23.04.2013 Views

Biografías y Evocaciones - Banco de Reservas

Biografías y Evocaciones - Banco de Reservas

Biografías y Evocaciones - Banco de Reservas

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

HÉCTOR INCHÁUSTEGUI CABRAL | EL POZO MUERTO<br />

La Cueva (primera parte)<br />

El dormitorio <strong>de</strong> Rafael Américo Henríquez, <strong>de</strong> Puchungo como lo hemos llamado<br />

siempre, daba a la calle. Yo no podría <strong>de</strong>terminar cuándo comenzaron las reuniones y mucho<br />

menos el momento preciso en que adquirieron carácter.<br />

En el fondo la cama, a un lado el armario, no lo recuerdo bien. En el centro nos acomodábamos<br />

en mecedoras los que llegábamos primeros, en sillas y en el poyo <strong>de</strong> la ventana<br />

los últimos. De cuando en cuando nos traían café cargado <strong>de</strong> aromas.<br />

Don Enrique Henríquez, el padre <strong>de</strong> Puchungo, sin proponérselo, vino a ser una<br />

especie <strong>de</strong> guía, mucho más travieso que cualquiera <strong>de</strong> los jóvenes <strong>de</strong>l grupo. Llegaba<br />

abanicándose con un gran pericón <strong>de</strong> guano que también le servía <strong>de</strong> pantalla para<br />

bostezar libremente.<br />

Espíritu joven, ardiente, entusiasta, metido en un cuerpo cansado, <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> unos ojos<br />

que los años iban apagando.<br />

Le oíamos con gran respeto: pesaba mucho su gran obra <strong>de</strong> poeta, por fin reunida por<br />

sus hijos póstumamente; su gran experiencia <strong>de</strong> abogado, su largo pasado político y el conocimiento<br />

que tenía <strong>de</strong> los sucesos que vio, <strong>de</strong> los hombres que entonces trató; su contacto<br />

con el gran mundo capitaleño, la fama que tenía <strong>de</strong> haber sido el trasnochador más perseverante<br />

que hemos tenido y <strong>de</strong> quien Puchungo heredó la hora <strong>de</strong> acostarse y no sé si la <strong>de</strong><br />

levantarse, allá entre doce <strong>de</strong>l día y las dos <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong>.<br />

Fuimos muchos para ser un grupo homogéneo. Las diferencias <strong>de</strong> edad, la disimilitud <strong>de</strong><br />

las formaciones, el abismo <strong>de</strong> los caracteres, las regiones <strong>de</strong> don<strong>de</strong> procedíamos, las i<strong>de</strong>as que<br />

teníamos en materia <strong>de</strong> letras, nos separaban, y a pesar <strong>de</strong> todo nos sentíamos unidos, con<br />

mucho <strong>de</strong> común, pero jamás pudimos presentar un solo frente, nunca llegamos a constituir<br />

baluarte y punta <strong>de</strong> lanza <strong>de</strong> una escuela, el asiento <strong>de</strong> una capilla literaria.<br />

Máximo Coiscou, nos leía, con una salmodia en que silbaban las eses, enseñando los<br />

gran<strong>de</strong>s dientes pulcros, nostálgicos versos <strong>de</strong> su cosecha, y a su turno hacía reparos, eruditos,<br />

gramaticosos, a los <strong>de</strong> los <strong>de</strong>más.<br />

Puchungo, leía sus poemas hermosos. Hacía un hociquito y <strong>de</strong>formaba las palabras.<br />

Escribía laboriosamente, verso a verso, y al terminar la factura era impecable, claros los<br />

sentimientos expresados, joyas <strong>de</strong> <strong>de</strong>licado artista.<br />

Franklin Mieses Burgos, nos dio la primicia <strong>de</strong> sus composiciones, siempre elegantes.<br />

En apariencia frívolo trabajaba arduamente todas las noches hasta la madrugada, leyendo,<br />

anotando, martillando insomne sobre el yunque, pero no se crea que el suyo ha sido nunca<br />

el yunque <strong>de</strong> una herrería cualquiera, no, trabaja con el yunque <strong>de</strong> Vulcano, porque fue<br />

siempre <strong>de</strong> gran categoría. De aquel Franklin que yo conocí y envidié, que reunía a su redor<br />

un grupo <strong>de</strong> literatos jóvenes que para mí, menor en unos cuantos años que ellos, tenían<br />

mucho <strong>de</strong> alquimistas, <strong>de</strong> trovadores que saben arroparse en las sombras <strong>de</strong> la noche, que<br />

fumaron opio alguna vez, que estaban cerca <strong>de</strong> drogas y filtros terribles, mediaba una gran<br />

distancia que me hizo ver que aquella fama no era más que un modo <strong>de</strong> presumir <strong>de</strong> irreales<br />

y malditos. Lo recordaré siempre enfundado en una vieja bata china color oro antiguo con<br />

un gran dragón en la espalda, un feroz dragón al que faltaban casi todas las garras y una<br />

pata entera. Su inspiración, su <strong>de</strong>dicación, su rigor autocrítico, lo han elevado a una <strong>de</strong> las<br />

más altas posiciones líricas <strong>de</strong> nuestra generación.<br />

Se leían versos <strong>de</strong> Miguel Vicente Medina, un poeta que nunca vino <strong>de</strong> no recuerdo cuál<br />

<strong>de</strong> las pequeñas al<strong>de</strong>as que ro<strong>de</strong>an a Baní por la sencilla razón <strong>de</strong> que no existía. Publicamos<br />

447

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!