23.04.2013 Views

Biografías y Evocaciones - Banco de Reservas

Biografías y Evocaciones - Banco de Reservas

Biografías y Evocaciones - Banco de Reservas

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO | Vo l u m e n III | BIOGRAFÍAS Y EVOCACIONES<br />

Pasó un año lleno <strong>de</strong> acontecimientos dolorosos, ocasionados en parte por la <strong>de</strong>saparición<br />

<strong>de</strong> Eugenio. Monseñor no me <strong>de</strong>satendió nunca, como tampoco Don Emiliano. A<br />

ambos vi a mi lado, asiduamente, alentándome con sus afectuosas <strong>de</strong>mostraciones y con<br />

sus amistosos consejos. Quiero olvidar cuanto ocurrió en la familia, durante ese lapso <strong>de</strong><br />

tiempo, tan triste para mí que me costó otra grave enfermedad.<br />

Mis fuerzas habían vuelto a agotarse y razones suficientes motivaban esta recaída en<br />

mi antiguo estado <strong>de</strong> postración.<br />

Habíase resuelto mi esposo a abrir un establecimiento <strong>de</strong> mercancías en uno <strong>de</strong> los <strong>de</strong>partamentos<br />

<strong>de</strong> la casa que habitábamos hacía años, situada en calle muy céntrica y apropósito<br />

para el comercio que emprendiera.<br />

Dicho establecimiento <strong>de</strong>bía ser dirigido por mí, <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> bastidores; es <strong>de</strong>cir, <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />

mis habitaciones particulares, jamás pu<strong>de</strong> presentarme frente al mostrador. Mi compañero,<br />

empleado fuera <strong>de</strong> la casa, no disponía <strong>de</strong> tiempo para aten<strong>de</strong>r a los negocios, sino un rato<br />

en la noche y en la mañana <strong>de</strong> los domingos. Era esto muy poco. Los afanes mayores me<br />

incumbían a mí sola y esto habría sido bastante para extenuarme.<br />

Monseñor vio con gran pesar lo que ocurría. Protestó, pero no pudo ser escuchado. La<br />

necesidad <strong>de</strong> ganar la vida se imponía.<br />

—¡Amelia, usted comerciante! ¡Oh! ¡Ese es un pecado mortal! ¡Va usted a sucumbir!<br />

¿Acaso ha nacido usted para eso? ¡Ya no podrá usted escribir, cuando tanto éxito ha alcanzado!<br />

—¿Qué hacer, Monseñor? ¿No sabe usted que mi <strong>de</strong>stino me con<strong>de</strong>na a luchar siempre<br />

y siempre? ¿A vivir en dos elementos contrarios a mi naturaleza?<br />

En 1896 faltó poco para que el vaticinio <strong>de</strong> Monseñor <strong>de</strong> Meriño se cumpliera. Debí irme<br />

al campo en busca <strong>de</strong> algún reposo y <strong>de</strong> aire mejor.<br />

Don Emiliano partió para Roma. Contra todo sus sentimientos y en oposición<br />

abierta a su manera <strong>de</strong> ser especial, aceptó, por patriotismo puro, una misión para<br />

el arreglo <strong>de</strong> un asunto nacional. Explicóme él las cosas y yo le comprendí. ¡Cuánto<br />

lamentó <strong>de</strong>jarme enferma y con cuánto pesar se <strong>de</strong>spidió <strong>de</strong> mí! Pero él contaba con el<br />

bien que <strong>de</strong>bía resultarme <strong>de</strong> una estada en el campo que fue el primero en aconsejar<br />

recomendando a mi esposo que tratase <strong>de</strong> que se prolongara el mayor tiempo posible.<br />

¡Cuánta falta me hizo!<br />

Monseñor era un esclavo <strong>de</strong>l <strong>de</strong>ber. Al campo podía ir a visitarme, menos aún <strong>de</strong> lo que<br />

lo hacía en la ciudad.<br />

La carta que voy a copiar es un testimonio <strong>de</strong> lo que asevero aquí. La recibí estando algo<br />

mejor, aunque a penas abandonaba el lecho.<br />

Carta vigésimo quinta<br />

Amelia, mi carísima y respetada amiga:<br />

No se fije en mis faltas. Quiérame así como las circunstancias <strong>de</strong> mi fatigosa vida me<br />

hacen aparecer: ¡algo <strong>de</strong>scortés; pero con un corazón lleno <strong>de</strong> afectos ferventísimos siempre<br />

y nunca indiferente a los pesares <strong>de</strong> los que amo!<br />

Siento infinito haber causado a usted la pena que me revela. ¡Yo que tanto me complaciera<br />

en disiparle el ánimo y en verla libre <strong>de</strong> los pa<strong>de</strong>cimientos que la agobian!...<br />

Es, mi querida amiga, que en estos días se me han acumulado tantas atenciones, que no<br />

sé cómo he podido irme <strong>de</strong>sembarazando <strong>de</strong> ellas sin que me estalle el cerebro.<br />

258

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!