23.04.2013 Views

Biografías y Evocaciones - Banco de Reservas

Biografías y Evocaciones - Banco de Reservas

Biografías y Evocaciones - Banco de Reservas

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

ENRIQUE APOLINAR HENRÍQUEZ | REMINISCENCIAS Y EVOCACIONES<br />

el pedido <strong>de</strong>l galonado indumento que acaso por <strong>de</strong>sidia no había encargado su ministro.<br />

Anticipando su satisfacción, ahora esperaba pronto ver enfundado a su renuente Canciller<br />

en traje azul rameado <strong>de</strong> brillantes entorchados.<br />

Meses más tar<strong>de</strong>, para su ansiosa complacencia, el pedido llegó. El Presi<strong>de</strong>nte lo hizo<br />

transportar rápidamente a su <strong>de</strong>spacho; y una vez en su po<strong>de</strong>r dio instrucciones para que<br />

se le avisara a tiempo la llegada <strong>de</strong> su Ministro.<br />

Impaciente por darle la sorpresa, tan pronto recibió la or<strong>de</strong>nada prevención, se colocó<br />

estratégicamente en la puerta <strong>de</strong> su <strong>de</strong>spacho, consciente como estaba <strong>de</strong> que frente al mismo<br />

tendría que transitar, <strong>de</strong> camino para la Cancillería, la persona esperada.<br />

Apenas se habían saludado el Presi<strong>de</strong>nte y su Ministro cuando sintiendo ya la sensación<br />

<strong>de</strong>l anticipado júbilo que produce la expectación <strong>de</strong> un éxito previamente <strong>de</strong>scontado, el<br />

primero exclamó:<br />

—”Ministro, aquí le tengo una sorpresa”.<br />

—”Su manera <strong>de</strong> anunciarla me augura, Presi<strong>de</strong>nte, que habrá <strong>de</strong> ser muy grata”.<br />

—”Excúseme un instante, Ministro, y usted mismo lo comprobará”.<br />

—”¡Mire qué joya tan preciosa, Ministro!”.<br />

No era exageración. El Presi<strong>de</strong>nte había hecho justa gala <strong>de</strong> excelencia. Sin duda esperaba<br />

doblegar la <strong>de</strong>ja<strong>de</strong>z <strong>de</strong> su Ministro <strong>de</strong>slumbrando su sentido <strong>de</strong> lo bello con la especial<br />

belleza <strong>de</strong>l galano indumento que él había encargado.<br />

El Ministro <strong>de</strong> Heureaux no lo <strong>de</strong>scepcionó en lo tocante a esa impresión. Henríquez, a<br />

su vez, afirmó corroborante:<br />

—”Preciosa, Presi<strong>de</strong>nte”.<br />

A seguidas hubo efusivas gracias por el espléndido regalo. Heureaux, <strong>de</strong> su parte, se<br />

mostró muy complacido y alentado.<br />

Cuando el uniforme llegó a mi casa, yo, mozuelo <strong>de</strong> unos ocho años, me quedé<br />

<strong>de</strong>slumbrado. Le pasé y repasé la mano como a mimado gato <strong>de</strong> la casa, hasta que me<br />

cohibieron el caricioso juego <strong>de</strong> mis manos.<br />

Pero don<strong>de</strong> subió <strong>de</strong> punto mi infantil admiración (en este caso cuajada <strong>de</strong> irradiante<br />

envidia), fue en la contemplación <strong>de</strong>l espadín <strong>de</strong> reluciente empuñadura <strong>de</strong> nácar rematada<br />

en oro. La intolerancia, aquí, fue, menos estricta. Me <strong>de</strong>jaron ceñirlo al cinto, y a<strong>de</strong>rezado <strong>de</strong><br />

tal modo me contemplé al espejo con improvisados aires <strong>de</strong> Tartarín <strong>de</strong> Tarascón. Se había<br />

transformado en otra la habitual imagen <strong>de</strong> mí mismo, a mis propios embelesados ojos, con<br />

la mágica adición <strong>de</strong> ese simple aditamento.<br />

No duró mucho tiempo el recreo <strong>de</strong> mis ojos ni la fruición <strong>de</strong> mis manos. El Ministro<br />

<strong>de</strong> lo Interior, Don Pedro A. Lluberes, había admirado tanto como yo el nítido espadín; y<br />

como en la elaboración mental <strong>de</strong> mi padre estaba consumada la <strong>de</strong>cisión <strong>de</strong> jamás usarlo,<br />

los codiciosos elogios <strong>de</strong> su colega ministerial lograron verse pronto coronados con el<br />

obsequio <strong>de</strong> esa alhaja que llegó a ser para mí, en mi candorosa ilusión, parte <strong>de</strong> la misma<br />

esencia <strong>de</strong> mi vida.<br />

Sólo yo podía medir la intensidad <strong>de</strong> la <strong>de</strong>silución que ese fácil <strong>de</strong>sprendimiento <strong>de</strong> mi<br />

padre le costó a mi corazón <strong>de</strong> niño enamorado <strong>de</strong> la tan preciada joya <strong>de</strong> oro, <strong>de</strong> nácar y<br />

<strong>de</strong> acero. ¡Sólo yo!… Pero en el <strong>de</strong>curso <strong>de</strong> los años las docentes realida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> la vida me<br />

enseñaron que nada material, nada tangible y mensurable, pue<strong>de</strong> ser esencial a mi vida.<br />

No volví a ver el espadín que tan férvidamente me arrobó hasta hacerme creer que no podría<br />

separarme <strong>de</strong> él sin <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> ser yo mismo. Aún cuando me dolió profundamente, la<br />

551

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!