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Biografías y Evocaciones - Banco de Reservas

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JOAQUÍN BALAGUER | EL CENTINELA DE LA FRONTERA<br />

general Salcedo, que observaba en el centro <strong>de</strong> la sabana, en compañía <strong>de</strong>l general José<br />

María Imbert, el movimiento <strong>de</strong> las tres columnas que se dirigían a ocupar sus respectivas<br />

posiciones. La culebrina disparada contra el caudillo dominicano erró el blanco por uno <strong>de</strong><br />

esos azares <strong>de</strong> que está llena la vida <strong>de</strong> los gran<strong>de</strong>s guerreros. Salcedo se limitó a sacudirse<br />

el polvo levantado a su alre<strong>de</strong>dor por la <strong>de</strong>scarga, y siguió tranquilo a su <strong>de</strong>stino.<br />

El rugido <strong>de</strong> un cañón disparado <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el fuerte estremeció todo el ámbito <strong>de</strong> la sabana<br />

con formidable estrépito. La voz <strong>de</strong> un clarín vibró en la lejanía don<strong>de</strong> se hallaban los jinetes<br />

listos para la carga <strong>de</strong>cisiva, y en aquel recodo <strong>de</strong> la llanura los coroneles José Gómez Mayol<br />

y Juan Luis Ricardo, a caballo y ro<strong>de</strong>ados <strong>de</strong> lanzas, hacían esfuerzos por contener sus<br />

soldados y evitar que la tropa montada cargara a galope sobre la línea enemiga.<br />

Las tres columnas <strong>de</strong>l ejército libertador avanzaron entonces simultáneamente sobre<br />

el fuerte y recibieron sin retroce<strong>de</strong>r durante varias horas, el fuego vomitado por las tropas<br />

enemigas <strong>de</strong>s<strong>de</strong> las posiciones en que se hallaban atrincheradas.<br />

Numerosos soldados y algunos oficiales impetuosos como el coronel José Díaz y los<br />

tenientes coroneles Marcelo Carrasco y José Peña, cayeron mortalmente fulminados por la<br />

metralla dirigida al través <strong>de</strong> los fosos <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el circuito fortificado. Sobre los cadáveres <strong>de</strong> los<br />

caídos siguieron avanzando sin cesar las columnas atacantes, mientras que el teniente coronel<br />

José María López y el capitán Benito Martínez martillaban los muros <strong>de</strong> la fortaleza con el<br />

fuego <strong>de</strong> sus cañones. La sangre <strong>de</strong> los patriotas, mezclada en las charcas con el agua <strong>de</strong> las<br />

lluvias caídas la noche anterior sobre la vasta sabana, dificultaba la marcha <strong>de</strong> los batallones<br />

empeñados en no ce<strong>de</strong>r al enemigo un solo palmo <strong>de</strong>l terreno heroicamente conquistado.<br />

Junto a Marcelo Carrasco, quien ya había hecho ilustre su carrera militar en otras acciones<br />

<strong>de</strong> guerra, como la <strong>de</strong> Las Pocilgas y la <strong>de</strong> Capotillo Español, se <strong>de</strong>splomaron el aban<strong>de</strong>rado<br />

Lorenzo Fermín y el ayudante Estanislao Aranda. Algunos patriotas mortalmente heridos<br />

como Santiago Bonilla y Santiago Pichardo, a quienes se trató <strong>de</strong> ofrecer ayuda en medio<br />

<strong>de</strong> la batalla, se negaron a recibirla, excitando a sus compañeros a proseguir la ofensiva. El<br />

general Salcedo corrió en medio <strong>de</strong>l combate para incorporarse al regimiento <strong>de</strong> Santiago<br />

que marchaba por el centro <strong>de</strong> la sabana hacia la fortaleza, y fue interceptado por algunos<br />

<strong>de</strong> sus propios subalternos para impedir que cayera arrastrado por su impetuosidad bajo<br />

las balas enemigas. La oficialidad <strong>de</strong> la escolta <strong>de</strong> Salcedo sabía que uno <strong>de</strong> los rasgos <strong>de</strong> su<br />

jefe era el no excusar su propia persona <strong>de</strong> los riesgos comunes a sus soldados.<br />

Los primeros héroes <strong>de</strong>l asalto rodaron sin vida en los fosos que ro<strong>de</strong>aban el baluarte,<br />

pero tras ellos se precipitaron otros tremolando con el mismo <strong>de</strong>nuedo la ban<strong>de</strong>ra dominicana.<br />

Uno <strong>de</strong> los más intrépidos <strong>de</strong> esta legión <strong>de</strong> aban<strong>de</strong>rados <strong>de</strong> la muerte, <strong>de</strong>cididos a triunfar<br />

o a perecer, logró al fin saltar sobre una <strong>de</strong> las murallas y abrir el camino a los soldados<br />

que combatían a su lado con el mismo ímpetu hazañoso: fue un soldado <strong>de</strong>l regimiento<br />

<strong>de</strong> Santiago cuyo nombre ha recogido la historia: Manuel <strong>de</strong> Jesús Carabana. Cuando este<br />

audaz legionario atravesó los fosos y logró treparse, seguido <strong>de</strong> otros valientes, a una <strong>de</strong> las<br />

murallas que habían hecho calificar el fuerte con el nombre <strong>de</strong> “El Invencible”, un soldado<br />

haitiano le mutiló <strong>de</strong> un tremendo golpe la mano <strong>de</strong>recha, lo que no impidió al héroe asirse<br />

con la otra mano a la pared y saltar tras los muros para luchar cuerpo a cuerpo con su adversario.<br />

Otro soldado <strong>de</strong>l mismo regimiento, Nepomuceno Abreu, entró al fuerte tras<br />

Manuel <strong>de</strong> Jesús Carabana y empujó con tal fuerza a los contendientes que intentaron<br />

<strong>de</strong>tenerlo, que su impulso sirvió <strong>de</strong> ariete para que el grueso <strong>de</strong> la tropa entrara como<br />

un alud <strong>de</strong>vastador en el recinto atrincherado. Las tropas <strong>de</strong> caballería, formadas en<br />

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