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Biografías y Evocaciones - Banco de Reservas

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COLECCIÓN PENSAMIENTO DOMINICANO | Vo l u m e n III | BIOGRAFÍAS Y EVOCACIONES<br />

No se atrevieron a seguir disparando. Caracoleando en los caballos, tirando <strong>de</strong> las riendas,<br />

apuntando con los revólveres, ya estaban encima <strong>de</strong>l informe montón que formaban mi tía<br />

y el soldado herido.<br />

—Asesinos, canallas, cobar<strong>de</strong>s. A rematar un hombre que se muere, que no se pue<strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>fen<strong>de</strong>r. Bandoleros, hijos <strong>de</strong> puta, que temen a los hombres armados frente a frente y que<br />

se ceban en los que no pue<strong>de</strong>n <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>rse. Lárguense, sinvergüenzas, canallas.<br />

No pudieron hacer nada. Hubieran tenido que matarla. Se alejaron un poco al paso <strong>de</strong><br />

los caballos, mirando hacia atrás y maldiciendo, pero en el fondo <strong>de</strong>l corazón sobrecogidos<br />

<strong>de</strong> miedo y espanto ante aquella cara roja, ante sus ojos terribles.<br />

Ella lo arrastró, como Dios la ayudó, sin <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> servirle <strong>de</strong> escudo. Por fin se dieron<br />

cuenta en la casa y la ayudaron. Lo acostaron en un cuarto al lado <strong>de</strong> la cocina. Tenía atravesadas<br />

las rodillas <strong>de</strong> un balazo. Perdía mucha sangre. Lo curaron y lo alentaron. Él no hablaba<br />

y los miraba a todos extrañado, como <strong>de</strong>s<strong>de</strong> otro mundo, estremecido por la fiebre.<br />

Al poco volvió el grupo. Se oyeron primero las carreras <strong>de</strong> los caballos y luego la parada<br />

en seco. Alguno, el jefe quizás, <strong>de</strong>smontó. Mi tía corrió a la puerta. Y volvió a <strong>de</strong>safiarlos y a<br />

insultarlos. Desistieron, pero <strong>de</strong>jaron centinelas que cuidaran la casa. Después los retiraron.<br />

La curación y la convalecencia fueron largas. Los suyos habían tenido que abandonar el pueblo<br />

el día en que lo hirieron. Él cubría con dos o tres más la retirada en esa calle <strong>de</strong>l pueblo.<br />

Y una noche, con suficiente ánimo y valor, escudado por las sombras <strong>de</strong> la noche, se<br />

escapó, hacia Azua, hacia su tierra.<br />

Se llama Juan Guillén y perdió la flexión <strong>de</strong> la rodilla <strong>de</strong>recha.<br />

LOS PERIóDICOS<br />

Listín Diario (1936)<br />

De la Universidad pasé al Listín Diario en mayo, me parece, <strong>de</strong> 1936. Me llevó Juan José<br />

Llovet entonces editorialista <strong>de</strong>l periódico y Jefe <strong>de</strong> Redacción, una jefatura por cierto muy<br />

nominal porque allí quien mandaba era el Director, Arturito Pellerano, persona que aunque<br />

no escribió nada tenía sentido <strong>de</strong>l periodismo, <strong>de</strong> las fuentes, <strong>de</strong> las noticias. Muy organizador,<br />

muy metódico, muy exigente. Al que hacía mal una cosa se lo reprochaba y al que la<br />

hacía bien no le felicitaba porque al cabo para eso era que pagaba.<br />

El aprendizaje fue rápido y me acomodé en mi oficio con cierto <strong>de</strong>sembarazo. Había<br />

visto <strong>de</strong> cerca, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> niño, un periódico. Conocía algunos <strong>de</strong> los secretos <strong>de</strong> la imprenta y<br />

estaba acostumbrado a expresarme por escrito, a vuela máquina. Mis relaciones se ampliaron<br />

muchísimo. Durante seis años en la Universidad había conocido infinidad <strong>de</strong> estudiantes,<br />

cuyos nombres todavía recuerdo, enorme hazaña para un <strong>de</strong>smemoriado.<br />

Mis ingresos subieron, sobre todo los fijos: <strong>de</strong> $27.50 a $48.00, algunos meses más porque<br />

el sueldo eran $12.00 semanales. Pu<strong>de</strong> poner casa aparte, tener una criada que lo hacía todo<br />

y prepararnos a recibir otro hijo: Joaquín.<br />

En la Redacción estaba el atildado escritor Juan Rafael Lamarche, encargado <strong>de</strong> una<br />

sección: Panorama Internacional. Llenaba blancas cuartillas con una bella letra menuda, con<br />

una magnífica estilográfica. Era <strong>de</strong> una puntualidad cronométrica.<br />

Diódoro Danilo, el cronista social, una especie <strong>de</strong> eje necesario <strong>de</strong> la vida <strong>de</strong>l gran mundo.<br />

Introductor <strong>de</strong> modas, amable. En noviembre se inspiraba y la inspiración la sostenía hasta<br />

diciembre. Tenía una gran sensibilidad para el vientecillo alegre <strong>de</strong>l penúltimo mes <strong>de</strong>l año,<br />

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