23.04.2013 Views

Biografías y Evocaciones - Banco de Reservas

Biografías y Evocaciones - Banco de Reservas

Biografías y Evocaciones - Banco de Reservas

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

HÉCTOR INCHÁUSTEGUI CABRAL | EL POZO MUERTO<br />

Al terminar la película, en el momento en que “él y ella” se encuentran por fin solos y<br />

se besan ante el coro entusiasmado <strong>de</strong> los amigos y parientes, me levantaba rápidamente.<br />

La veía salir y tomaba un camino distinto al suyo para la esquina <strong>de</strong> siempre. Y silbaba y<br />

silbaba hasta que salía a la puerta como indiferente.<br />

Tenía la boca dulce y fresca.<br />

Tuve que ir a Baní, no recuerdo a qué, con los míos. La separación fue dolorosa y no<br />

hubo lágrimas porque entonces <strong>de</strong>sconocía su uso en el amor.<br />

Al regresar, todavía con el polvo <strong>de</strong>l camino, corrí hacia ella. No estaba.<br />

La criadita, flacucha, negrita, casi siempre <strong>de</strong>scalza, que me hacía muchas fiestas, me<br />

explicó:<br />

—Se fue a vivir al campo y se va a casar.<br />

Aquello no era posible. Hacía apenas tres días que había hablado con ella y nada me<br />

había dicho. Tenía que verla.<br />

Me fui a casa <strong>de</strong>l novio <strong>de</strong> la hermana. Era cierto que habían resuelto irse a vivir al campo,<br />

para aten<strong>de</strong>r mejor los intereses <strong>de</strong> la finca y me habló <strong>de</strong> vacas, <strong>de</strong> becerros, <strong>de</strong> or<strong>de</strong>ño<br />

y <strong>de</strong> un sin fin <strong>de</strong> cosas que no me interesaron. Él iba el domingo para allá, si quería podía<br />

acompañarlo. Por supuesto que nada sabía, quizás sospechaba algo, <strong>de</strong> la relación entre su<br />

futura cuñada, y lo fue poco <strong>de</strong>spués, y yo.<br />

No sé qué mentira dije a mis padres, la cuestión es que conseguí que me permitieran ir.<br />

El domingo me levanté temprano y me reuní con mi amigo, ya lo consi<strong>de</strong>raba mi amigo.<br />

Des<strong>de</strong> aquel momento <strong>de</strong>jó <strong>de</strong> ser el hombre distante que no nos hacía el menor caso.<br />

Tenía auto: un Ford viejo, manchado, <strong>de</strong>spintado. Lo importante era que podía transportarnos.<br />

Tomamos el camino <strong>de</strong> la finca, que yo no conocía.<br />

Pero al llegar a la orilla <strong>de</strong> un gran río la barca que nos <strong>de</strong>bía pasar <strong>de</strong>l otro lado no<br />

estaba. Una enorme creciente, hacía dos o tres días, había roto los cables que la sujetaban.<br />

Cabeceaba por allá abajo. No se podía remolcar ni era posible reponer los cables<br />

tan fácilmente.<br />

Nos miramos en silencio: por <strong>de</strong>lante teníamos cien, doscientos metros, qué se yo, <strong>de</strong><br />

agua <strong>de</strong> apagado amarillo, mugidora, que cubría las orillas en don<strong>de</strong> luchaban contra la<br />

fuerte corriente pobres arbustos que apenas podían sacar las angustiadas ramas altas <strong>de</strong><br />

las ondas.<br />

Me preguntó si sabía nadar, dije que sí. Le recordé las largas travesías <strong>de</strong>l Ozama, junto<br />

a la ciudad, para ir a comer cocos <strong>de</strong>l otro lado; los días <strong>de</strong> Barahona en que asaltábamos las<br />

pequeñas goletas que cargan ma<strong>de</strong>ra ancladas lejos <strong>de</strong> la playa por puro afán aventurero y<br />

para hacer gala <strong>de</strong> nuestra <strong>de</strong>streza y resistencia.<br />

Junto a una pobre casa cercana <strong>de</strong>jamos el auto. Entregamos nuestros zapatos y parte<br />

<strong>de</strong> la ropa. Nos quedamos en pantalones.<br />

Y cruzamos el río. Él tuvo, al principio, se lo notaba, serios temores, y se mantenía cerca<br />

<strong>de</strong> mí, animándome, pero cuando vio que a pesar <strong>de</strong> ser lento avanzaba seguro, me premió<br />

con una sonrisa y terminó el recorrido rápida y vigorosamente.<br />

Nos recibieron entre risas y bromas. Nos prestaron pantalones y camisas. A mí en el<br />

reparto me tocaron también unas enormes chancletas, y yo ben<strong>de</strong>cía al cielo a pesar <strong>de</strong> los<br />

tropezones porque siempre he tenido blanda, sensible, la planta <strong>de</strong>l pie.<br />

Fue un día maravilloso. La tenía frente a mí, la miraba. Almorzamos terriblemente, con<br />

esa hambre que suelen dar los baños prolongados y el ejercicio excesivo.<br />

437

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!