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Biografías y Evocaciones - Banco de Reservas

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COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO | Vo l u m e n III | BIOGRAFÍAS Y EVOCACIONES<br />

Al escribirle es mi propósito referirme a lo que usted ha creído ver en el juicio que le<br />

emití sobre el <strong>de</strong>senlace <strong>de</strong> su novela.<br />

¡Cómo he comprendido que esto la ha preocupado! ¿Por qué? ¿No ha tenido usted en<br />

cuenta que el juicio mío no constituye autoridad?<br />

Ocurrióseme, leyendo las bellas líneas <strong>de</strong>l último cua<strong>de</strong>rno <strong>de</strong> su Diario, que estaba usted<br />

bajo la acción <strong>de</strong> una <strong>de</strong> esas enfermeda<strong>de</strong>s que bajo el cielo <strong>de</strong>l alma se alzan luego.<br />

¡Siéntese la electricidad que se encien<strong>de</strong> en relámpagos y estalla en truenos!<br />

¡Y así ha escrito usted con admirable elocuencia!<br />

Tornando al asunto indicado, mi <strong>de</strong>seo es convencer a mi noble amiga, muy querida,<br />

<strong>de</strong> que mi juicio es este: que la novela es buena; que la autora muestra en ella talento, gusto<br />

estético y alta elevación moral y que las pobres letras dominicanas ganarán crédito con su<br />

publicación. ¡Así lo creo, y añadiré sin lisonjas que lo que sorpren<strong>de</strong> es que, siendo aún tan<br />

joven, pudiera escribirla!<br />

¡Sin embargo, tengo para mí que en el matrimonio <strong>de</strong> Alberto con Margarita hay una<br />

sombra!<br />

¿Fueron culpables Isabel y Alberto? No lo dice la novela. La escena <strong>de</strong>l aturdimiento y<br />

la <strong>de</strong>bilidad <strong>de</strong>l <strong>de</strong>sgraciado joven termina discretamente con el grito y la caída <strong>de</strong> la infeliz<br />

María; con lo que queda velada. Si hubo falta; ¿no parecerá casi incestuoso el matrimonio<br />

<strong>de</strong> él con Margarita? Si no la hubo, ¿una conciencia recta podría resentirse, al ver que se<br />

alza, sobre la tumba <strong>de</strong> la <strong>de</strong>sdichada niña el altar <strong>de</strong> himeneo para su novia tal vez infiel<br />

y su hermana <strong>de</strong>shonesta? Si Isabel murió castigada y arrepentida, Alberto pue<strong>de</strong> aparecer<br />

regenerado por el dolor, pero no feliz y como premiado por el matrimonio.<br />

Repito que no soy autoridad. Mi juicio tal vez sea errado, pero <strong>de</strong>bo a mi noble amiga la<br />

verdad <strong>de</strong>l alma y se la expreso tal como la siento. Y todo porque la trato con toda sinceridad<br />

y soy su adicto amigo,<br />

P. Meriño.<br />

¡Gracias por el <strong>de</strong>licado y lindísimo ramillete! ¡Qué viva mil años la artista!<br />

xxxII<br />

¡Sí! Sufrí mucho con ese juicio <strong>de</strong> Monseñor. Y no dudo que con elocuencia protestara<br />

contra él. Declaré que <strong>de</strong>jaría trunca la obra, antes que trabajar más en ella. Supongo que<br />

envié flores a mi ilustre amigo para atenuar en su espíritu la impresión que <strong>de</strong> mi resabio<br />

recibiera. Y gané la partida porque él se enfermó con el final <strong>de</strong> la novela y Madre Culpable<br />

vio la luz pública, tal como yo la concibiera <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el primer momento.<br />

¡Oh! ¡El amor a María; el dolor por la muerte <strong>de</strong> ésta, era lo que ofuscaba a mi queridísimo<br />

mentor! ¡No podía él convenir en que otros fueran felices, habiendo ella sido víctima<br />

<strong>de</strong> los <strong>de</strong>más!<br />

Más tar<strong>de</strong>, luego que la obra fue aplaudida, <strong>de</strong>biendo en gran parte el éxito que obtuvo<br />

al interés tan vivo que él pusiera en hacerla conocer; aceptóla plenamente.<br />

La reproducción <strong>de</strong> una carta suya servirá para probarlo.<br />

Carta vigésimo segunda<br />

¡Sí, Amelia! Usted hizo bien, enviándome ese periódico. Es el juicio más cónsono con<br />

mi sentir. Y lo he leído con gusto.<br />

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