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Biografías y Evocaciones - Banco de Reservas

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COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO | Vo l u m e n III | BIOGRAFÍAS Y EVOCACIONES<br />

su dios; para que no ofren<strong>de</strong> ante ídolos, no acepte religiones extranjeras, no adopte dioses<br />

falsos. La muerte sorpren<strong>de</strong> a Moisés cuando su obra, en ese sentido, está sin terminar. El<br />

episodio <strong>de</strong>l becerro <strong>de</strong> oro es típico <strong>de</strong> la tragedia <strong>de</strong> Moisés. El patriarca está en el Sinaí,<br />

esperando las tablas <strong>de</strong> la Ley, que Yavé labra en la solitaria montaña a fin <strong>de</strong> que el pueblo<br />

elegido se sirva <strong>de</strong> ellas como fundamento <strong>de</strong> su conducta; y cuando Moisés <strong>de</strong>scien<strong>de</strong> con<br />

las tablas <strong>de</strong> la Ley bajo los cansados brazos, hombres y mujeres danzan enloquecidos ante<br />

un ídolo, y el hermano <strong>de</strong>l patriarca encabeza la danza.<br />

A la muerte <strong>de</strong> Elí, esto es, al asumir la judicatura la situación no había cambiado mucho<br />

<strong>de</strong> fondo, si bien <strong>de</strong>s<strong>de</strong> los días <strong>de</strong> Moisés hubo en el pueblo <strong>de</strong> Israel una minoría selecta<br />

que conservó vivo el fuego sagrado <strong>de</strong>l yaveísmo. La doctrina revolucionaria <strong>de</strong>l Dios único<br />

e impersonal, el culto a Yavé, era <strong>de</strong>pósito <strong>de</strong> gente escogida. Ese dios abstracto resultaba<br />

<strong>de</strong>masiado elevado y lejano para la gran masa, formada por pastores y labriegos cuyas<br />

necesida<strong>de</strong>s les llevaban a traficar con pueblos que adoraban ídolos, como eran todos los<br />

que ro<strong>de</strong>aban a Israel.<br />

Un ejemplo notorio <strong>de</strong> corrupción religiosa es el que ofrecen los hijos <strong>de</strong> Elí. Estos hijos <strong>de</strong><br />

Elí eran también sacerdotes. Cuando se hacía ofrenda <strong>de</strong> un animal, la grasa <strong>de</strong>bía quemarse<br />

en el altar y la carne cocerse ante el Señor; sólo <strong>de</strong>spués pasaban los sacerdotes y los fieles<br />

a comer la carne ofrendada. Pero los hijos <strong>de</strong> Elí le quitaban la carne a la gente <strong>de</strong>l pueblo,<br />

empleando la fuerza, “y dormían con las mujeres que velaban a la puerta <strong>de</strong>l tabernáculo<br />

<strong>de</strong> la congregación” (I Sam., 2:22). Si esto sucedía en el santuario nacional, allí don<strong>de</strong> estaba<br />

el Arca <strong>de</strong> la Alianza, ¿qué no había <strong>de</strong> darse en otros lugares, en las tierras fronterizas con<br />

Moab, que quedaban al este, o en las pobladas por los edomitas al sur, o por los ammonitas<br />

al nor<strong>de</strong>ste? En esos pueblos extranjeros se adoraban ídolos, y los judíos que vivían en sus<br />

vecinda<strong>de</strong>s se <strong>de</strong>jaban influenciar por ellos.<br />

La unidad religiosa no podía existir en Israel dado que ni siquiera se respetaba el yaveísmo<br />

en el centro religioso nacional. Pero es que no había unidad nacional propiamente<br />

dicha. Los choques entre las tribus no eran raros. En cierta ocasión fue casi exterminada la<br />

<strong>de</strong> Benjamín.<br />

Sucedió que un levita que iba <strong>de</strong> Belén a las montañas <strong>de</strong> Efraím –es <strong>de</strong>cir, <strong>de</strong> las tierras<br />

<strong>de</strong> Judá, al sur, a las efraimitas, al norte– llevando a su concubina y a un criado, <strong>de</strong>cidió<br />

pernoctar en Gueba <strong>de</strong> Benjamín, que era lo que podríamos llamar la capital <strong>de</strong>l territorio<br />

ocupado por la tribu <strong>de</strong> Benjamín. El levita no quiso hacer noche en Jebú, la ciudad <strong>de</strong> los<br />

jebuseos que iba a ser, durante el reinado <strong>de</strong> David, conquistada y transformada en la capital<br />

<strong>de</strong>l reino. Jebú quedaba a medio camino entre Belén <strong>de</strong> Judá y Gueba <strong>de</strong> Benjamín, y era un<br />

territorio aislado, que no ocuparon los hijos <strong>de</strong> Jacob porque los jebuseos había convertido<br />

su ciudad en inexpugnable.<br />

Al llegar a Gueba, el levita y sus acompañantes pidieron techo para dormir esa noche,<br />

pero nadie les abrió las puertas, razón que les llevó a quedarse en la plaza <strong>de</strong> la ciudad.<br />

Viéndoles allí, un anciano se compa<strong>de</strong>ció <strong>de</strong> ellos y les invitó a su casa. Según la costumbre<br />

nacional, los viajeros se lavaron los pies y <strong>de</strong>spués comieron con su huésped.<br />

Mientras comían y bebían, grupos <strong>de</strong> benjaminitas “aporrearon fuertemente a la puerta,<br />

diciendo al anciano, dueño <strong>de</strong> la casa: “Sácanos al hombre que ha entrado en tu casa, para que<br />

le conozcamos”. El dueño <strong>de</strong> la casa salió a ellos y les dijo: “No, hermanos míos, no hagáis<br />

tal maldad, os lo pido; pues que este hombre ha entrado en mi casa, no cometáis semejante<br />

crimen. Aquí están mi hija, que es virgen, y la concubina <strong>de</strong> él; yo os las sacaré afuera, para<br />

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