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Biografías y Evocaciones - Banco de Reservas

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COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO | Vo l u m e n III | BIOGRAFÍAS Y EVOCACIONES<br />

cerciorarse <strong>de</strong> que nadie le está viendo se toma la solapa y huele complacido el rojo clavel<br />

con que se adorna. Niños en ruidosos patines que casi nos sacaban <strong>de</strong> nuestro sueño, <strong>de</strong><br />

nuestro embeleso, <strong>de</strong> nuestro secreto amor.<br />

Ese amor fue algo así como una aspiración paralela, para usar una frase cara a los psicólogos<br />

y con la cual se <strong>de</strong>signa la reverencia y el amor sin egoísmos <strong>de</strong> los religiosos, porque<br />

en el fondo tenía mucho <strong>de</strong> adoración a un símbolo, <strong>de</strong> oración que se dice en común.<br />

Nuestros centavos nunca fueron muchos y alguna vez tan escasos que teníamos que<br />

cambiar el consumo. Por lo general era una botella <strong>de</strong> cerveza y dos tacitas <strong>de</strong> café que bebíamos<br />

no sé en qué or<strong>de</strong>n, si la cerveza primero o el café antes. Los días malos sólo café.<br />

El chino, paciente, soportaba nuestra <strong>de</strong>mora, la forma lenta en que consumíamos<br />

aquellos pretextos para estar mirando a su mujer, tan ignorante como él <strong>de</strong> nuestro amor,<br />

<strong>de</strong> que habíamos convertido aquellas cuatro mesas, las sillas y el aparador sin pretensiones,<br />

en una especie <strong>de</strong> templo.<br />

Le escribí unos versos. Franklin consiguió que Panchitín Sanabia los publicara en Nuevo<br />

Diario, el periódico que dirigía su papá. Creo que fueron los primeros versos míos que<br />

tuvieron el honor <strong>de</strong>l papel y <strong>de</strong> la tinta <strong>de</strong> imprenta.<br />

No los recuerdo. Deben haberse perdido como otros tantos. Me parece que terminaban así:<br />

“En los mares oscuros<br />

<strong>de</strong> sus profundas ojeras <strong>de</strong> cera<br />

bogaban las horas, ya muertas”.<br />

Pero cera oscura. Campesino, tenía <strong>de</strong> la cera, <strong>de</strong> su color, un conocimiento distinto <strong>de</strong>l<br />

urbano. En la ciudad la cera se lava y adquiere un tono mate <strong>de</strong> ámbar. En Baní la cera que<br />

había visto, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el momento en que se <strong>de</strong>scastran las colmenas hasta cuando convertidas<br />

en unas gran<strong>de</strong>s tortas se preparan para la exportación, era oscura, barro sucio, y así eran<br />

también las velas que vendían en los humil<strong>de</strong>s ventorrillos, colgadas en mazos. Velas que<br />

acompañaban las oraciones ardientes, velas que abrían el camino <strong>de</strong>l otro mundo, con su<br />

luz vacilante, con su penachito <strong>de</strong> humo espeso, a los pobres muertos.<br />

Los Poetas Reales<br />

Franklin me dio la noticia, jubiloso: seríamos los Poetas Reales, los encargados <strong>de</strong> cantar<br />

la gracia y la belleza <strong>de</strong> María Estela Pereyra, Reina <strong>de</strong> unas fiestas <strong>de</strong>l Club Unión. Me sentí<br />

orgulloso y cobar<strong>de</strong>. Franklin tenía un dominio absoluto <strong>de</strong> las formas, colocaba los acentos<br />

impecablemente. Oído fino y vocabulario que le permitía lograr ricas rimas, pensamientos<br />

nuevos. Mi lira sólo ha tenido cuerdas gruesas, como si todas fueran bordones. Mi canto,<br />

grave, no se podía prestar, sin tener que caer en horrendas falseda<strong>de</strong>s, eso me pareció, a<br />

halagar las orejas <strong>de</strong> hombres y mujeres revueltos por la alegría, la música, las serpentinas,<br />

los confeti y los gentiles tubitos <strong>de</strong> cloretilo o aguas perfumadas.<br />

Néstor Contín Aybar y Osvaldo Bazil completaban el cuarteto lírico.<br />

Pasado el primer momento, repuesto <strong>de</strong> la sorpresa, <strong>de</strong>seando hacerlo y con el temor<br />

<strong>de</strong> no quedar bien, le comuniqué a Franklin mis dudas. Se rió: mejor así, los versos nuevos<br />

ya era tiempo <strong>de</strong> que también fueran a las fiestas gran<strong>de</strong>s.<br />

Busqué, dolorosamente, los más <strong>de</strong>licados tonos <strong>de</strong> mi canto. Escribía y rompía, para<br />

volver a empezar. Trabajaba febril, sintiendo que una multitud, difícil <strong>de</strong> complacer,<br />

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