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Biografías y Evocaciones - Banco de Reservas

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COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO | Vo l u m e n III | BIOGRAFÍAS Y EVOCACIONES<br />

Mientras el maestro hablaba, los discípulos permanecían enmu<strong>de</strong>cidos. Ninguno osaba<br />

interrumpir a aquel hombre que parecía inspirado por un numen divino. Los aires que se<br />

colaban por las claraboyas abiertas en lo alto <strong>de</strong> las pare<strong>de</strong>s, traían a la sala <strong>de</strong> la reunión<br />

un vago olor a incienso y ecos <strong>de</strong> la algarabía <strong>de</strong> las multitu<strong>de</strong>s aglomeradas en la plaza<br />

vecina. De pronto se hizo en la calle un silencio profundo, y acto seguido las campanas<br />

llenaron los ámbitos con sus voces estruendosas. La procesión acababa <strong>de</strong> iniciarse y la<br />

imagen <strong>de</strong> Nuestra Señora <strong>de</strong>l Carmen, conducida en hombros <strong>de</strong> los fieles, pasaba frente a<br />

la casa número 51 <strong>de</strong> la calle <strong>de</strong>l Arquillo. Duarte aprovechó aquel momento solemne para<br />

pronunciar con acento cálido las siguientes palabras: “No es la cruz <strong>de</strong> nuestra ban<strong>de</strong>ra el<br />

signo <strong>de</strong>l pa<strong>de</strong>cimiento, sino el símbolo <strong>de</strong> la re<strong>de</strong>nción. Bajo su égida queda constituida<br />

la sociedad “La Trinitaria”, y cada uno <strong>de</strong> sus miembros obligado a reconstituirla mientras<br />

exista uno, hasta cumplir el voto que acabamos <strong>de</strong> hacer <strong>de</strong> redimir la Patria <strong>de</strong>l po<strong>de</strong>r<br />

<strong>de</strong> los haitianos”.<br />

Los ocho, puestos en pie escucharon estas palabras como si <strong>de</strong>scendieran <strong>de</strong>l cielo.<br />

Duarte se acercó entonces a sus discípulos y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> abrazarlos como un padre, se sentó<br />

entre ellos a discurrir sobre las posibilida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> la obra que iban a empren<strong>de</strong>r y sobre los<br />

sacrificios que su ejecución exigiría <strong>de</strong> quienes asumieran la responsabilidad <strong>de</strong> realizarla.<br />

Cuando más embebidos estaban en sus sueños, sonaron algunos golpes en la puerta <strong>de</strong> la<br />

calle. Juan Isidro se levantó a abrir y doña Chepita Pérez, quien traía el rostro encendido y la<br />

respiración ja<strong>de</strong>ante, irrumpió en la sala con su libro <strong>de</strong> rezos y su mantilla en la mano. Todos<br />

se pusieron en pie para recibirla y aguardaron a que la anciana se sentara y recogiera en su<br />

ancho pañolón <strong>de</strong> batista las gotas <strong>de</strong> sudor que <strong>de</strong>scendían <strong>de</strong> su frente, para interrogarla<br />

sobre la ceremonia religiosa que acababa <strong>de</strong> efectuarse en los alre<strong>de</strong>dores.<br />

La madre <strong>de</strong> Juan Isidro Pérez, a pesar <strong>de</strong> que no había recibido más instrucción que<br />

la que se daba entonces a las mujeres <strong>de</strong> la época, constituida por nociones científicas rudimentarias<br />

y por el aprendizaje día tras día <strong>de</strong> la doctrina cristiana, era una matrona inteligente<br />

y locuaz en quien la <strong>de</strong>lica<strong>de</strong>za <strong>de</strong>l espíritu apuntaba bajo las arrugas <strong>de</strong>l semblante<br />

bondadoso. Amaba tiernamente a su hijo, y aunque <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hacía algún tiempo advertía sus<br />

silencios prolongados y el aire melancólico con que clavaba frecuentemente en ella su mirada<br />

distraída, no sospechaba aún el sentido <strong>de</strong> aquellas actitu<strong>de</strong>s extrañas. La presencia<br />

aquel día en su casa <strong>de</strong> Juan Pablo Duarte y sus <strong>de</strong>más compañeros no sorprendió gran<br />

cosa a doña Chepita, quien una vez que hubo dominado la sofocación con que entró <strong>de</strong> la<br />

calle refirió a sus interpelantes todos los <strong>de</strong>talles <strong>de</strong> la fiesta recién celebrada. El discurso<br />

pronunciado <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el púlpito <strong>de</strong> la iglesia <strong>de</strong>l Carmen la había conmovido hondamente.<br />

Esta pieza oratoria, si bien ceñida al espíritu <strong>de</strong> sumisión prometido por el nuevo Jefe <strong>de</strong> la<br />

Iglesia a las autorida<strong>de</strong>s haitianas, no había sido tan entusiasta <strong>de</strong> los beneficios <strong>de</strong> la indivisibilidad<br />

como la que en 1834 predicó <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la catedral el Padre José Ruiz, más célebre por<br />

la tormenta que se <strong>de</strong>sató el mismo día en que iba a ser enterrado, que por la elocuencia o<br />

por el nervio patriótico <strong>de</strong> sus sermones. El clero, aunque muy lejos <strong>de</strong> la serena altivez con<br />

que actuó, frente al invasor, mientras fue dirigido por el Padre Valera empezaba ya, por lo<br />

visto, a in<strong>de</strong>pendizarse <strong>de</strong> la tutela que Alexi Carrié había logrado imponerle gracias a su<br />

astucia, más eficaz, pero mejor disimulada que la <strong>de</strong> sus pre<strong>de</strong>cesores.<br />

El rostro <strong>de</strong> doña Chepita expresaba la satisfacción que la invadía al comprobar que aún<br />

no había <strong>de</strong>saparecido, no obstante los dieciséis años pasados bajo la barbarie haitiana, la fe<br />

<strong>de</strong>l pueblo en la religión <strong>de</strong> sus mayores.<br />

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