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Biografías y Evocaciones - Banco de Reservas

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JUAN BOSCH | DAVID, BIOGRAFÍA DE UN REY<br />

Pero Joab pensaba en otra forma. El había hecho volver a Absalón <strong>de</strong>s<strong>de</strong> Guesur; él<br />

mismo había ido a buscarle; él solicitó <strong>de</strong> David el perdón para el hijo castigado. Más él le<br />

daría muerte. Demasiado hecho a la guerra para no saber cuándo había peligro y cuándo<br />

no lo había; <strong>de</strong>masiado leal a su tío el rey para no darse cuenta <strong>de</strong> que si Absalón seguía<br />

viviendo un día daría muerte al padre, Joab, con más <strong>de</strong> treinta y cinco años al servicio <strong>de</strong><br />

David y probablemente con casi sesenta <strong>de</strong> edad por esos días, pensó sin duda que era mejor<br />

liquidar <strong>de</strong> una vez por todas la amenaza. David y él envejecerían muy rápidamente para<br />

po<strong>de</strong>r encarar el porvenir con el peligroso Absalón vivo. Joab, pues, se dirigió a la encina, y<br />

como quien dispara sobre una fiera sujeta, atravesó a Absalón con tres dardos; <strong>de</strong>spués sus<br />

guardias bajaron <strong>de</strong>l árbol el sangrante cuerpo, fruto <strong>de</strong> espanto, y ya en tierra procedieron<br />

a rematarlo. La rebelión <strong>de</strong> Absalón había terminado. En un hoyo hecho a prisa en medio<br />

<strong>de</strong>l bosque tiraron al que tan hermoso fue y tanto ambicionó; luego cubrieron con piedras<br />

sus <strong>de</strong>spojos, y sonó la trompeta llamando a los guerreros.<br />

Quiso Ajimas, el hijo <strong>de</strong> Sadoc, ser quien le diera a David la noticia <strong>de</strong> la victoria, pero<br />

Joab, que recordaba lo que le había ocurrido al mensajero que le hizo saber la muerte <strong>de</strong><br />

Saúl, no le permitió ser el portador <strong>de</strong> nueva tan dolorosa. A pesar <strong>de</strong> eso Ajimas salió tras<br />

el hombre <strong>de</strong>signado por Joab para la misión. David esperaba fuera <strong>de</strong> las murallas <strong>de</strong> Majanaim,<br />

sentado entre las puertas. El centinela que se hallaba encima le gritó que un hombre<br />

sólo corría hacia ellos; David, que conocía la manera <strong>de</strong> comportarse <strong>de</strong> la gente, dijo que<br />

sin duda llevaba buenas noticias. Si un hombre corre es para anunciar victoria; la <strong>de</strong>rrota se<br />

anuncia por sí misma, y no es uno quien la difun<strong>de</strong>, sino muchos fugitivos.<br />

Aunque llegó primero, Ajimas no se atrevió a <strong>de</strong>cir la verdad al rey; se atuvo a comunicarle<br />

que su causa estaba triunfante. El otro, cuando David le preguntó ansiosamente por Absalón,<br />

respondió con estas palabras: “Que lo que es <strong>de</strong> ese mozo sea <strong>de</strong> los enemigos <strong>de</strong> mi señor, el<br />

rey, y todos cuantos para mal se alcen contra ti” (II Sam., 18:32). Entonces se oyó a aquel amo<br />

<strong>de</strong> pueblos, vencedor en todas las guerras, gritar como una madre herida por el dolor, como<br />

alguien a quien están quemándole los huesos: “¡Absalón, hijo mío! ¡Hijo mío! ¡Hijo mío, Absalón!<br />

¡Quién me dijera que fuera yo el muerto en vez <strong>de</strong> ti! ¡Absalón, hijo mío, hijo mío!”.<br />

Había subido a las habitaciones que había sobre la puerta <strong>de</strong> la ciudad y <strong>de</strong>s<strong>de</strong> allí llegaba<br />

su voz <strong>de</strong>sgarradora a los oídos <strong>de</strong> los vencedores que volvían a Majanaim. Ante el dolor <strong>de</strong>l<br />

rey cesaban los gritos <strong>de</strong> victoria <strong>de</strong> los que retornaban “y la gente entró en la ciudad calladamente,<br />

como entra avergonzado el ejército que huye <strong>de</strong> la batalla” (II Sam., 19:1 al 5).<br />

Ahora, cuando el triunfo le <strong>de</strong>vuelve su reino y él se lamenta a gritos en las estancias<br />

que se hallan sobre las puertas <strong>de</strong> Majanaim, ha llegado el momento <strong>de</strong> preguntarse si tuvo<br />

David responsabilidad en la rebelión. Llamándole la atención sobre su conducta, Joab le<br />

dirá: “Has llenado <strong>de</strong> confusión a todos tus siervos, que han salvado tu vida y la vida <strong>de</strong> tus<br />

hijos y tus hijas, las <strong>de</strong> tus mujeres y concubinas. Amas a los que te aborrecen y aborreces a<br />

los que te aman” (II Sam., 19:6, 7).<br />

¿Era como afirmaba Joab?: El odio <strong>de</strong> Ajitofel, los insultos <strong>de</strong> Semeí, la propia dureza <strong>de</strong><br />

Absalón; el <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>n <strong>de</strong> la vida familiar que hizo posible la violación <strong>de</strong> Tamar por parte<br />

<strong>de</strong> Amnón y el asesinato <strong>de</strong> éste a manos <strong>de</strong> Absalón, ¿son productos <strong>de</strong> la <strong>de</strong>bilidad, <strong>de</strong> la<br />

sensualidad, tal vez en que se <strong>de</strong>bate el jefe <strong>de</strong> la casa? El que ama a quien <strong>de</strong>be aborrecer<br />

y aborrece a quien <strong>de</strong>be amar está perdido en el mundo <strong>de</strong> los sentimientos; no sabe situar<br />

a los <strong>de</strong>más en los lugares que <strong>de</strong>ben ocupar; aunque lo sepa no pue<strong>de</strong> hacerlo, y acaba<br />

creando tal confusión entre los suyos que pier<strong>de</strong> la autoridad y el que le <strong>de</strong>be respeto y amor<br />

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