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Biografías y Evocaciones - Banco de Reservas

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EL HOMBRE<br />

La rebelión <strong>de</strong> los esclavos<br />

Discurría el año <strong>de</strong> 1806. El eco tardío <strong>de</strong> la Revolución Francesa, henchido <strong>de</strong> reivindicaciones<br />

humanas, repercutía aún en la parte occi<strong>de</strong>ntal <strong>de</strong> la isla <strong>de</strong> Saint Domingue que servía<br />

entonces <strong>de</strong> asiento a una <strong>de</strong> las organizaciones coloniales más prósperas <strong>de</strong>l mundo.<br />

Un león oriundo <strong>de</strong> Africa, Toussaint Louverture, había lanzado el grito <strong>de</strong> guerra que<br />

penetró en el alma <strong>de</strong> más <strong>de</strong> seiscientos mil esclavos <strong>de</strong> raza africana. La sublevación tomó<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> el principio el carácter <strong>de</strong> una lucha a muerte inspirada por el ansia <strong>de</strong> la libertad,<br />

pero nutrida sobre todo por profundos antagonismos raciales. Jean Jacob Dessalines, sucesor<br />

<strong>de</strong> Toussaint en aquella lucha épica, lanzó su famoso “Decreto <strong>de</strong> Muerte Contra los<br />

Blancos”, y una legión <strong>de</strong> jefes <strong>de</strong> tribus, convocados al ruido <strong>de</strong>l tambor en impresionantes<br />

ceremonias improvisadas en medio <strong>de</strong> los bosques, respondió siniestramente a aquella or<strong>de</strong>n<br />

macabra. Los colonos <strong>de</strong> ascen<strong>de</strong>ncia europea fueron pasados a cuchillo o quemados vivos<br />

en sus propias habitaciones. Durante meses enteros una ola <strong>de</strong> barbarie inunda los valles y<br />

las montañas y amenaza con sumergirlo todo bajo un baño <strong>de</strong> sangre. El pánico cun<strong>de</strong> por<br />

todas partes y hordas salvajes se pasean con sus teas incendiarias sobre los campos cubiertos<br />

<strong>de</strong> escombros.<br />

La crueldad <strong>de</strong>splegada por los insurrectos traspasa todos los límites y adquiere a veces<br />

tintes verda<strong>de</strong>ramente trágicos. Las mujeres <strong>de</strong> los colonos, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> violadas, son terriblemente<br />

<strong>de</strong>scuartizadas. Para dar i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> los instintos <strong>de</strong> aquellas hordas lúbricas, basta<br />

recordar que “el primero <strong>de</strong> los negros”, Toussaint Louverture, tenía por costumbre colocar<br />

sus manos sobre los encantos íntimos <strong>de</strong> toda mujer, por respetable que fuese, que entrase a<br />

su <strong>de</strong>spacho, y acompañaba ese gesto procaz con una pregunta cínica: “¿Ha comulgado usted<br />

hoy en la mañana?”. El otro jefe en quien se encuentra personificada la rebelión, Dessalines,<br />

or<strong>de</strong>na pasar por las armas a una mujer que se querella contra uno <strong>de</strong> sus oficiales, y lleva<br />

su crueldad diabólica hasta el extremo <strong>de</strong> disponer que el pelotón encargado <strong>de</strong> cumplir la<br />

or<strong>de</strong>n sea dirigido por el propio hijo <strong>de</strong> la víctima 1 .<br />

El Coronel <strong>de</strong>l Regimiento <strong>de</strong> Artibonite Blanc Cassenave, quien tenía el hábito <strong>de</strong> beber<br />

en un cráneo humano, se apo<strong>de</strong>ra con sus “congoleños <strong>de</strong>snudos” <strong>de</strong>l <strong>de</strong>stacamento <strong>de</strong><br />

la Coupe Haleine, y personalmente <strong>de</strong>capita con salvaje frialdad a todos los soldados. La<br />

guillotina, como en la Francia <strong>de</strong> la época <strong>de</strong>l terror, es levantada en medio <strong>de</strong> la Plaza <strong>de</strong><br />

Port Republicaine, y la multitud, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber visto caer en un cesto la cabeza <strong>de</strong> Pelau,<br />

se lanza contra la máquina infernal para <strong>de</strong>struirla y pasear <strong>de</strong>spués en triunfo por las calles<br />

<strong>de</strong> Puerto Príncipe sus fauces ensangrentadas. Halou, un Hércules <strong>de</strong> ébano cuya talla<br />

gigantesca sobresale como la <strong>de</strong> un animal prehistórico sobre los <strong>de</strong>más hombres, recorre<br />

los campos a la cabeza <strong>de</strong> doce mil jóvenes negros entre los cuales circulaba con un gallo<br />

blanco en el brazo.<br />

La carnicería se ennoblece a veces, en cambio, con notas <strong>de</strong> profunda humanidad. Claire<br />

Hereusse, esposa <strong>de</strong> Dessalines, recibe un día en su casa la visita <strong>de</strong> dos jóvenes blancos que<br />

huyen <strong>de</strong>spavoridos para escapar a una muerte inminente. La noble mujer, compa<strong>de</strong>cida por<br />

la juventud y la inocencia <strong>de</strong> los que le pi<strong>de</strong>n amparo, oculta a los fugitivos bajo su propio<br />

lecho. Los perseguidores llegan poco <strong>de</strong>spués e irrumpen en la habitación con las espadas<br />

1 Véase Thomás Madiou (Histoire d’Haití, tomo II, págs. 258-60).<br />

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