23.04.2013 Views

Biografías y Evocaciones - Banco de Reservas

Biografías y Evocaciones - Banco de Reservas

Biografías y Evocaciones - Banco de Reservas

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO | Vo l u m e n III | BIOGRAFÍAS Y EVOCACIONES<br />

apropiado; pero luego, la pobreza <strong>de</strong>l tesoro nacional no permitió que llevaran uniforme<br />

como los primeros. Vestían <strong>de</strong> fuerte azul, sombrero <strong>de</strong> fieltro <strong>de</strong> los que llamaban panza<br />

<strong>de</strong> burro, y por cubierta un cuero <strong>de</strong> vaca para resguardarse <strong>de</strong> la lluvia y la humedad. Su<br />

aspecto, a la gente que no sabía eran los guardianes <strong>de</strong>l or<strong>de</strong>n, producía miedo. Don Chiro<br />

Bonetti me ha referido que en el año 89, hallándose aquí una compañía <strong>de</strong> zarzuela (la <strong>de</strong><br />

Abella), dos <strong>de</strong> los actores <strong>de</strong> esta compañía vivían por Santa Bárbara. Había hecho amistad<br />

con ellos: marido y mujer. Un día la señora le dijo: “Señor Bonetti: tenemos mucho miedo,<br />

porque anoche hemos sentido un ruido en el patio”. Don Chiro le observó: “Bueno: tal vez<br />

serán ratones o algunos gatos que los persiguen”. “No; nos pareció sentir pasos <strong>de</strong> gente”.<br />

“Pero ¿por qué –agregó don Chiro– no le avisaron al sereno? ¿Uste<strong>de</strong>s han visto al sereno?<br />

El sereno está en la esquina”. “Ay, señor –respondió la actriz–, porque nosotros le tenemos<br />

más miedo al sereno que a los ladrones”.<br />

Los serenos se habían hecho célebres, porque en la organización <strong>de</strong>l cuerpo y sobre<br />

todo en las instrucciones con que se movían había muchos rasgos originales. Hubo un<br />

jefe <strong>de</strong> serenos que se nombró mucho: Basilio Mén<strong>de</strong>z, célebre por sus arbitrarieda<strong>de</strong>s y<br />

por lo ladino <strong>de</strong> su inteligencia. Años <strong>de</strong>spués hubo otro que se significó más todavía, el<br />

comandante Zacarías Espinal. Era éste un hombre arrogante, una bella figura <strong>de</strong> hombre,<br />

especialmente cuando llevaba su uniforme. Un porte muy militar. De día, muy jovial, <strong>de</strong><br />

noche, muy hosco tan pronto como sonaban las diez, Don Zacarías podía estar haciendo<br />

un relato; un cuento; tomando parte en una conversación <strong>de</strong> buen humor; pero, en dando<br />

las diez el reloj <strong>de</strong> la Catedral, cortaba, <strong>de</strong>cía: “Buenas noches”, y se retiraba. Mi amigo<br />

José <strong>de</strong> Jesús Ravelo, aquí presente, sabe que en una ocasión, allá como en 1893, yo le<br />

pregunté al comandante “¿por qué <strong>de</strong> día era tan jovial y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> las diez <strong>de</strong> la noche<br />

se volvía hosco?”. Respondió: “Porque yo, <strong>de</strong> día soy Zacarías, pero <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> las diez <strong>de</strong><br />

la noche ¡soy Meterías!”.<br />

Las voces <strong>de</strong> mando <strong>de</strong> don Zacarías eran muy raras. En un Jueves Santo salía la procesión<br />

<strong>de</strong> la Quinta Angustia, <strong>de</strong> la iglesia <strong>de</strong>l Carmen. Había unos cuantos jóvenes metidos<br />

entre las mujeres. Zacarías or<strong>de</strong>nó: “Desmachen ese arroz”. Esto significaba que no <strong>de</strong>bían<br />

ir juntos pantalones y faldas. La or<strong>de</strong>n fue cumplida.<br />

Los serenos tenían la confianza <strong>de</strong> la ciudad. Pero se tomaban a veces gran<strong>de</strong>s licencias.<br />

Eran, a<strong>de</strong>más, relojes públicos, porque <strong>de</strong>s<strong>de</strong> las diez <strong>de</strong> la noche hasta las cinco <strong>de</strong> la<br />

mañana cantaban las horas y las medias y le hacían saber a todo el que estaba en su cama<br />

si el cielo estaba sereno, si estaba nublado, si llovía, si acababa <strong>de</strong> temblar la tierra, si había<br />

fuego y en qué parte. Decían eso cantando, <strong>de</strong> un modo peculiar, por ejemplo: “La una ha<br />

dado, y sereno”, o “la una en punto y nublado”, o “la una y media y sereno, y fuego en San<br />

Miguel”. Se vivía siempre bien informado por los serenos. Esta costumbre prevaleció hasta<br />

más o menos el año 94 ó 95 <strong>de</strong>l siglo pasado. Como dije hace un momento, al lado <strong>de</strong> ese<br />

buen servicio que prestaban, se permitían sin embargo, licencias intolerables. En las esquinas<br />

en don<strong>de</strong> hacían sus servicios, quedaban focos <strong>de</strong> infección que obligaban a la gente a<br />

andar como con zancos, y cuando algún forastero o extranjero extrañaba aquello, el vecino<br />

<strong>de</strong> la capital creía justificarse lo bastante diciendo: “Cosas <strong>de</strong> los serenos”. Aquello fue <strong>de</strong><br />

tal manera característico, que cuando alguien se encontraba en presencia <strong>de</strong> un <strong>de</strong>pósito<br />

semejante, se lo atribuía a los serenos, habiendo quizás sido alguna otra persona.<br />

El primer periódico con caricaturas populares que se publicó aquí fue El Lápiz. Lo editaban<br />

José Otero Nolasco, Manuel Arturo Machado, Andrés Julio Montolío y otros, todos<br />

426

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!