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Biografías y Evocaciones - Banco de Reservas

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AMELIA FRANCASCI | MONSEÑOR DE MERIÑO ÍNTIMO<br />

darle muestras materiales <strong>de</strong> mis sentimientos, por medio <strong>de</strong> obsequios y otras atenciones,<br />

<strong>de</strong>squitábame con su familia. Quise ser, y lo fui, la más afectuosa amiga <strong>de</strong> su esposa, la dulce<br />

y abnegada Doña Clara, hermosa personificación <strong>de</strong> la mansedumbre y <strong>de</strong> la bondad; la<br />

madrinita amorosa <strong>de</strong> sus pequeñuelos que hasta a saltos me encontraron siempre maternal.<br />

Ellos me correspondían con afecto. La confianza que les inspiraba me lo probaba así y yo<br />

cada día les quería más sabiendo que Don Emiliano me lo agra<strong>de</strong>cía, siendo un tierno en el<br />

fondo <strong>de</strong> su corazón para los suyos y para mí.<br />

¡Sí! ¡Un tierno, a pesar <strong>de</strong> su aparente sequedad! Creo, y con convicción muy honda<br />

puedo afirmarlo, que su escasa vista era la causa <strong>de</strong> que se le juzgara muy otro <strong>de</strong> lo que<br />

hubiera parecido gozando <strong>de</strong> tan preciosa facultad en toda su plenitud.<br />

¡Pobre amigo mío! Mi afecto por él era un reflejo <strong>de</strong>l que le inspiré. No nació <strong>de</strong> simpatía<br />

espontánea; puedo <strong>de</strong>cir, como el que experimenté por Monseñor <strong>de</strong> Meriño; pero mi compasión<br />

por su <strong>de</strong>sventura lo aumentó y el estoicismo con que él soportaba esto acrecentó la<br />

admiración que me mereciera.<br />

Más tar<strong>de</strong> explicaré estos dos afectos que ocupan tan gran lugar en mi corazón, sin<br />

combatirse, siendo tan puro y <strong>de</strong>sinteresado el uno como el otro.<br />

Ahora vuelvo a Monseñor <strong>de</strong> Meriño.<br />

xIV<br />

Por complacerle continuaba yo redactando mi Diario para él y <strong>de</strong> ese modo sabía mi<br />

ilustre amigo lo afanosa que era mi vida. Y como no ignorara que mis frecuentes enfermeda<strong>de</strong>s<br />

tenían siempre por causa excesos <strong>de</strong> fatiga o gran<strong>de</strong>s disgustos, y por lo regular ambas<br />

cosas acumuladas, me escribía lo siguiente en 1891 en la que llamaré:<br />

Carta primera<br />

Amelia, cara y apreciada hija mía:<br />

Esta tar<strong>de</strong> iba a tener el placer <strong>de</strong> verla. Hasta hice venir el coche, que me aguardó más <strong>de</strong><br />

media hora. Pero el viento era insoportable; y el polvo ahoga a uno hasta <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> la casa.<br />

Iré otro día.<br />

Y como iba, leí su último cua<strong>de</strong>rnillo, con la intención <strong>de</strong> llevarlos todos y <strong>de</strong> echar unos<br />

párrafos referentes a ellos. Se los mando aunque no voy.<br />

¡Mientras tanto, aliéntese! ¡Sacuda a plumadas la tristeza y a<strong>de</strong>lante! Continúe su diario.<br />

Cuando vi el cofrecito que lo contenía, dije para mí: ¡Es a propósito; encierra joyas <strong>de</strong>l<br />

alma!<br />

Y ¡cuán grato me es leer esas páginas en las que usted se me viene a los ojos, tal cual<br />

es, con la mayor naturalidad! ¡Lástima que viva usted tan llena <strong>de</strong> atenciones, no pudiendo<br />

disponer <strong>de</strong> más tiempo para escribir! ¡Las naturalezas puras <strong>de</strong> artistas como es la suya,<br />

<strong>de</strong>berían ser libres y no celebrar otras nupcias que las santas <strong>de</strong>l espíritu con la luz que las<br />

seduce y cautiva!<br />

Y ¡me <strong>de</strong>spido! O mejor, supóngame allá y hábleme mucho en su Diario.<br />

Su afectísimo Q. B. S. M.<br />

Padre Meriño.<br />

Monseñor no exageraba al apenarse por mi condición. En realidad yo era esclava verda<strong>de</strong>ra<br />

<strong>de</strong> mil <strong>de</strong>beres, superiores a mis débiles fuerzas físicas. Pocos días antes había él estado en<br />

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