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Biografías y Evocaciones - Banco de Reservas

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HÉCTOR INCHÁUSTEGUI CABRAL | EL POZO MUERTO<br />

La casa era pobre. Al fondo había unos galpones y unas maquinarias cubiertas <strong>de</strong> polvo.<br />

Algún árbol, el tronco con mil cicatrices, con clavos metidos hasta la cabeza, intentaba dar<br />

sombra a aquel patio lleno <strong>de</strong> cajones. Estaba, nada menos, que en la Colina Sacra.<br />

Pero así como mala fue la impresión primera que me hizo, bajo su camisa cubierta <strong>de</strong><br />

cemento, buena fue la charla que sostuve con él, sentados en una mecedora, saboreando un<br />

café estupendo.<br />

Tenía seguridad en sus i<strong>de</strong>as, estaba firme en sus convicciones y los poemitas que me leyó,<br />

buenos. Cuando vine a darme cuenta la noche se nos había echado encima. Me acompañó, me<br />

guió, entre los montones <strong>de</strong> arena y las cajas rotas. Me estrechó la mano y sentí afecto hacia él.<br />

Pero lo <strong>de</strong>l romance no acabó así. En el peor momento <strong>de</strong> las discusiones a Puchungo se<br />

le ocurrió darle una broma a Máximo Coiscou, quien estaba horrorizado <strong>de</strong>l tono que había<br />

adquirido la disputa, la escrita y la oral.<br />

Una noche Puchungo y algunos más <strong>de</strong>l grupo, a las dos <strong>de</strong> la mañana, fueron a tocar<br />

a la puerta <strong>de</strong> Máximo, en su casona <strong>de</strong> la Avenida In<strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia.<br />

Fue necesario esperar bastante y al fin sacó la cabeza, metida en un gorro <strong>de</strong> lana, sorprendido.<br />

Estaba enfundado en unos calzoncillos, <strong>de</strong> lana también, que le llegaban a los<br />

tobillos. La camiseta terminaba en unas mangas apretadas en las muñecas. Encima se puso,<br />

como quiera, una sábana.<br />

Puchungo le explicó: la polémica entre Juan y yo había llegado a extremos muy serios.<br />

Juan me había retado a duelo y yo había aceptado. La hora fijada para el encuentro eran las<br />

seis <strong>de</strong> la mañana y se venía por él para que con su autoridad, y como amigo <strong>de</strong> los dos,<br />

tratara <strong>de</strong> evitarlo.<br />

Máximo movió la cabeza tristemente y se arregló un poco la sábana. Él, por <strong>de</strong>sgracia,<br />

no podía salir. Tenía mucho catarro. Para <strong>de</strong>mostrarlo tosió un poco.<br />

—”Des<strong>de</strong> luego yo no puedo ser indiferente ante una <strong>de</strong>sgracia como la que pue<strong>de</strong> ocurrir.<br />

Inmediatamente voy a llamar a mamá para que le encienda unas velas a los Santos”.<br />

Y olímpicamente, tosiendo un poquito dijo “buenas noches” y le dio al grupo con la<br />

puerta en las narices.<br />

Los trabajos y los días (primera parte) (1927)<br />

En el 1927, más o menos, comenzó un período difícil para mi familia. Bajaron los ingresos<br />

y <strong>de</strong>cidimos entre todos que yo <strong>de</strong>bía prepararme para trabajar para ayudar a la casa.<br />

Tenía 15 años. Por las mañanas iba a la escuela y por las noches estudiaba comercio en la<br />

Aca<strong>de</strong>mia <strong>de</strong> García y García: contabilidad, gramática, caligrafía, aritmética.<br />

Unos meses <strong>de</strong>spués, muy a<strong>de</strong>lantado, uno <strong>de</strong> mis profesores me llevó a trabajar con él<br />

en la Fábrica <strong>de</strong> Mosaicos Tavares. Me dieron una bicicleta y muchísimos recibos. Cobraba,<br />

ayudaba un poco en la oficina y hacía los <strong>de</strong>pósitos en el banco.<br />

Me familiaricé con el trabajo <strong>de</strong> los mosaístas, con la tarea <strong>de</strong> los que hacían escalones<br />

<strong>de</strong> granito, con los que fabricaban bloques <strong>de</strong> cemento y arena.<br />

Niño al fin <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> los cobros <strong>de</strong>l día me iba a las Ruinas <strong>de</strong> San Nicolás a reunirme<br />

con los viejos amiguitos, a verles jugar y a jugar yo también.<br />

A pesar <strong>de</strong> todo, quiero <strong>de</strong>cir a pesar <strong>de</strong>l sueldo y <strong>de</strong> que no tenía que realizar faenas<br />

duras o <strong>de</strong>sagradables, no me sentía a gusto y un buen día me llamó Bebé Marchena,<br />

<strong>de</strong>l Royal Bank of Canada. Unas semanas antes le había conseguido ocupación fija a<br />

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