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Biografías y Evocaciones - Banco de Reservas

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AMELIA FRANCASCI | MONSEÑOR DE MERIÑO ÍNTIMO<br />

nombre mi coadjutor ahora, y <strong>de</strong>spués el que sea consagrado Arzobispo <strong>de</strong> Santo Domino.<br />

Son mis votos por la iglesia y por él.<br />

Dios quiso escucharle. Túvole <strong>de</strong> compañero y muy pronto le sucedió, como él lo <strong>de</strong>seaba.<br />

Una <strong>de</strong> las más honradoras relaciones <strong>de</strong> las que me proporcionó mi ilustrísimo amigo<br />

fue la <strong>de</strong> Don Manuel <strong>de</strong> Jesús Galván.<br />

A su antiguo condiscípulo hacíale él <strong>de</strong> mí gran<strong>de</strong>s elogios. Cuando se dio a la luz pública<br />

mi novela Madre Culpable envió en mi nombre un ejemplar <strong>de</strong> la obra al insigne escritor y<br />

jurisconsulto. Don Manuel me correspondió, dándome las gracias, en una <strong>de</strong> esas cartas que,<br />

con gracia magistral, solía él escribir. Pedíame el permiso para visitarme, a insinuación <strong>de</strong><br />

Monseñor, y galantemente me rindió homenaje. Su primera visita inició una amistad, para<br />

mi gratísima, entre él y yo, durante años.<br />

Mi querido arzobispo me <strong>de</strong>cía, luego que vio el resultado <strong>de</strong> su noble iniciativa:<br />

—Amelia, ¿se convence usted <strong>de</strong> que es una caprichosa? Por timi<strong>de</strong>z se negaba a enviar<br />

a Manuel su novela y mire cómo él le ha correspondido. ¿No le agrada el juicio que ha publicado<br />

respecto <strong>de</strong> ella? ¿Está satisfecha?<br />

—¡Oh Monseñor! ¡Nunca esperé tanto! ¡La benevolencia <strong>de</strong> Don Manuel para conmigo<br />

la <strong>de</strong>bo a usted!<br />

—¡Es que usted lo merece, hija mía! Usted merece esto. Y persuádase <strong>de</strong> que Manuel es<br />

hombre capaz <strong>de</strong> apreciarla a usted. Él sabe estimarla.<br />

Mi esposo me leyó el juicio <strong>de</strong>l autor <strong>de</strong> Enriquillo, al mismo tiempo que las hermosas<br />

páginas que Don Fe<strong>de</strong>rico Henríquez y Carvajal <strong>de</strong>dicara a mi pobre obra. Habíanle halagado<br />

mucho y, no pudiendo yo leer en esos días, halagóme también con dicha lectura.<br />

—Fe<strong>de</strong>rico, como me lo nombraba Monseñor <strong>de</strong> Meriño, al señalármelo como amigo<br />

y antiguo discípulo suyo en más <strong>de</strong> una ocasión, fue siempre consecuente conmigo, estimulándome<br />

en mis trabajos literarios. Hoy que le llamamos el Maestro <strong>de</strong> Maestros, soy su<br />

<strong>de</strong>udora, puesto que le merezco un gran afecto y muchas atenciones.<br />

En cuanto a Don Manuel <strong>de</strong> J. Galván, ¡cuán triste me es <strong>de</strong>cir que la política puso sombra<br />

en una amistad, llena <strong>de</strong> encantos para mí!<br />

¡Sí! Esa política que he <strong>de</strong>bido mal<strong>de</strong>cir tantas veces porque ha alejado <strong>de</strong> mi lado a seres<br />

queridos, ¡separados en bandos distintos! Por no encontrarse en mi casa con personas que la<br />

frecuentaban y que, siendo <strong>de</strong> opinión contraria a la suya, juzgaba él como enemigos, <strong>de</strong>jó Don<br />

Manuel <strong>de</strong> visitarme antes <strong>de</strong> su partida <strong>de</strong>l país, ¡al que no volvió jamás! Él me creía enojada<br />

por el juicio que emitiera respecto <strong>de</strong> mi novela Francisca Martinoff. A Monseñor, nuestro amigo<br />

tan respetado, encargué yo <strong>de</strong> <strong>de</strong>sengañarle y dile a él mismo muchas pruebas <strong>de</strong> lo contrario;<br />

hasta que él reconoció mi generosidad, como <strong>de</strong>cía en una <strong>de</strong> sus cartas que conservo.<br />

En la última visita que me hiciera, confesóme lo que llevo dicho anteriormente, quejándose<br />

amargamente <strong>de</strong> mis amigos que tanto daño le hicieran <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>l 26 <strong>de</strong> Abril.<br />

Recuerdo que lloré ese día en su presencia; por la pena que me causaron sus palabras.<br />

No volví a verle más, porque se ausentó; y a poco murió en Puerto Rico.<br />

xVI<br />

Continuaré refiriéndome a lo que me escribía Monseñor en lo que llamo aquí carta<br />

segunda.<br />

Hablaba él <strong>de</strong> una novela. Era esta otra, aún anterior a aquella sobre la cual calqué mi Madre<br />

Culpable extendiéndola. Escrita en plena adolescencia, le admiró por la profundidad <strong>de</strong> ciertos<br />

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