strong> <strong>de</strong> mi gente, más en Moreno que en Vigil, pero Vigil, con Galeras<br />

<strong>de</strong> Pafos –el título <strong>de</strong>cía ha <strong>de</strong> ser bello aunque no signifique nada– me mostró un rumbo en<br />

que la sobriedad y la exageración podían armonizar sus encontrados intereses:<br />

Señora luna yo te visto…<br />

HÉCTOR INCHÁUSTEGUI CABRAL | EL POZO MUERTO<br />

Pero entonces nada se hacía conscientemente. Se hacía pura y simplemente. La conciencia<br />

ha nacido <strong>de</strong>spués y sólo para dar molestias y quebra<strong>de</strong>ros <strong>de</strong> cabeza. El poeta <strong>de</strong>bía ser, toda<br />

la vida, inconsciente, inefable. Atravesar el espacio en una nube, mirarlo todo <strong>de</strong>s<strong>de</strong> arriba,<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> el lugar majestuoso en don<strong>de</strong> los dioses, o las diosas feas y terribles, tejen el <strong>de</strong>stino<br />

<strong>de</strong> los hombres, hasta que la tijera implacable <strong>de</strong> la muerte corta la cuerda para comenzar<br />

otra, y así por los siglos <strong>de</strong> los siglos.<br />

Aquel acento, creo que lo llaman coloquial, hizo presa en mí. Tiré por la borda cuanto la<br />

tradición, cuidadosa, había puesto en mis manos y que tantos afanes le costó. Eso, mi formación<br />

al<strong>de</strong>ana, y la atmósfera tensa <strong>de</strong>l pesimismo europeo, las locuras <strong>de</strong> los vanguardistas,<br />

el balbuceo <strong>de</strong> los dadaístas que querían comenzar por el principio, los cubistas hurgando<br />

en las entrañas <strong>de</strong> la geometría euclidiana y <strong>de</strong> las aseveraciones <strong>de</strong> la física: los colores son<br />

vibraciones, hicieron el resto.<br />

Con Candita <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong>l brazo eché a andar. Cuentos <strong>de</strong> ambiente casi urbano: El Sacristán,<br />

para probar que no sólo lo campesino era criollo; y retorno al folklore: El camino, El caracol.<br />

Incursiones en el realismo exótico, por lo menos así lo eran los nombres <strong>de</strong> los personajes,<br />

en un cuento que publiqué en Ecos <strong>de</strong>l Valle, el periódico fundado por mi padre en Baní y<br />

que dirigía entonces mi tío Francisco X. Billini.<br />

Del 32, 24 <strong>de</strong> junio <strong>de</strong> 1932, al 40, año en que publiqué Poemas <strong>de</strong> una sola angustia, todo<br />

es confusión, vacilaciones, dudas horribles: Bau<strong>de</strong>laire, Nerval, Darío, Martí.<br />

Me sonaban a falso los mo<strong>de</strong>rnistas, el vocabulario, el i<strong>de</strong>al artístico. No importaba la<br />

admiración que sentí, y siento todavía, hacia Darío: Los motivos <strong>de</strong>l lobo, el Responso a Verlaine,<br />

que son aún los únicos versos, incluyendo los míos, que puedo repetir <strong>de</strong> memoria.<br />

¿Y por qué fui poeta civil, social? Eso si no lo sé. Quizás la materia se prestaba mejor<br />

a mis posibilida<strong>de</strong>s, quizás, necesitaba purgarme <strong>de</strong> insatisfacciones, propias y extrañas.<br />

Requerimientos oscuros, lecturas olvidadas, pero en acecho allá en lo hondo, vivencias que<br />

por serlo no autorizan a quien las maneja conocer su proce<strong>de</strong>ncia, cómo han nacido, me<br />

echaron en brazos <strong>de</strong> la musa menos dulce, <strong>de</strong> las asperezas <strong>de</strong> la realidad circundante, <strong>de</strong><br />

la vida, la vida que conocía, con sus excelencias y con sus tristezas, con los que no pue<strong>de</strong>n<br />

levantar la cabeza ofendidos sin saber por qué.<br />

De Poemas <strong>de</strong> una sola angustia a Las Ínsulas Extrañas hay una curva: <strong>de</strong> los pequeños y<br />

terribles dolores <strong>de</strong>l hombre a Dios, al afán <strong>de</strong> seguridad <strong>de</strong>l alma, a la sed <strong>de</strong> infinito, a la<br />

razón primera, a la fuente <strong>de</strong> gracia <strong>de</strong> don<strong>de</strong> todo mana, limpio y perfecto.<br />

Y al <strong>de</strong>jar la tierra con espinas, a las <strong>de</strong>samparadas muchachas que el primero que<br />

llegue a caballo y con <strong>de</strong>cisión rapta, al dolor y a la experiencia <strong>de</strong>senfadada e inútil <strong>de</strong><br />

las mujeres <strong>de</strong> ligeros cascos, humilladas y heridas; al <strong>de</strong>jar la tierra que las lluvias no<br />

visitan, los árboles que se alimentan <strong>de</strong> piedras, los burros pacientes… al <strong>de</strong>jar esa tierra<br />

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