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Biografías y Evocaciones - Banco de Reservas

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Lo visitaba con frecuencia. Criticaba los editoriales, o los alababa las menos veces.<br />

—Comenzaste muy bien y a mitad <strong>de</strong> camino perdiste interés. Eso se ve claro…<br />

Mejoró mucho, las mejillas, antes pálidas, se animaron con ligero rosado. Ganó peso.<br />

Se hacía gran<strong>de</strong>s ilusiones, para volver a caer en el pesimismo al paso que la enfermedad<br />

recru<strong>de</strong>cida se ensañaba contra él.<br />

Comprendió que el fin se acercaba.<br />

—Héctor, no <strong>de</strong>jes <strong>de</strong> venir por aquí. No tienes <strong>de</strong>recho a per<strong>de</strong>rte el espectáculo <strong>de</strong><br />

cómo sabe morir un castellano…<br />

Llegaron los días <strong>de</strong> angustia, las largas noches <strong>de</strong> gravedad y <strong>de</strong> agonía. Se nos iba. El<br />

Padre Robles Toledano le trajo el espiritual consuelo, se confesó. Mejoró un poco, aquella<br />

carne vencida se animó un tanto, tuvimos esperanzas, y se nos murió.<br />

Escribí unas cuartillas apresuradas y ante la tierra que se tragaba a un buen amigo, a un<br />

amigo querido, las leí casi sin ver, anegados los ojos <strong>de</strong> lágrimas.<br />

La Nación<br />

HÉCTOR INCHÁUSTEGUI CABRAL | EL POZO MUERTO<br />

El Listín se cerró en el 42. Escribí hasta el último editorial y me quedé casi sin empleo.<br />

Peña Batlle me llevó a trabajar con él en su bufete, más tar<strong>de</strong> fui nombrado Director <strong>de</strong>l<br />

Boletín <strong>de</strong> la Cámara <strong>de</strong> Diputados. De allí pasé al Departamento <strong>de</strong> Cultura <strong>de</strong> la Secretaría<br />

<strong>de</strong> Educación a cuyo frente estaba don Telésforo R. Cal<strong>de</strong>rón, generoso, entusiasta,<br />

comprensivo.<br />

Me lancé a dramatizar, para la radio, la novela Enriquillo y como no tenía experiencia,<br />

como no podía cronometrar los parlamentos, dividirla en capítulos que terminaran siempre<br />

en un punto interesante, me cansé y lo <strong>de</strong>jé.<br />

Escribí fichas para diccionarios enciclopédicos, reorganicé, malamente, la publicación<br />

periódica <strong>de</strong> la Secretaría.<br />

Y pasé a La Nación como editorialista y Jefe <strong>de</strong> Redacción. Gilberto Sánchez Lustrino,<br />

<strong>de</strong>signado Director <strong>de</strong>l periódico, gran amigo <strong>de</strong> Peña Batlle, quería reavivar el diario, crear<br />

nuevas secciones, hacerlo más interesante para el público, que fuera un espejo <strong>de</strong> nuestra<br />

cultura, que colaboraran en él los mejores escritores, y lo consiguió. Fue una época brillante<br />

y un buen éxito <strong>de</strong> Sánchez Lustrino. Conversador, ingenioso, a veces mordaz. Le gustaba<br />

hacer frases y una vez hechas no medía las consecuencias. Perdió amigos por eso.<br />

Ya andaba por $210.00 <strong>de</strong> sueldo.<br />

Se trabajaba mucho, apenas dormía. Salíamos a las dos o las tres <strong>de</strong> la madrugada y a<br />

las nueve ya estaba en mi escritorio.<br />

Con nosotros trabajaron Marrero Aristy, cuyos reportajes eran magníficos, llenos <strong>de</strong><br />

vida y <strong>de</strong> color.<br />

Rafael Herrera Cabral, Bobea Billini, Arturo Calventi, Max Uribe, Agustín Concepción<br />

que había trabajado con mi padre en El Esfuerzo en Barahona. Entonces era muy joven y<br />

estaba perdidamente enamorado <strong>de</strong> una muchacha cuyo retrato colocaba en la cabecera <strong>de</strong><br />

la cama que cubría con gruesos cartones y a quien <strong>de</strong>dicaba todos sus versos.<br />

Linval, que tenía la sección <strong>de</strong>portiva, luego allí mismo Tafneli. Sánchez Lustrino lo<br />

llamaba Taftalí. Barbosa Aquino, el héroe <strong>de</strong> doña Lola lo llamábamos. Tuvo a su cargo uno<br />

<strong>de</strong> los crímenes más sonados <strong>de</strong> entonces y todo el proceso que se le siguió a los culpables.<br />

La circulación <strong>de</strong>l periódico casi se duplicó. El día en que se publicó la sentencia, que nos<br />

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