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Biografías y Evocaciones - Banco de Reservas

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COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO | Vo l u m e n III | BIOGRAFÍAS Y EVOCACIONES<br />

Entonces Latour Saint-Clair, en actitud resuelta, avanzó hasta la escala, la subió y ya en<br />

el último peldaño <strong>de</strong>senvainó el sable, saludó la ban<strong>de</strong>ra, se inclinó gallardamente, y con el<br />

arma, que introdujo por <strong>de</strong>bajo, la levantó formando una a modo <strong>de</strong> cortina. Luego, extendiendo<br />

horizontalmente el sable y la ban<strong>de</strong>ra en dirección a sus soldados, or<strong>de</strong>nó:<br />

—¡Pelotón! ¡Firme!<br />

—¡Presenten! ¡Armas!<br />

Y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> un corto instante:<br />

—¡De frente! ¡Marchen por la escala! ¡March!<br />

En tanto que los soldados iban ascendiendo al barco el teniente se volvió al capitán <strong>de</strong>l<br />

Tybee, la ban<strong>de</strong>ra siempre colgando <strong>de</strong>l sable, y en tono caballeresco le requirió:<br />

—Capitán: tome su ban<strong>de</strong>ra.<br />

Kucht pali<strong>de</strong>ció. La <strong>de</strong>manda <strong>de</strong>l oficial dominicano era harto terminante para no tenerla<br />

en cuenta. O la honraba, recibiendo <strong>de</strong> nuevo su enseña nacional, o la rehusaba, y era él en<br />

ese caso quien insultaba a su ban<strong>de</strong>ra.<br />

Aquella disyuntiva tenía para su arrogancia el po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> la honda lanzada por David a<br />

la frente <strong>de</strong> Goliat.<br />

Gentilmente vencido, Kucht extendió ambas manos la ban<strong>de</strong>ra volvió a ellas.<br />

IV<br />

Don Pablo, sentado en una mecedora, aguardaba impasible en el saloncito <strong>de</strong>l vapor el<br />

<strong>de</strong>senlace <strong>de</strong> los sucesos. Allí le encontraron y ro<strong>de</strong>aron los agentes <strong>de</strong> la fuerza pública. Cuando<br />

el teniente Latour Saint-Clair le dirigió el habitual “Ríndase preso” contestó enfáticamente:<br />

—A mí me llevarán; pero yo no voy por mis pies.<br />

Por or<strong>de</strong>n <strong>de</strong>l teniente cuatro soldados, empleando los porta-fusiles, colgaron al hombro<br />

sus armas y bajaron a tierra al rebel<strong>de</strong> en la mecedora. Des<strong>de</strong> ahí hasta el Castillo <strong>de</strong> la<br />

Fuerza, otros cuatro, alternando, le llevaron así cargado hasta subirlo a uno <strong>de</strong> los calabozos<br />

<strong>de</strong> la Torre <strong>de</strong>l Homenaje.<br />

Empero, que don Pablo López Villanueva fuese por sus pies o lo llevasen en una mecedora,<br />

¿qué hacía al caso? La República y la ley habían quedado bien servidas, y esto era<br />

cuanto se necesitaba.<br />

¡Se soltó el tigre!<br />

Entre los vecinos <strong>de</strong> la capital dominicana fue por mucho tiempo frase popular muy<br />

socorrida la <strong>de</strong> “¡se soltó el tigre!” cuando <strong>de</strong>saparecía el obstáculo para que algún sujeto<br />

peligroso pudiese causar daño, o cuando, en general, se hacía inminente un peligro serio.<br />

La gente <strong>de</strong> estas generaciones que la oiga pensará se trata <strong>de</strong> expresiones <strong>de</strong> retórica vulgar,<br />

y, sin embargo, nunca hubo realidad más aterradora que aquella a la cual <strong>de</strong>bió su origen.<br />

Porque lo <strong>de</strong>l “tigre” es verdad, y lo <strong>de</strong> que “se soltó”, si no fue exacto, por lo menos así<br />

lo creyeron o tuvieron motivo para creerlo quienes, en medio a un pánico enorme, lanzaron<br />

por primera vez aquellas palabras en una noche inolvidable.<br />

II<br />

Corría el año <strong>de</strong> 1880. Era presi<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> la República el presbítero Fernando Arturo <strong>de</strong><br />

Meriño y gobernador <strong>de</strong> la provincia el general Alejandro Woss y Gil, uno <strong>de</strong> los dominicanos<br />

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