23.04.2013 Views

Biografías y Evocaciones - Banco de Reservas

Biografías y Evocaciones - Banco de Reservas

Biografías y Evocaciones - Banco de Reservas

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

M. J. TRONCOSO DE LA CONCHA | NARRACIONES DOMINICANAS<br />

Importa mucho recordar también que en la época <strong>de</strong>l “primer quinqué” conocido en<br />

Santo Domingo sólo se sabía <strong>de</strong> la existencia <strong>de</strong> las (lámparas) “arañas” que se veían en las<br />

iglesias o en casas <strong>de</strong> pudientes, las cuales, a veces, estaban provistas <strong>de</strong> vasos don<strong>de</strong> se ponía<br />

el aceite vegetal que alimentaba la llama, o <strong>de</strong> brazos para sostén <strong>de</strong> las velas, o <strong>de</strong> una y otra<br />

cosa. Había también, para llevarse en las manos, o en sitios <strong>de</strong> don<strong>de</strong> se pudiera tomarlos<br />

fácilmente, candiles, palmatorias y can<strong>de</strong>leros, los primeros para alumbrarse con aceite y los<br />

dos con cera. Los ricos se alumbraban con velas, que llamaban también “can<strong>de</strong>las”, <strong>de</strong> don<strong>de</strong><br />

les viene a can<strong>de</strong>labros y can<strong>de</strong>leros su nombre; los pobres usaban aceite <strong>de</strong> pescado, el cual<br />

ponían en un vaso para hacer luz con las lamparillas flotantes llamadas mariposas. El <strong>de</strong> oliva<br />

era muy caro y costoso. El mayor lujo permitido a los pobres era el <strong>de</strong>l aceite <strong>de</strong> coco. Con éste<br />

<strong>de</strong> combustible fue como tuvo la ciudad <strong>de</strong> Santo Domingo su primer alumbrado público, ya<br />

para 1860. El aceite <strong>de</strong> petróleo (“gas” que aquí llamábamos) era ignorado.<br />

Y vamos al “primer quinqué”.<br />

A fines <strong>de</strong> 1859, o quizá un poco antes, naufragó en la costa oriental <strong>de</strong> la isla un bergantín<br />

<strong>de</strong> nacionalidad inglesa que iba para la América <strong>de</strong>l Norte y llevaba un copioso cargamento<br />

<strong>de</strong> toda clase <strong>de</strong> mercancías, entre éstas una buena cantidad <strong>de</strong> farolas <strong>de</strong>stinadas al servicio<br />

público <strong>de</strong> cierto pueblo <strong>de</strong> México. Intervino el consulado <strong>de</strong> la Gran Bretaña y todo<br />

cuanto pudo ser salvado se trajo a la atarazana <strong>de</strong>l puerto <strong>de</strong> la capital, don<strong>de</strong> fue puesto<br />

en almoneda. Los objetos cuya utilidad era conocida encontraron pronto subastadores; no<br />

en cambio aquellos cuya <strong>de</strong>stinación era dudosa o no sabida. Se distinguía entre éstos, por<br />

su apariencia rara, un vaso <strong>de</strong> cristal, sostenido por un pie <strong>de</strong> lo mismo y cuyos bor<strong>de</strong>s se<br />

hallaban cubiertos por lo que a la gente le parecía una corona <strong>de</strong> metal dorado, la cual sostenía<br />

a su vez un canuto abierto, o cosa así, <strong>de</strong> vidrio.<br />

¿Qué era aquello? Nadie lo sabía. Sólo se hacían conjeturas.<br />

Oíase la voz <strong>de</strong>l “encantor”.<br />

—Un quinqué, señores. Dice el capitán <strong>de</strong>l bergantín que se llama así y que con eso<br />

alumbraba su camarote. Vamos. A ponerle precio.<br />

Nadie pujaba, sin embargo.<br />

Hallábase entre los circunstantes un hombre muy significado y principal <strong>de</strong> aquella<br />

época: don Felipe Dávila Fernán<strong>de</strong>z <strong>de</strong> Castro, nacido en Puerto Rico, pero dominicano<br />

por su origen, vástago <strong>de</strong> la noble familia <strong>de</strong> esos apellidos, la cual, cuando la invasión <strong>de</strong><br />

Toussaint Louverture, en 1801, se había ido a refugiar en Puerto Rico, <strong>de</strong> don<strong>de</strong> ya hombre<br />

se fue don Felipe a vivir a España y años <strong>de</strong>spués, a causa <strong>de</strong> un duelo caballeresco con un<br />

personaje <strong>de</strong> la Corte a quien mató, según <strong>de</strong>cían, vino a fijar su planta en la tierra <strong>de</strong> sus<br />

antepasados, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> haber conocido varios países <strong>de</strong> Europa. Era entonces ministro <strong>de</strong><br />

Relaciones Exteriores <strong>de</strong>l presi<strong>de</strong>nte Santana.<br />

—Un quinqué, señores –continuaba pregonando el “encantor”.<br />

—¿Cómo se maneja? aventuró uno.<br />

En voz alta para que lo oyeran éste y los <strong>de</strong>más, don Felipe Dávila Fernán<strong>de</strong>z <strong>de</strong><br />

Castro dijo lo que era un “quinqué” y tomando el objeto en encante en sus manos explicó<br />

su manejo.<br />

—Lo que hace falta es el aceite <strong>de</strong> petróleo para que alumbre –terminó diciendo.<br />

—Yo le regalaré una lata <strong>de</strong> aceite al que lo remate –expuso el capitán <strong>de</strong>l bergantín, que<br />

presenciaba junto con el cónsul inglés el encarte.<br />

Incontinenti se oyó una voz resuelta.<br />

391

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!