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Biografías y Evocaciones - Banco de Reservas

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COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO | Vo l u m e n III | BIOGRAFÍAS Y EVOCACIONES<br />

comprendo y <strong>de</strong> que no la abandonaré. ¡Oh no! Hizo usted bien en llamarme; yo la sostendré.<br />

Tiene usted un alma muy <strong>de</strong>licada, <strong>de</strong>masiado sensible. Eso le hace daño a su conciencia,<br />

porque la inclina exigir <strong>de</strong> la vida más <strong>de</strong> lo que ella pue<strong>de</strong> dar <strong>de</strong> sí. Usted quisiera que<br />

la humanidad fuera como usted. Esto es imposible, hija mía. Dios hizo al hombre frágil,<br />

imperfecto. Voy tratar <strong>de</strong> mejorar su concepto respecto <strong>de</strong> eso, para que pueda usted vivir.<br />

Me empeñaré en reconciliarla con la humanidad tal cual ella es, para que le encuentre algún<br />

gusto a la vida. Yo volveré a verla pronto. Volveré con frecuencia. Pero para absolverla, para<br />

ben<strong>de</strong>cirla en nombre <strong>de</strong> Dios, necesito que usted me prometa formalmente no incurrir en<br />

el pecado <strong>de</strong> querer morir. Trate <strong>de</strong> reponerse y <strong>de</strong> alentarse; tenga fe. Sobre todo, sí, tenga<br />

fe y Dios la favorecerá; y yo estaré con usted.<br />

Todo lo juré y él entonces levantándose me bendijo, poniendo sus dos manos sobre mi<br />

cabeza.<br />

Ya habíamos terminado nuestra conferencia. Des<strong>de</strong> afuera, los que aguardaban atentos,<br />

entraron cerca <strong>de</strong> nosotros.<br />

Monseñor <strong>de</strong> Meriño se <strong>de</strong>spidió poco <strong>de</strong>spués.<br />

Le oí hablar con los míos, mientras que, acompañado por ellos, se alejaba.<br />

Luego el ruido <strong>de</strong> su coche me hizo compren<strong>de</strong>r que no estaba en la casa.<br />

Yo había quedado como hipnotizada por aquella presencia; por aquella conversación.<br />

Parecíame que la voz <strong>de</strong> mi ilustre confesor resonaba aún en mis oídos.<br />

Cuando volvieron mis familiares don<strong>de</strong> mí, me encontraron abstraída. Estaban encantados<br />

<strong>de</strong> la bondad, <strong>de</strong> la gran amabilidad <strong>de</strong>l noble arzobispo; y conmovidos por el interés<br />

que se tomaba por mí.<br />

VIII<br />

Des<strong>de</strong> esa tar<strong>de</strong> memorable quedó cimentada la gran amistad que me ligó a Monseñor<br />

<strong>de</strong> Meriño. Con Monseñor, a secas, como le llamé <strong>de</strong>s<strong>de</strong> entonces y continuaré llamándole<br />

aquí.<br />

Esa amistad tan rara que nada alteró jamás; amistad excepcional, porque fue <strong>de</strong> alma<br />

a alma, por completo <strong>de</strong>sinteresada e inmaterial, llena <strong>de</strong> paternal entusiasmo <strong>de</strong> parte<br />

<strong>de</strong> él por mí; <strong>de</strong> veneración filial y <strong>de</strong> santa ternura <strong>de</strong> la mía a él. El mundo ha celebrado<br />

muchas amista<strong>de</strong>s, pero ninguna fue más hermosa que la que Monseñor <strong>de</strong> Meriño y yo<br />

nos profesamos.<br />

Jamás vio él en mí una mujer joven y que muchos encontraban atrayente, sino un alma<br />

<strong>de</strong> mujer <strong>de</strong> la más pura esencia; alma que él i<strong>de</strong>alizaba; encarnada en un cuerpo frágil,<br />

<strong>de</strong>licado, doliente, casi siempre, el cual le inspiró siempre también, afectuosa compasión.<br />

Mi fragilidad física le hacía admirar más mi espíritu y <strong>de</strong>spués que yo me hube fortalecido<br />

moralmente y que me encontró enérgica, a pesar <strong>de</strong> todas mis dolencias: “Es Ud. heroica,<br />

hijita mía”, díjome en ciertas circunstancias especiales <strong>de</strong> mi vida. “Yo que soy un elefante,<br />

a su lado, no soportaría lo que usted resiste”.<br />

Otras veces me <strong>de</strong>cía enternecido:<br />

“Su alma es <strong>de</strong>masiado gran<strong>de</strong> para que pueda caber en ese cuerpecito <strong>de</strong>licado, sin<br />

lastimarlo. Esa es la causa <strong>de</strong> su enfermedad. ¡Su corazón es tan vasto que le hace <strong>de</strong>sear abrir<br />

los brazos para abarcar a la humanidad entera y unirla en un estrecho abrazo <strong>de</strong> amor!”.<br />

Yo agra<strong>de</strong>cería profundamente a Monseñor ese afecto tan puro, esa estimación tan alta y<br />

cada día trataba <strong>de</strong> correspon<strong>de</strong>r mejor a la i<strong>de</strong>a que él tenía formada <strong>de</strong> mi espiritualidad.<br />

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